Cosas chicas, cosas grandes

  • Imprimir

23/02/13

Mientras una poderosa delegación argentina desembarcaba esta semana en Durban, para liderar el noveno Congreso Mundial de Soja, en estas pampas los productores debatían cómo frenar el embate de un gobierno que “viene por todo”. Las huestes ruralistas piensan en un paro comercial en cuanto llegue la cosecha. El ministro de Agricultura respondió repitiendo una chicana: invitar a las cuatro entidades, con fecha y hora, pero por separado. Juego chico.

Contrastes. La semana pasada hablamos del contraste, relatando el apoyo de la presidenta de Brasil al sector agrícola. Ahora, en Río de Janeiro termina el Carnaval coronando a la escuela de samba Vila Isabel como la campeona. Con 3.800 integrantes y siete enormes carrozas, entre girasoles gigantes, langostas y espantapájaros alegóricos, desfilaron bajo el lema “Brasil, granero del mundo”.

“El agricultor merecía ese homenaje. Veníamos con una misión muy fuerte de hablar sobre el agricultor brasileño. Somos referencia agrícola en el mundo y necesitábamos de esto, estoy muy orgulloso de mi equipo”, celebró el presidente de la escuela, Wilson ‘Wilsinho’ Alves. Las carrozas representaban la productividad de Brasil con girasoles, frutas y verduras, pero también las amenazas a la agricultura, como la sequía, inundaciones y las plagas. Rendían también homenaje a las comunidades portuguesa, italiana, alemana y japonesa, que llevaron a Brasil a ser potencia agrícola.

El producto bandera de la nueva agricultura brasileña es…la soja. En los cerrados de Mato Groso, en las ondulaciones de Rio Grande do Sul, Paraná, San Pablo y las nuevas tierras que entran en producción en el nordeste, hay una fuerte presencia de la tecnología desarrollada en estas pampas. Ellos llegaron a la biotecnología cinco años después que nosotros, aunque empezaron contrabandeando la “soja Maradona”, gambeteando la absurda prohibición a los transgénicos. Cuando se sacaron el lastre, fueron imparables. Estábamos arrimándonos, llegando a 50 millones de toneladas cuando ellos tenían 60. Ahora estamos estancados en las mismas 50 y ellos ya llegan a 80, destronando a los Estados Unidos.

Y, sin embargo, en Durban Brasil pasó desapercibido. Es que es un congreso científico y tecnológico, y no tienen mucho original para contar. En cambio, los argentinos ratificaron su fuerte liderazgo. Daniel Ploper, director de la centenaria Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán, preside el Comité de Seguimiento científico del Congreso Mundial de Soja. Aquí se presentaron decenas de papers y sobre todas las materias. Y dio hasta para el anecdotario: un trabajo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires desmitificando sobre nuestras tribulaciones sobre la “enfermedad holandesa” (Dutch Disease) fue enviado erróneamente al comité fitosanitario.

Las compañías de insumos argentinas estuvieron muy activas. Nidera lanzó varias nuevos cultivares de soja par Sudáfrica. Don Mario está presente ahora con su propia marca. En inoculantes, Rizobacter (que anda por todo el mundo) repitió la experiencia del Farm Progress Show con un stand propio y un congreso científico paralelo que reunió a 80 grandes productores y distribuidores de Sudáfrica y los países vecinos. Las cepas argentinas de Rhizobium ya facturan en cuatro continentes. También pululan los coadyuvantes y antievaporantes desarrollados por la compañía para mejorar la calidad de las aplicaciones.

La presencia institucional de Acsoja coronó la participación argentina. Su titular Miguel Calvo destacó el apoyo del MinAgro, que exhibió el mayor stand de la muestra que acompañó al congreso. Allí estaba el subsecretario de Valor Agregado y Nuevas Tecnologías, Oscar Solís. Habrá visto cómo difunde por el mundo la enorme creatividad sojera de la Argentina. Quizá también se pregunte porqué aquí estamos en el chiquitaje.