"Esperanza, en el camino del Progreso"

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Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 22 de Julio de 2017

El extraño romance de los argentinos con la carne vacuna es digno de mejores hazañas. La industria con que nació el país, a mediados del siglo XIX, y lo catapultó al nivel de los más potentes del mundo a principios del siglo XX, entró luego en un largo sopor de decadencia. Había que dar un puñetazo en la mesa y gritar “vengan todos para aquí”.

Ocurrió en la Rural, el rito que se renueva en Palermo. Es el lugar justo para convocar a todos los actores de la cadena de ganados y carnes. Desde sus orígenes, la muestra de Palermo es eminentemente ganadera. Por tercer año consecutivo, bajo el liderazgo de David Lacroze, acompañado por experimentados empresarios, técnicos de distintos eslabones de la actividad, y encumbrados funcionarios nacionales, se pasaron en limpio durante dos días todos los aspectos de la actividad. Y se trazaron los lineamientos para su relanzamiento. Casi fundacional.

Aunque en muchos prevalece la imagen bucólica de las vacas pastando, cediendo protagonismo a las cadenas agrícolas, la realidad es que la producción de proteínas animales es un negocio de “segundo piso”. Las vacas, los pollos, los cerdos no descubrieron todavía el misterio de la fotosíntesis y constituyen la forma de agregar valor a la agricultura. Convertir los granos en carnes y lácteos.

Pero para eso hay que reorganizar al sector. Venía a los tumbos, es cierto. Y los doce años de kirchnerismo lo llevaron al Quinto Círculo del infierno, donde los iracundos y los perezosos yacen sumergidos en el pantano del Estigia. Enorme dilapidación en nombre de la mesa de los argentinos. Nos comimos los vientres, los tornos de la industria. Falta materia prima. Sobran problemas. Quedaron expuestos en un debate profundo, serio, transparente, donde se dijo todo. El titular del frigorífico Gorina, Carlos Riusech, repasó ordenadamente los elementos que afectan la competitividad, proponiendo pasos para atacar cada uno de ellos.

El presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, expuso una generosa oferta crediticia para acompañar la recuperación. Y coronó el primer día del debate la presencia de uno de los funcionarios más cercano al presidente Mauricio Macri: Gustavo Lopetegui. Hombre de bajísimo perfil, pocas veces se había expuesto al diálogo franco. Y mostró que de esto sabe.

Conocimos a Lopetegui hace diez años, cuando estaba construyendo su planta de producción de quesos en Colonia Progreso, unos kilómetros más allá de Esperanza, y fabricada en su mayor parte con componentes locales. El destino era la exportación. El jueves relató en Palermo que, al mes de inaugurarla, el inefable Guillermo Moreno prohibió la exportación de quesos…

Recuerdo que en aquel encuentro del 2007 me sugirió una medida para resolver el permanente conflicto entre exportación y consumo interno de carnes: el gobierno había apelado a retenciones del 20%, y hasta la prohibición. No era su tema, pero lo había pensado: sabiendo que era imposible romper con la teoría de “la mesa de los argentinos”, podría aplicarse un aforo en lugar de los derechos de exportación ad valorem. Es decir, una suma fija por tonelada de carne, cualquiera fuera su precio. Eso favorecería, naturalmente, la exportación de los cortes más caros, dejando más carne disponible para el mercado interno. Me pareció creativo, pragmático y superador para ese momento.

Hoy, está en la mesa chica de la administración Macri. Confirmó que tienen bien asumido eso de la agroindustria como motor del desarrollo. Lopetegui cerró su participación con una metáfora que le brotó espontánea: “Para llegar a Progreso, hay que pasar por Esperanza”.