“Las comparaciones son odiosas”

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16/02/13

Cervantes lo puso en La Celestina y lo repitió, dos veces, en El Quijote. Bueno, si él lo hizo, yo también puedo: “las comparaciones son siempre odiosas”. Además, el que avisa no traiciona.

En Cascavel, la próspera ciudad del estado de Paraná, se celebró la semana pasada la versión 2013 de una de las ferias agrícolas más importantes de Brasil. Hasta allí fue Dilma Rousseff y aprovechó para entregar 39 rotoexcavadoras, una para cada intendente de pueblos del interior, todos de menos de 50.000 habitantes. Después arrancó con su discurso.

Acostumbrado a estas celebraciones y al clásico reparto de buenas noticias, estuve a punto de hacer zapping. Pero Dilma no me dio tiempo. Lanzó de entrada que esas retroexcavadoras eran parte del plan oficial de infraestructura para “fortalecer los agronegocios”. Me atrapó.

Enseguida, explicó que el agronegocio es la fortaleza de Brasil y que éste se edificó sobre la base de la tecnología que incorporó el sector agroindustrial. “Las ventajas naturales se potencian con los continuos avances tecnológicos que pusieron a Brasil como potencia mundial de alimentos”. Planteó la saga del valor agregado, con sólidas menciones al papel de Brasil en la producción de “proteínas animales”. Nos recordó que se obtienen a partir del maíz y la soja, los dos productos más dinámicos de la expansión.

Entre los asistentes estaba el Blairo Maggi, famoso productor de soja (y ahora maíz), gobernador del estado de Matto Grosso do Sul y rival político de Dilma. Pero la presidenta le dedicó un cariñoso párrafo, agradeciéndole su papel de pionero en el agronegocio de Brasil. ¿Vio por qué las comparaciones son odiosas?

Es tan fuerte el crecimiento de la agropecuaria brasileña que los planificadores le erran por defecto. La sorpresa es el maíz: hace menos de un año, una proyección del Ministerio de Agricultura sostenía que iban a llegar a las 70 millones de toneladas en el 2020/21. Le pifiaron fiero: al momento de editar el informe, en abril del 2012, ya estaban recogiendo 72 millones. Y este año apuntan a las 80, superando a la Argentina como segundo exportador mundial. Brasil descubrió que necesita el maíz para darle sustentabilidad al desarrollo sojero. Ambos son los productos bandera. Todo lo demás crece al 1% anual, el maíz lo hace al 5% y la soja algo menos. Ambos constituyen también la base de la cascada de valor que se inicia en el procesamiento para obtener harinas proteicas, aceite, biocombustibles (biodiesel y etanol de maíz, que empieza a entrometerse en un mundo hasta ahora dominado por la caña de azúcar) y finalmente en carnes de todo tipo. El valor de la producción de maíz alcanza este año a 40.000 millones de dólares.

Brasil ya lidera las exportaciones mundiales de pollos, con 4 millones de toneladas, que se convertirán en 5 a fines de la década. También está en el podio de los cerdos, y es el número uno en carne vacuna, que crece fuerte. Aumentaron el stock en 26 millones de cabezas en el mismo lapso en el que la Argentina perdió 11. A ellos no se les ocurrió hablar de la mesa de los brasileños, que ahora está mucho mejor abastecida, sin retenciones ni desacople. El producto menos interesante, dice el documento del Ministerio de Agricultura, es el poroto, cuyo consumo tiene un coeficiente de elasticidad negativo. En criollo: cuando mejoran los ingresos, disminuye la ingesta de poroto y aumenta la de carne.

El mismo informe dice que la mayor limitante para la expansión maicera es la falta de semilla. Esta semana, en Suiza, Syngenta anunció una inversión de 77 millones de dólares para producir semilla de maíz en Brasil. ¿Entiende ahora por qué las comparaciones son odiosas?