"Trigo: de la tierra a la vida" por el Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 8 Agosto 2015

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En las suaves colinas de L’Auvergne, enmarcadas por dos cordones de sierras que remedan la belleza de Tandil y Sierra de la Ventana, crecen los trigos más famosos del mundo. Por rendimiento y calidad. Constituyen la base de la extraordinaria industria panadera de Francia, donde sigue viva la tradición de la baguette bajo el brazo, tan característica como el termo en la axila de un uruguayo y las colas en Angelina, en París, frente al Louvre, para comprar macarrones los sábados a la tarde. La “boulangerie” (panadería), la “patisserie” (pastelería) forman parte de la cultura gala.

La ciudad cabecera de L´Auvergne es Clermont-Ferrand. Muy cerquita de ella están los cuarteles generales de Limagrain, en la Argentina conocida como una compañía de semillas. En realidad, así nació y es hoy la cuarta del mundo en el rubro. Pero ahora, cuando celebra sus 50 años de vida, se ha convertido en una poderosa agroindustria integrada y diversificada, que factura más de mil millones de euros. El núcleo duro de su actividad es la cadena del trigo, donde concretaron el sueño de dominar todo el proceso: de la semilla a la góndola.

Durante tres días, recorrimos toda la operación del grupo Limagrain, que adoptó el lema “De la tierra a la vida”. En plena cosecha de trigo, pudimos ver la historia viva del cereal, recorriendo un plot en el que se exhibían desde sus ancestros como el spelta, hasta los cultivares que posicionaron a los trigos franceses como los más rendidores y de mayor calidad del planeta. Para los amantes del rinde, fue una sorpresa ver lotes comerciales que prometían rindes de 85 quintales, pero ¡con 15% de proteína! Genética y “muñeca”, porque ya no todo es cuestión de meter insumos “a gogó”.

Limagrain nació como una cooperativa y sigue siéndolo. Sus propietarios son los agricultores que le dieron origen. Pero se abrieron al mercado y la hicieron pública. Y en los últimos años han iniciado operaciones en todo el mundo, incluso en la Argentina (Chacabuco y Miramar). El foco principal está puesto en Brasil, donde además de la investigación en semillas, ya cuentan con una pastelería industrial que llega a la góndola con bizcochuelos y otras especialidades de alto valor agregado. Ven una gran oportunidad en el desarrollo triguero de Brasil, que hace años pugna por mejorar su producción y dejar de depender de otros orígenes. Los expertos de Limagrain saben que las ventajas comparativas de la Argentina son obvias, pero también tienen claro que la tecnología tiende a compensarlas.

Acaban también de cerrar la compra de una parte de una poderosa compañía canadiense, Canterra Seeds. Canadá es el segundo exportador mundial, detrás de Estados Unidos y por delante de Australia. Argentina, que estaba en el “top 5”, ya no juega en esta liga.

La base del negocio de Limagrain sigue siendo la genética. Al principio, el acento estaba puesto en la demanda de los “fermiers”. Pero hoy la mirada no se limita a las necesidades de siempre de los agricultores: rendimiento, rusticidad, consistencia. Han puesto el acento en la demanda de la panificación industrial, que no solo implica harinas especiales, sino ingredientes diferenciados. Y ahora producen una enorme gama de derivados del trigo, para cuya extracción y elaboración necesitaron contar con un molino propio, donde procesan 100.000 toneladas anuales y obtienen desde ingredientes especiales para la panificación hasta bases para bioplásticos. La interacción entre el laboratorio del molino y los genetistas es la clave del su posicionamiento.

La mejor demostración de la integración de la semilla a la góndola es que en el mismo predio donde se inicia la investigación básica, está también la fábrica de pan industrial, bajo la marca Jacquet Brossard, adquirida en 1995 y ya líder en Francia. Allí elaboran una amplia gama de productos, pero los que ocupan la mayor parte de sus 50.000 metros cuadrados (cinco manzanas cubiertas…) son el pan de hamburguesa y el pan cortado en rodajas del tipo del que se ve en las góndolas argentinas. La harina que requiere la panificación industrial es distinta a la del artesanal, y proviene mayormente de los trigos de alta proteína de Auvergne.

Las limitantes europeas a la investigación biotecnológica constituyen un desafío mayor. Pueden utilizar técnicas sofisticadas, como los haploides duplicados, pero está vedado todo lo que tienen que ver con transgénesis. Por eso, mientras esperan vientos mejores, están buscando y celebrando alianzas con empresas como la californiana Arcadia, donde ya tienen algunas fichas. Recordemos que Arcadia es una de las accionistas de Bioceres, la compañía argentina integrada por productores locales.