"Reflexiones desde Des Moines" Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural del 30 agosto 2014

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Escribo estas líneas desde Des Moines, Iowa, ya regresando después de sumergirme por tres días, nuevamente, en el Farm Progress Show. Es la gran exhibición de la tecnología agrícola más avanzada del mundo, en el mítico corn belt (hoy rebautizado como corn&soybean belt) de los Estados Unidos.

Primera reflexión: no estamos lejos. Es más, nunca estuvimos tan cerca. Los farmers del Midwest están listos para levantar una cosecha con rindes espectaculares. El maíz promediará más de 105 quintales por hectárea. La soja se arrimará a los 30. Bueno, en la Argentina hay rindes consistentes por encima de ese nivel en ambos rubros y, si bien existe una brecha grande entre los que mejor hacen las cosas y la media, hay un proceso de mejora continua. Es más: los rindes de maíces tardíos sorprenden con rendimientos que superan los 100 quintales, algo que ningún técnico daba como posible para cultivos que maduran con días frescos y acortándose.

Tenemos prácticamente los mismos eventos biotecnológicos, un manejo parecido (o superior por la predominancia de la siembra directa en la Argentina) entre los líderes, que no mezquinan nutrientes aunque los números sean marginales. Nuestros costos son inferiores, por escala, habilidad y eficiente uso de maquinaria ya sea propia o vía contratistas. Nadie le saca tanto el jugo a su capital en fierros como los chacareros pampeanos.

Segunda reflexión: nos estamos alejando. Aparecen innovaciones que seguramente adoptaremos y adaptaremos, pero ya no se vive el fervor creativo de 20 años atrás. El ataque contra el sector ha hecho mella en los proveedores de insumos y equipos, y si bien se mantiene el flujo creativo, mermó considerablemente por inanición. Los productores han decidido invertir el mínimo necesario y eso impacta en las oficinas de investigación y desarrollo de las empresas, que son las primeras que se frenan en la época de vacas flacas.

Igual, es aleccionador ver que empresas nacionales líderes han vuelto al Farm a exhibir sus productos. Se sienten y son competitivas y en algunos casos sus innovaciones encuentran campo fértil aún en la agricultura más desarrollada del mundo.

Tercera reflexión: impacta el enorme contingente de argentinos que siguen buscando senderos que les permiten seguir huyendo hacia adelante. Este escape al futuro es el que les permitió baipasear períodos muy críticos, generando competitividad que hoy es transferida en su totalidad a un Estado avasallador, inconsciente del daño que se autogenera. La captura de todo el excedente agrícola infringe un daño fenomenal al único sector de la economía capaz de generar un flujo positivo de divisas. Esto ya es suficientemente conocido, pero la necedad obliga a seguir machacando.

Cuarta reflexión: hace un cuarto de siglo vivimos algo parecido. Agonizaba el gobierno del doctor Alfonsin, por falta de dólares. El campo había sido esquilmado por el simplismo de las retenciones y el tipo de cambio múltiple. Le tocaba el dólar más barato. Cinco años antes le habían acercado el “Informe 84”, que prometía un fuerte incremento de la producción y las exportaciones. Lo encajonaron. Alfonsin no pudo completar su mandato. La cosecha, que se arrimaba a las 45 millones de toneladas, bajó a apenas 27.

Por supuesto, con el tiempo la culpa fue del “golpe de mercado”. Como hoy lo son “los fondos buitres”.

Vinieron aires nuevos y se reinició la Segunda Revolución de las Pampas, que ya se había insinuado. El agro, con dificultades enormes, inició su despegue. En quince años estábamos en las 100 millones de toneladas, más la carne, la leche, los pollos y los cerdos.

Hace cinco años que estamos estancados. La macro economía agoniza. Vienen quince meses interminables. La culpa no es de “los agrogarcas”, sino de los “garKagros”.