¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?

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09/02/13

Hace ochenta años, Olinda Bozán, en el sainete “Café Cantante”, estrenó la ranchera “Donde hay un mango”. Con música de Francisco Canaro y letra de Ivo Pelay, uno de sus versos más recordados decía: “¿Dónde hay un mango, / Viejo Gómez? / Los han limpiao / con piedra pómez /…” La lucha continúa…Sólo que ahora no es por el mango, sino por el dólar. El gobierno padece el síndrome de angustia verde, y rasca el fondo de la olla buscando ese dólar “que te haga morfar”. La desesperación es mala consejera: lo que natura non da, chacrer non presta. La Afip salió a apretar a acopios y productores para que “denuncien” sus existencias, en la inteligencia de que están reteniendo mercadería. Más allá de que es su derecho, la realidad es que no debe haber en stock más de 2 millones de toneladas de soja, lo que apenas alcanza para quince días de molienda. Y faltan dos meses para que arranque la cosecha.

La urgencia es mala consejera. Los tiempos biológicos son tiranos. No hay apriete que logre que la soja se entregue antes de abril. Pero además, el manejo de la gran macro no hace más que exacerbar la tendencia al retaceo.

En la incertidumbre cambiaria, la única moneda fuerte es la soja. Encima, nadie sabe a ciencia cierta cuánta habrá, con más de un mes sin lluvias, mucho bicho y aborto de flores. Esto se está reflejando en Chicago: la soja ya vale un 20% más que a esta altura del año pasado. Los stocks mundiales son los más bajos de la historia y la soja no tiene sustitutos.

Lo que el gobierno debiera hacer es relajarse un poquito, aceptando que la situación es coyuntural. El apriete solo sirve para más cerrazón. El gobierno se está metiendo solito en un corralito que amenaza convertirse en un laberinto. Veamos.

Al hostigar al sector exportador, con chicanas como el draft survey (control de cargas por medición en la línea de flotación, y no con las balanzas de precisión auditadas por el propio gobierno), lo único que logró es demorar un promedio de 19 horas cada buque en carga. A eso le sumó los operativos de control de estupefacientes. No está mal que esto exista, pero sí que se conviertan en más motivos de demora. Son dólares que el país pierde, aumento de los costos de transacción. A la Argentina le costó muchos años regenerar una imagen de “puertos limpios”. Una pena perderla.

Lo que la conducción oficial debiera analizar es qué relación hay entre esta angustia verde y su propia gestión. El Plan Estratégico Agroalimentario lanzado hace un par de años se había propuesto metas muy ambiciosas. Y, dijimos aquí mismo, viables. Pero van dos años y dos “pufos”. El clima puso lo suyo, es cierto, y solo cosechamos 40 millones de toneladas de soja el año pasado. Ahora es cuando se siente ese faltante de 10 millones de toneladas.

Pero si hubiéramos tenido una cosecha lógica de trigo, estaríamos compensando en buena medida. Debiéramos estar en 20 millones de toneladas. Hubo menos de 10. En valor, 3.000 millones de dólares que entrarían entre enero y abril, mientras esperamos la soja. Todos sabemos por qué no hay trigo, y encima el año que viene habrá aún menos.

Cada vez hay menos dudas, entre economistas y políticos, de que el país está frente a una extraordinaria oportunidad. En el propio gobierno esto se percibe. Pero entre las urgencias y el discurso ideológico, las perspectivas se evaporan. La Coca Cola que no se tomó ayer, no se tomará nunca. Brasil ya supera a EE.UU.como mayor productor mundial de soja. Hace cinco años, la Argentina producía 10 millones de toneladas menos que Brasil. Este año, la brecha será de 30. En maíz, Brasil pasó de 20 a 70 millones de toneladas en diez años. En el tute maicero, seguimos apenas cantando las 20.

Entonces nos asalta el recuerdo de la ranchera. ¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?