Talentos del fin del mundo
16/03/13
Un adagio de las tribus centroafricanas que hablan la cautivante lengua Wolof dice que los milagros que nos manda Dios sólo los aprovechan los que están despiertos. Nos lo recordaba hace poco Julio García Tobar, maestro de muchos de los que aportaron en esta Segunda Revolución de las Pampas.
Decíamos la semana pasada que finalmente el experimento K alcanzaba su insólito objetivo: frenar al campo para ver qué pasaba. Hizo lo posible, en los últimos cinco años, por terminar con la vigorosa expansión de nuestras pampas. Un intento absurdo de sabiondos y suicidas encaramados sobre una plataforma de prejuicios ideológicos. Creen que el mundo se mueve a través del antagonismo. La ceguera les impidió ver que el agro era y es parte de la solución, no parte del problema.
Decíamos la semana pasada, parafraseando al poeta, que “cuando el campo está triste, los pueblos se llenan de yuyos”. Expoagro mostraba síntomas claros de un bajón anímico. La brillante exposición de siempre dejaba agujeros inesperados. Faltaban por primera vez muchas de las más importantes proveedoras globales de equipos para la agricultura.
Se rumoreó que fue parte del torniquete del gobierno para arruinar el negocio de los organizadores, Nación y Clarín. Las empresas lo desmintieron, explicando el faltazo por la falta de presupuesto. No es lo mismo, pero es igualmente grave: el que no invierte en mostrar sus productos, es porque no ve dinamismo en la demanda.
Sembrar es un acto de fe. De optimismo. Para seguir sembrando hacía falta recuperarlo. Y de pronto, Habemus papam, y Francisco es argentino. “Fueron a buscar un Papa al fin del mundo”.
La sorpresiva decisión de los cardenales de la Iglesia generó una enorme reacción de esperanza en la sociedad del fin del mundo. Una sociedad que si se mirara en el espejo de sus talentos, no vería razones para tener el alma en pena. Entre sus talentos, están los que siembran para alimentar millones de bocas en todo el mundo. Los argentinos que hoy brillan son Messi, Ginobili, Del Potro, pero en las góndolas de todo el mundo brillan los pollos, los cerdos, los lácteos que se producen con nuestro maíz y nuestra soja. También brillan, pero por su ausencia, nuestras carnes y otros productos emblemáticos que agonizan por mala praxis y absurdas peleas contra molinos de viento.
El domingo pasado, una horda con claros vínculos con el poder, incendió la municipalidad de Junín, una ciudad del campo cuyo intendente milita en la oposición. Pegada al edificio municipal está la añosa Catedral San Ignacio de Loyola, que sirvió de refugio a los agredidos.
San Ignacio de Loyola fue el fundador de la Compañía de Jesús. Sí, la orden de los Jesuitas, de la que el Papa Francisco es hijo dilecto. Las cosas a veces “se simbolizan”, decía el sicólogo Fernando Ulloa. Pero la imagen es fuerte y válida.
“Armonía entre nosotros”, dijo Francisco en su primer mensaje a los cardenales. Nos hablaba también a los argentinos. Entre ellos, a los del campo. “Terminemos con el pesimismo”, les recomendó. De nuevo, nos hablaba a nosotros. Entre ellos, a los del campo.
El oficialismo, tras la visceral reacción de algunos de sus intelectuales más encumbrados, exhibió signos positivos.
Julián Domínguez, católico practicante, ex Ministro de Agricultura y actual titular de la cámara baja, fue el primero que elogió al Papa Francisco y está viajando para asistir a su primer Angelus. Lo hizo también Fernando “Chino” Navarro, un militante K que se ha mostrado varias veces dispuesto a debatir ideas con gente del agro.
Nada será fácil. Nada garantiza un giro copernicano de un gobierno que, creyendo que el mundo se le caía encima, huía hacia rumbos insospechados. Esta semana la taba se dio vuelta. Pero, como recomendaba el wolof, habrá que estar despierto.
Al final, dio resultado…
02/03/13
Hace cinco años, el gobierno ensayaba la alquimia de las retenciones móviles. Dijimos entonces que se trataba de un experimento inédito: jamás un investigador (en este caso en el terreno de la política económica y la sociología) se había animado a frenar a un sector para ver qué pasaba.
Aquella intentona falló. La enorme movilización del campo frenó el disparate. El gobierno entregó varias piezas. Cayó el ministro de Economía, cayó el secretario de Agricultura. Se quebró la alianza de la “transversalidad”, tras el voto no positivo del ex vicepresidente Julio Cobos.
Desde aquél momento, una sombra de dualidad dominó la escena. De un lado, el gobierno pareció dispuesto al cambio, tanto en la forma como en los contenidos. La creación del Ministerio de Agricultura, una añosa reivindicación del sector rural, fue una señal interesante.
Su titular, Julián Domínguez, hizo el intento de sumar voluntades, convocando a todo el mundo a elaborar el Plan Estratégico Agroalimentario. La dirigencia y la mayor parte de los “auto convocados” sospechó siempre que se trataba de una celada.
Sin embargo, la movida del PEA contribuyó a instalar la importancia del sector en la economía y la sociedad. La propia presidenta Cristina Kirchner nos sorprendió en el recordado lanzamiento, en Tecnópolis, haciendo suyas las ambiciosas metas del plan.
Dijimos entonces que el solo hecho de plantearse el objetivo de 150 millones de toneladas para el 2020 era una señal positiva. Dijimos también que para lograrlas, todo lo que había que hacer era dejar al campo en paz y olvidarse de nuevos experimentos.
Julián Domínguez sumó puntos y ascendió a su actual posición como titular de la Cámara de Diputados. Una señal de que -aún en un gobierno K- desde lo rural se puede crecer en la carrera política.
Pero las esperanzas se fueron diluyendo. Hacia afuera, el discurso de CFK sigue reivindicando los laureles del campo y su enorme competitividad, construida a partir de la tecnología.
La realidad es que el campo está parado. Las metas se pierden en el horizonte. Todavía no llegamos a las 100 millones, tendríamos que haber superado ya los 120. Lejos de mejorar la composición de la canasta de productos, hay cada vez más peso de la soja. El trigo y la carne siguen su espiral descendente. Brasil, pero también Paraguay y Uruguay, crecen vertiginosamente en todos los rubros.
Los disparates comerciales y la increíble presión fiscal lograron reverdecer aquel famoso experimento. Los chacareros escapan de los productos más intervenidos, como el trigo y el maíz, que son paradójicamente los que acumularon más innovación en los últimos años.
A las retenciones, se suma el gravísimo problema del IVA, con los saldos acumulados que jamás se recuperan. Las provincias, abandonadas a su suerte si incurren en indisciplina política, hacen lo suyo con el inmobiliario. Y los municipios quieren cobrar hasta los carteles ruteros.
No hay plata. Y, sobre todo, falta confianza. Es lo que se vio esta semana en Expoagro. A la imponente muestra de la tecnología en acción no le faltó gente. Pero sí le faltó gente con actitud de compra.
También le faltaron algunas empresas de primera línea, sobre todo las compañías internacionales que son las que mueven la aguja de los bienes de capital. Sus directivos sostienen que el faltazo fue por cuestiones presupuestarias. En los corrillos se sospechó de un “apriete” por parte del gobierno. Todo puede ser. Pero lo que importa es que aunque hubieran estado presentes, no hubieran podido torcer la decisión de chacareros de brazos caídos. Experimento K “al palo”.
Cuidado, porque no es el momento para que se paralice la producción. Como decía el poeta, “cuando el campo está triste, los pueblos se llenan de yuyos”.
Cosas chicas, cosas grandes
23/02/13
Mientras una poderosa delegación argentina desembarcaba esta semana en Durban, para liderar el noveno Congreso Mundial de Soja, en estas pampas los productores debatían cómo frenar el embate de un gobierno que “viene por todo”. Las huestes ruralistas piensan en un paro comercial en cuanto llegue la cosecha. El ministro de Agricultura respondió repitiendo una chicana: invitar a las cuatro entidades, con fecha y hora, pero por separado. Juego chico.
Contrastes. La semana pasada hablamos del contraste, relatando el apoyo de la presidenta de Brasil al sector agrícola. Ahora, en Río de Janeiro termina el Carnaval coronando a la escuela de samba Vila Isabel como la campeona. Con 3.800 integrantes y siete enormes carrozas, entre girasoles gigantes, langostas y espantapájaros alegóricos, desfilaron bajo el lema “Brasil, granero del mundo”.
“El agricultor merecía ese homenaje. Veníamos con una misión muy fuerte de hablar sobre el agricultor brasileño. Somos referencia agrícola en el mundo y necesitábamos de esto, estoy muy orgulloso de mi equipo”, celebró el presidente de la escuela, Wilson ‘Wilsinho’ Alves. Las carrozas representaban la productividad de Brasil con girasoles, frutas y verduras, pero también las amenazas a la agricultura, como la sequía, inundaciones y las plagas. Rendían también homenaje a las comunidades portuguesa, italiana, alemana y japonesa, que llevaron a Brasil a ser potencia agrícola.
El producto bandera de la nueva agricultura brasileña es…la soja. En los cerrados de Mato Groso, en las ondulaciones de Rio Grande do Sul, Paraná, San Pablo y las nuevas tierras que entran en producción en el nordeste, hay una fuerte presencia de la tecnología desarrollada en estas pampas. Ellos llegaron a la biotecnología cinco años después que nosotros, aunque empezaron contrabandeando la “soja Maradona”, gambeteando la absurda prohibición a los transgénicos. Cuando se sacaron el lastre, fueron imparables. Estábamos arrimándonos, llegando a 50 millones de toneladas cuando ellos tenían 60. Ahora estamos estancados en las mismas 50 y ellos ya llegan a 80, destronando a los Estados Unidos.
Y, sin embargo, en Durban Brasil pasó desapercibido. Es que es un congreso científico y tecnológico, y no tienen mucho original para contar. En cambio, los argentinos ratificaron su fuerte liderazgo. Daniel Ploper, director de la centenaria Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán, preside el Comité de Seguimiento científico del Congreso Mundial de Soja. Aquí se presentaron decenas de papers y sobre todas las materias. Y dio hasta para el anecdotario: un trabajo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires desmitificando sobre nuestras tribulaciones sobre la “enfermedad holandesa” (Dutch Disease) fue enviado erróneamente al comité fitosanitario.
Las compañías de insumos argentinas estuvieron muy activas. Nidera lanzó varias nuevos cultivares de soja par Sudáfrica. Don Mario está presente ahora con su propia marca. En inoculantes, Rizobacter (que anda por todo el mundo) repitió la experiencia del Farm Progress Show con un stand propio y un congreso científico paralelo que reunió a 80 grandes productores y distribuidores de Sudáfrica y los países vecinos. Las cepas argentinas de Rhizobium ya facturan en cuatro continentes. También pululan los coadyuvantes y antievaporantes desarrollados por la compañía para mejorar la calidad de las aplicaciones.
La presencia institucional de Acsoja coronó la participación argentina. Su titular Miguel Calvo destacó el apoyo del MinAgro, que exhibió el mayor stand de la muestra que acompañó al congreso. Allí estaba el subsecretario de Valor Agregado y Nuevas Tecnologías, Oscar Solís. Habrá visto cómo difunde por el mundo la enorme creatividad sojera de la Argentina. Quizá también se pregunte porqué aquí estamos en el chiquitaje.
“Las comparaciones son odiosas”
16/02/13
Cervantes lo puso en La Celestina y lo repitió, dos veces, en El Quijote. Bueno, si él lo hizo, yo también puedo: “las comparaciones son siempre odiosas”. Además, el que avisa no traiciona.
En Cascavel, la próspera ciudad del estado de Paraná, se celebró la semana pasada la versión 2013 de una de las ferias agrícolas más importantes de Brasil. Hasta allí fue Dilma Rousseff y aprovechó para entregar 39 rotoexcavadoras, una para cada intendente de pueblos del interior, todos de menos de 50.000 habitantes. Después arrancó con su discurso.
Acostumbrado a estas celebraciones y al clásico reparto de buenas noticias, estuve a punto de hacer zapping. Pero Dilma no me dio tiempo. Lanzó de entrada que esas retroexcavadoras eran parte del plan oficial de infraestructura para “fortalecer los agronegocios”. Me atrapó.
Enseguida, explicó que el agronegocio es la fortaleza de Brasil y que éste se edificó sobre la base de la tecnología que incorporó el sector agroindustrial. “Las ventajas naturales se potencian con los continuos avances tecnológicos que pusieron a Brasil como potencia mundial de alimentos”. Planteó la saga del valor agregado, con sólidas menciones al papel de Brasil en la producción de “proteínas animales”. Nos recordó que se obtienen a partir del maíz y la soja, los dos productos más dinámicos de la expansión.
Entre los asistentes estaba el Blairo Maggi, famoso productor de soja (y ahora maíz), gobernador del estado de Matto Grosso do Sul y rival político de Dilma. Pero la presidenta le dedicó un cariñoso párrafo, agradeciéndole su papel de pionero en el agronegocio de Brasil. ¿Vio por qué las comparaciones son odiosas?
Es tan fuerte el crecimiento de la agropecuaria brasileña que los planificadores le erran por defecto. La sorpresa es el maíz: hace menos de un año, una proyección del Ministerio de Agricultura sostenía que iban a llegar a las 70 millones de toneladas en el 2020/21. Le pifiaron fiero: al momento de editar el informe, en abril del 2012, ya estaban recogiendo 72 millones. Y este año apuntan a las 80, superando a la Argentina como segundo exportador mundial. Brasil descubrió que necesita el maíz para darle sustentabilidad al desarrollo sojero. Ambos son los productos bandera. Todo lo demás crece al 1% anual, el maíz lo hace al 5% y la soja algo menos. Ambos constituyen también la base de la cascada de valor que se inicia en el procesamiento para obtener harinas proteicas, aceite, biocombustibles (biodiesel y etanol de maíz, que empieza a entrometerse en un mundo hasta ahora dominado por la caña de azúcar) y finalmente en carnes de todo tipo. El valor de la producción de maíz alcanza este año a 40.000 millones de dólares.
Brasil ya lidera las exportaciones mundiales de pollos, con 4 millones de toneladas, que se convertirán en 5 a fines de la década. También está en el podio de los cerdos, y es el número uno en carne vacuna, que crece fuerte. Aumentaron el stock en 26 millones de cabezas en el mismo lapso en el que la Argentina perdió 11. A ellos no se les ocurrió hablar de la mesa de los brasileños, que ahora está mucho mejor abastecida, sin retenciones ni desacople. El producto menos interesante, dice el documento del Ministerio de Agricultura, es el poroto, cuyo consumo tiene un coeficiente de elasticidad negativo. En criollo: cuando mejoran los ingresos, disminuye la ingesta de poroto y aumenta la de carne.
El mismo informe dice que la mayor limitante para la expansión maicera es la falta de semilla. Esta semana, en Suiza, Syngenta anunció una inversión de 77 millones de dólares para producir semilla de maíz en Brasil. ¿Entiende ahora por qué las comparaciones son odiosas?
¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?
09/02/13
Hace ochenta años, Olinda Bozán, en el sainete “Café Cantante”, estrenó la ranchera “Donde hay un mango”. Con música de Francisco Canaro y letra de Ivo Pelay, uno de sus versos más recordados decía: “¿Dónde hay un mango, / Viejo Gómez? / Los han limpiao / con piedra pómez /…” La lucha continúa…Sólo que ahora no es por el mango, sino por el dólar. El gobierno padece el síndrome de angustia verde, y rasca el fondo de la olla buscando ese dólar “que te haga morfar”. La desesperación es mala consejera: lo que natura non da, chacrer non presta. La Afip salió a apretar a acopios y productores para que “denuncien” sus existencias, en la inteligencia de que están reteniendo mercadería. Más allá de que es su derecho, la realidad es que no debe haber en stock más de 2 millones de toneladas de soja, lo que apenas alcanza para quince días de molienda. Y faltan dos meses para que arranque la cosecha.
La urgencia es mala consejera. Los tiempos biológicos son tiranos. No hay apriete que logre que la soja se entregue antes de abril. Pero además, el manejo de la gran macro no hace más que exacerbar la tendencia al retaceo.
En la incertidumbre cambiaria, la única moneda fuerte es la soja. Encima, nadie sabe a ciencia cierta cuánta habrá, con más de un mes sin lluvias, mucho bicho y aborto de flores. Esto se está reflejando en Chicago: la soja ya vale un 20% más que a esta altura del año pasado. Los stocks mundiales son los más bajos de la historia y la soja no tiene sustitutos.
Lo que el gobierno debiera hacer es relajarse un poquito, aceptando que la situación es coyuntural. El apriete solo sirve para más cerrazón. El gobierno se está metiendo solito en un corralito que amenaza convertirse en un laberinto. Veamos.
Al hostigar al sector exportador, con chicanas como el draft survey (control de cargas por medición en la línea de flotación, y no con las balanzas de precisión auditadas por el propio gobierno), lo único que logró es demorar un promedio de 19 horas cada buque en carga. A eso le sumó los operativos de control de estupefacientes. No está mal que esto exista, pero sí que se conviertan en más motivos de demora. Son dólares que el país pierde, aumento de los costos de transacción. A la Argentina le costó muchos años regenerar una imagen de “puertos limpios”. Una pena perderla.
Lo que la conducción oficial debiera analizar es qué relación hay entre esta angustia verde y su propia gestión. El Plan Estratégico Agroalimentario lanzado hace un par de años se había propuesto metas muy ambiciosas. Y, dijimos aquí mismo, viables. Pero van dos años y dos “pufos”. El clima puso lo suyo, es cierto, y solo cosechamos 40 millones de toneladas de soja el año pasado. Ahora es cuando se siente ese faltante de 10 millones de toneladas.
Pero si hubiéramos tenido una cosecha lógica de trigo, estaríamos compensando en buena medida. Debiéramos estar en 20 millones de toneladas. Hubo menos de 10. En valor, 3.000 millones de dólares que entrarían entre enero y abril, mientras esperamos la soja. Todos sabemos por qué no hay trigo, y encima el año que viene habrá aún menos.
Cada vez hay menos dudas, entre economistas y políticos, de que el país está frente a una extraordinaria oportunidad. En el propio gobierno esto se percibe. Pero entre las urgencias y el discurso ideológico, las perspectivas se evaporan. La Coca Cola que no se tomó ayer, no se tomará nunca. Brasil ya supera a EE.UU.como mayor productor mundial de soja. Hace cinco años, la Argentina producía 10 millones de toneladas menos que Brasil. Este año, la brecha será de 30. En maíz, Brasil pasó de 20 a 70 millones de toneladas en diez años. En el tute maicero, seguimos apenas cantando las 20.
Entonces nos asalta el recuerdo de la ranchera. ¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?