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Un futuro con más trigo
18/05/13
El campo tiene múltiples razones para estar enojado. El experimento K lo vapuleó de tal forma que es muy difícil lograr ese mínimo de confianza que requiere la actividad. La última expresión de este estado de ánimo fue la recepción de la última creación del gobierno: el fideicomiso a través del cual se prometió la devolución de las retenciones (del 23%) que rigen para el trigo.
La medida, más allá de la resistencia de los productores a cualquier decisión que no sea lisa y llanamente la eliminación de los derechos de exportación y la apertura total del mercado, revela la preocupación del gobierno por la escasez de divisas. Alguien les debe haber hecho comprender que si no hubo más dólares durante el verano fue por el default triguero. Y la escasez de trigo fue consecuencia de la siembra más baja en un siglo.
Lo que no entra por la puerta, entra por la ventana. Muchas veces se escuchó a encumbrados funcionarios asegurar que “igual van a sembrar”. Mal asesorados, incurrían en la torpe bravata acuñada en los tiempos en que se pensaba que los chacareros no respondían a los estímulos económicos. Lo mismo decían antes de la enorme crisis de la ganadería. Estaban convencidos de que había una alta faena gracias a la mejor productividad del stock, cuando en realidad nos estábamos comiendo las vacas.
Pero se dieron cuenta. Y proponen este mecanismo del fideicomiso triguero, en la inteligencia de que con un mejor precio habrá más superficie sembrada. ¿Es o no una novedad para estos muchachos?
Sí, lo es. El sector no va a mejorar su humor, pero sería bueno que se siente un poquito a pensar con más frialdad sobre su propio interés en la cuestión. La situación es claramente distinta a la de los últimos años.
Cuando el año pasado se abrieron Roes por 15 millones de toneladas de maíz, también hubo una reacción de incredulidad. Era una situación novedosa, porque hasta entonces sólo se daban Roes por los saldos que iban apareciendo. Ahora se otorgaba un generoso cupo mucho antes de la siembra. Consecuencia: la exportación se activó, y ahora -con la cosecha bastante demorada- los precios rozan los 200 dólares la tonelada. La famosa brecha entre el FAS teórico y el precio del mercado ya es cosa del pasado.
Y miremos lo que está pasando con el trigo. Por primera vez en la historia, el cereal vale más que la soja. No queda saldo exportable porque lo poco que había para embarcar, ya se fue. El mercado está atravesado por el síndrome de la escasez, después de muchos años de estar sobreofertado. El jueves se hizo trigo en Laboulaye a...¡2.000 pesos! Sin pensar en que estos vayan a ser los precios de la próxima campaña, lo cierto es que hay forwards a 200 dólares para enero. El término está en esos valores. En este contexto, el trigo-soja e incluso el trigo-maíz parecen mejor alternativa que un solo cultivo estival, por lo menos respecto a lo que pasaba en los años anteriores. Si encima de esto, devuelven algo de las retenciones, será una buenísima yapa.
Una buena campaña triguera le conviene a todo el mundo. Es mejor para el gobierno, que intenta nuevas alquimias. Pero es también bueno para los productores. Significa volver a una rotación plausible y acomodar la situación financiera a fin de año. Y ayudará a sacar a Sudamérica del default triguero al que nos sometió la mala praxis. Recuperar la confianza de Brasil, segundo importador mundial y cliente natural, por cercanía, del trigo argentino, es una cuestión estratégica. Este año tuvieron que recurrir absurdamente al trigo ruso o ucraniano.
Serviría también para darle nuevos bríos al cambio tecnológico con que amagó este cultivo a comienzos del siglo XXI, y que luego fue languideciendo. Está la nueva oleada tecnológica, con genética que combina rindes y calidad. ¡Hasta nos dimos el lujo de lanzar el primer transgénico del mundo!