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Evocaciones y revoluciones
27/07/13
POR HÉCTOR A. HUERGO - Editorial de Clarin Rural
El jueves pasado, en el marco de la Rural, nuestro suplemento distinguió a un grupo de personalidades que se destacaron por su aporte al desarrollo agropecuario.
Todos ellos forman parte de una gesta histórica: la de la Segunda Revolución de las Pampas, que convirtió a la Argentina en un país viable. Hoy, cuando alguien puso el pie en la puerta giratoria, vale la pena evocarlos.
En particular a dos de ellos, que reflejan con particular brillo la esencia de un proceso riquísimo. Los une el denominador común de la creatividad y el coraje. Son Juan Julio Avellaneda (en adelante, “Johnny”) y Guillermo Mariani. Dos generaciones tocadas por la varita mágica de la imaginación innovadora, haciendo lo que hay que hacer, más allá de las restricciones que asoman como amenaza a cualquier proyecto.
Conocí a Johnny en 1981, cuando me hice cargo de la revista Dinámica Rural. Me contó de sus viajes a EE.UU., a las universidades, al Farm Progress Show, a las fábricas de máquinas y semilleros. Se dio cuenta de lo que hacía falta. Su leit motiv era el maíz, hecho con mínima labranza. Promediaba los 100 quintales por hectárea… Por algo después fue el fundador y primer presidente de Maizar.
Como en aquellos tiempos nadie le proveía las sembradoras que necesitaba, se fabricó las propias en la misma estancia. Descubrió las cosechadoras axiales, supo de su mejor trato al grano y la posibilidad de trabajar más horas. Trajo tres NH TR85, las más grandes. Los carros tolva le quedaron chicos. Importó un Kinze, el primer autodescargable que se conoció en la Argentina, y dejó que sirviera de modelo. Su amigo y vecino de Colón, Nino Cestari, tomó la idea. Cestari hoy lidera el mercado local de tolvas autodescargables y exporta a todo el mundo.
Johnny es también el responsable de que hoy existan las expodinámicas. Me contó que el Farm Progress Show era organizado por una revista. Allá fuimos, vimos y reprodujimos hace exactamente 30 años, en La Laura de Chacabuco. Todos sabemos el significado de estas muestras de tecnología en acción como catalizadores del progreso tecnológico.
Una generación más joven, Guillermo Mariani representa lo que viene. “Tatín”, su padre recientemente fallecido, era un hombre queridísimo en el mundo de la náutica deportiva. Fabricaba herrajes para veleros, de una calidad exquisita, con materiales sofisticados. “Harken” era insustituible. Rodamientos de acero inoxidable con bolillas de kevlar, que giraban siempre cualquiera fuera la exigencia y sin lubricación alguna. Yo soñaba con ver esto en el campo. Como cuando arrancaron con los mástiles de fibra de carbono, un material siete veces más liviano que el acero. Siempre conversamos sobre esto… La oportunidad llegó.
Hace tres años, Guillermo, sus hermanos y sus ingenieros comenzaron a desarrollar barrales de pulverizadoras. Empezaron con Caimán, una prolija e innovadora empresa de Las Parejas, “especializada” en ganar premios por sus desarrollos. Fue explosivo. Nos encontramos en Palermo con un contratista que vino desde Jesús María a comprarse la segunda.
Un productor del oeste cambió la de 32 metros que había puesto el año pasado en una John Deere, por la de 45 metros. “Héctor, andamos a 30 kilómetros, no se mueve, hace 130 hectáreas por hora”. Esta misma semana, un barral de AgroKing (crearon una empresa ad hoc, con fábrica en construcción en el parque industrial Campana) comenzó a evaluarse en la propia central de la emblemática firma del ciervo. Otro es ensayado por Agco en Brasil. La maquinaria agrícola comienza a salir de la edad de hierro.
Hay mucho bajón anímico en la Argentina Verde y Competitiva, macerada en la innovación tecnológica y organizacional. Que estos ejemplos sirvan para ver la luz a través de un horizonte lleno de nubarrones.