"Bioenergía, del Sur al Mundo"

  • Imprimir

Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de abril de 2017"

El simposio “Del Sur al Mundo”, concretado esta semana en el Congreso de la Nación, fue el ámbito adecuado para juntar las cabezas de todos los involucrados en una cuestión clave para el agro: el futuro de los biocombustibles en la Argentina. Llegó en un momento clave, donde se cruzan los intereses del sector petrolero, la industria automotriz y los productores de etanol y biodiesel.

 

Las autoridades tienen que arbitrar entre las partes en un escenario en el que está definida la intención de avanzar con las energías renovables, mejorar la matriz de emisiones, sustituir importaciones y agregar valor a la producción agropecuaria.

 

Agradezco a Fernando Vilella, organizador del evento como Director del Departamento de Bionegocios de la Facultad de Agronomía (UBA) haberme brindado la oportunidad de coordinar un panel riquísimo. Fue emocionante recordar que allí mismo, hace diez años, se había aprobado la Ley de Biocombustibles 26093, que introdujo el corte obligatorio con biodiesel y etanol en nuestros combustibles.

 

Estaba allí Claudio Molina, hoy director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, redactor del cuerpo central de aquella ley. Y recordé a los presentes que todo surgió del interés intelectual de un grupo que carecía de interés económico alguno.

Sólo la convicción de que los biocombustibles contribuirían a la mejora del medio ambiente y a agregar valor adicional a los productos del agro. No había lobby alguno atrás del negocio, simplemente porque no existía… Ni siquiera los productores del campo y sus organizaciones lo veían como un tema de interés.

 

Pero se sancionó la ley y a pesar de las sinuosidades de la era K, se implementó el corte al 5% y se fue incrementando hasta el 10%. Tanto en biodiesel como en etanol.

 

Al asumir Macri, una de sus primeras medidas fue llevar el corto del etanol al 12%, un incremento que se otorgó exclusivamente al sector cañero. Esto significó un gran impulso a la economía del NOA.

 

Los elaboradores de etanol de maíz habían quedado relegados, esperando el próximo paso: seguir incrementando el corte y/o introducir nuevas alternativas, como el paso a la tecnología Flex (como en Brasil), o al E85 (EEUU). Esto implica cambios en la industria automotriz, en la logística (surtidores en estaciones de servicio), e impacta fuertemente en la industria petrolera, que vive sus propias convulsiones.

 

Ahora sabemos dónde estamos parados. Las autoridades, tanto de Agricultura como de Energía, manifestaron el interés de avanzar. El agro lo necesita. Sobre todo cuando el cambio en las reglas de juego, con la liberación del cepo cambiario, la eliminación de las retenciones a los cereales y la apertura comercial, permitió soltar amarras.

 

Este año la producción de maíz crecerá un 50% (38 millones de toneladas), volcando 10 millones adicionales al mercado, contribuyendo a deprimir el precio internacional. Algo hay que hacer.

 

En el mundo avanza el auto eléctrico. Tesla se convirtió esta semana en la empresa de mayor valor bursátil entre las automotrices norteamericanos. Volvo anunció el miércoles que inicia la fabricación de sus modelos eléctricos en China. Hyunday también arranca. Pero el auto eléctrico sólo será amigable con el medio ambiente donde la matriz de generación sea renovable.

 

Mientras tanto, avanza en el pipeline la tecnología SOFC (Nissan), un auto eléctrico que carga sus baterías sobre la marcha, con un combustible mezcla de etanol y agua. Sí, eléctrico pero basado en la agricultura sudamericana, como dicen los directivos de la automotriz japonesa.

 

Hay que pensar en grande. Como diría Bill Clinton, es la fotosíntesis, estúpido.