"Molestias y Autopistas" especial de Lucas Llach para Clarín Rural
El primer plan del próximo gobierno para el agro debería ser: basta de molestar a los productores. Muy rápidamente hay que sacar impuestos, eliminar permisos a la exportación e importación, corregir el atraso cambiario atacando la inflación de costos y bajar los riesgos que encarecen o ahuyentan el crédito.
La Argentina necesita construir 10.000 kilómetros, según Llach. Aquí, la Rosario-Córdoba.
Además de dejar de molestar, hay una agenda activa. Una parte importante de esa agenda consiste en acercar las economías regionales al mercado internacional con un shock de infraestructura.
En particular, la Argentina debe empezar a atacar sus altísimos costos de transporte con la construcción de una Red Federal de Autopistas de 10.000 kilómetros: 6.500 km para unir las 23 capitales continentales (sólo 5 están conectadas) y 3.500 kilómetros por motivos estratégicos o por saturación de las rutas actuales.
Los beneficios de una red de autopistas son múltiples, y muy superiores a sus costos. En primer lugar: las autopistas salvan vidas. En la Argentina mueren más de 7.500 personas al año por accidentes de tránsito, muchas de ellas en rutas de doble mano, en maniobras de sobrepaso. Decenas de miles sufren daños físicos permanentes.
Las autopistas son, además, un instrumento poderoso de desarrollo económico y equidad regional. En un mundo global, el destino de cada provincia consiste en encontrar su lugar en el mundo. Cuanto menores los costos de transporte, más parejas las posibilidades entre provincias cercanas y lejanas a los puertos.
Los costos de una Red Federal de Autopistas no son descomunales. Lo que hoy se gasta en subsidiarle el “dólar ahorro” y el “dólar Miami” a quienes no necesitan subsidios alcanzaría, en una presidencia, para conectar todas las capitales provinciales en red. El financiamiento de la obra con peaje es ineficiente, porque una vez que la autopista está construida tiene sentido no desalentar su uso, que sólo implica un costo adicional de mantenimiento.
Por supuesto, deben evitarse la grandilocuencia y el derroche. En la mayoría de los casos, pueden construirse autovías a partir de rutas existentes; en esencia, agregar una ruta al lado de la que ya existe, cambiando la traza sólo para circunvalar pueblos y ciudades. Es mucho más barato que hacer una autopista paralela desde cero (como la Rosario-Córdoba).
¿Y los trenes? Para pasajeros, el tren tiene sentido con volúmenes altos que permitan una razonable combinación de frecuencia y uso de la capacidad, condición que se da en áreas urbanas pero no necesariamente en el tráfico interurbano de nuestro país.
En cuanto al tránsito de carga, los principales volúmenes en la Argentina tienen un origen disperso y no muy alejado de las costas. El uso del camión es inevitable por la dispersión. El tren tiene sentido para transporte punto a punto (como de una minera a un puerto) o para distancias largas y materiales pesados. El Belgrano Cargas, por ejemplo, tiene que ponerse en valor.
Las autopistas tienen la ventaja de acomodar tanto tránsito de pasajeros como de carga y de adaptarse a los cambios tecnológicos (¿vehículos eléctricos? ¿bitrenes?) que puedan producirse en el transporte automotor.
La Argentina tiene este año una oportunidad para liberarse de todos los cepos, grilletes y esposas. La red de autopistas tiene que ser la columna vertebral de una Argentina federal e integrada al mundo. t Nota de Redacción: El autor es candidato a vicepresidente por la UCR.
"Palermo se nos hace carne" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 25 julio 2015
La Exposición Rural nació como una muestra esencialmente ganadera. La idea fue del ingeniero agrónomo Eduardo Olivera, uno de los grandes pioneros de las pampas. Eduardo se formó en Grignon, Francia, y en sus tiempos de estudiantes (allá por 1860) saltaba el Canal de la Mancha para visitar el Royal Show de Birmingham. Allí abrevaba en la fuente de la innovación, la Inglaterra de la revolución industrial que se abría paso también por el campo.
En una carta a su padre, apasionado como él por la ganadería, le contaba que había visto la exhibición de una nueva versión del “arado de vapor”. Por la descripción, se trataba de una especie de locomotora chica que arrastraba un arado. Asistía al nacimiento del tractor. Campo e industria eran la misma cosa. El romance era de ida y vuelta. Las fábricas lanzaban productos para el agro, el agro devolvía tractores Ransomes y arados Lely convertidos en novillos. La carne es hierro con valor agregado.
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"Pioneros que vuelan alto" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 11 de julio 2015
Alberto Hardoy y Alberto Freixas, voy a evocarlos, tratando de despojarme del dolor de haber perdido en las últimas semanas a quienes fueron mis dos mejores amigos. Ustedes fueron demasiado importantes en esta Segunda Revolución de las Pampas como para dejarse abatir.
Alberto Freixas era sobrino de Alberto Hardoy. Vivía en Junín, y manejaba el tambo de su tío, “Las Raíces Viejas”. Lo conocí cuando en 1976 me alejé del periodismo para instalarme allí mismo, y hacer mi experiencia en la producción, el comercio y los agroservicios. Fueron mis primeros clientes.
Yo, ávido de aplicar ideas innovadoras. Ellos, terreno fértil para subir cualquier apuesta. Volaban alto.
En aquellos años, el tambo era de base exclusivamente pastoril. Pero ellos estaban en la zona maicera.
En interminables tertulias, excitados por litros de mate, empezamos a imaginar que no sería posible sostener la competencia con la agricultura. Había llegado el Contimax, el primer híbrido de maíz de gran potencial. Ya venían los de Fabio Nider en Dekalb.
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"El fin de la edad de hierro" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 junio 2015
En estas pampas se está escribiendo la historia de la nueva agricultura. La Segunda Revolución de las Pampas, la de la conquista tecnológica, arrancó con la intención de acortar la brecha que se había abierto con le agricultura del mundo desarrollado. Parecía cuestión de “copy-paste”.
Pero enseguida comprendimos que ese sendero era un cul de sac. Ellos subsidiaban a sus agricultores con recursos que proporcionaba la competitividad industrial. Al revés, exactamente, de lo que sucedía en estas playas. Teníamos que inventar otros caminos.
Y lo hicimos. Con tanta suerte, que no solo se logró desarrollar el agro, la agroindustria conexa corriente arriba y corriente abajo, sino que la Argentina se hizo viable. Los dislates de la política económica no invalidan esta sentencia: basta un golpe de timón para que dejemos de estar proa al viento, con las velas flameando y sin “darle camino” a este barco que sigue con ganas de navegar.
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"Laudato si, mi Signore" editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural, 20 junio 2015
“Seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.
Con esta conmovedora oración de San Francisco de Asís, el Papa Francisco encabezó su primera encíclica, destinada a la cuestión ecológica. Una pieza clave, que con un tono medido y contenedor, convoca a afrontar los desafíos ambientales que afectan al planeta y a la humanidad. En particular, a los más pobres, que siempre son los que primero padecen los efectos de la crisis ambiental.
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