"Entre la lógica y la frustración" editorial Clarin Rural de Héctor Huergo

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De un lado, todo bien, hasta muy bien. Del otro, todo mal. Muy mal.

Empecemos por el bien. Esta semana se instaló en Rosario, donde sesionó el XX Congreso de Aapresid, donde la siembra directa es simplemente la metáfora que sintetiza el enorme poder creativo de la agricultura argentina, devenida en la más moderna del planeta.

Allí desfilaron las novedades del año, en decenas de lanzamientos, más de 40 talleres y conferencias que reunieron a 3000 ávidos participantes. Entre ellos, muchos visitantes extranjeros sorprendidos, como los de Arcadia, la compañía californiana de biotecnología que compró el evento de tolerancia a la sequía de Bioceres. “It works!” (funciona!) exclamó cuando le preguntamos cómo había andado este año con la tremenda sequía. Recordemos que Bioceres es una empresa que nació hace diez años, para canalizar inversiones al desarrollo de biotecnología argentina. A través de convenios con grupos de investigadores del sector público (INTA, Conicet, Universidades) se logró desarrollar y patentar eventos transgénicos de enorme interés, como éste. O el de la quimosina, cuajo vegetal que ya entró al mercado.

En el mismo sentido positivo, se puede contabilizar la presencia del ex Ministro de Agricultura y actual presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. El autor del Plan Estratégico Agroalimentario fue a Aapresid a entregar un reconocimiento a la comisión directiva, y a declarar “de interés legislativo” el trabajo institucional de la entidad. Una señal de distensión, en momentos en que nuevos nubarrones se acumulaban en el horizonte agrícola: pesificación de los mercados de futuros, rumores de retenciones, cambios en la política oficial de biocombustibles.

Pero mientras esto sucedía, también Rosario era epicentro de una escalada peligrosa en el conflicto lácteo. Mientras los tamberos se movilizaban con piquetes en cuarenta plantas -algunos muy fuertes como los que involucraron a La Serenísima en Trenque Lauquen y Canals-, una reunión clave con los ministros de Agricultura de Córdoba y Santa Fé, y con la presencia del secretario de Lechería de la Nación, terminaba en un escándalo con la expulsión de varios dirigentes genuinos del sector. Lejos de una solución para un sector gravemente comprometido por los dislates de la política oficial, agravados ahora por la caída de los precios internacionales, la cuerda se tensó al límite. La imagen ominosa de la leche derramada en las banquinas marca la profundidad de la crisis.

Al mismo tiempo, crecía la preocupación por los cambios drásticos en el régimen de biocombustibles. Forman parte de la nueva estrategia de control total por parte del Estado. Al cierre de esta edición se confirmó la duplicación de los derechos de exportación al biodiesel, complicando los embarques que ya venían mal por el cierre del mercado español como represalia por la expropiación de las acciones de la empresa en YPF. Al mismo tiempo se fijó un precio no remunerativo para el mercado interno.

Esto generaría pérdida de competitividad de la cadena sojera, donde el biodiesel contaba con un margen atractivo. Al desaparecer éste, el efecto es comparable al de la suba de retenciones: aumentar los derechos de exportación del biodiesel un 10% (es lo que trascendió) es más o menos lo mismo que subirle un 5% a la soja.

En los últimos cinco años, se construyeron quince fábricas de biodiesel, que pueden procesar 3 millones de toneladas de aceite por año. La inversión alcanzó a los mil millones de dólares, amparada por una política impulsada por el gobierno K. El golpe de timón es como el impacto de un exocet por debajo de la línea de flotación del sector más dinámico de la economía argentina. Sin embargo, el efecto irá mucho más allá: la sensación de que en la Argentina, la apuesta más lógica termina en una frustración.