"Una cadena que el mundo teme y admira"
Editorial del Ing.Arg. Héctor Huergo en Clarín del sábado 16 de diciembre de 2017"
El aumento del arancel del 8%, que definió el Gobierno, deja al biodiésel fuera de combate.
Los dos grandes factores que le dieron sostén a los precios agrícolas, tras décadas de depresión por exceso de oferta, fueron la transición dietética en los países asiáticos, y la irrupción de los biocombustibles. Ambos siguen vigentes, pero…los contrarios también juegan. La Unión Europea y los Estados Unidos quieren sacar a la Argentina de la cancha. Lo están logrando.
Esta semana, el gobierno argentino elevó el arancel del biodiesel a un 8%, con lo que lo deja prácticamente fuera de combate. Ya sabemos: Estados Unidos le metió derechos de importación promedio del 70% (difieren según empresa proveedora), lo que no tiene fundamento alguno.
Solo subrayaba, con grueso trazo de evidencias, que van a cumplir con la promesa de campaña de Donald Trump: llevarse el trabajo a casa. Quedaba el mercado europeo, a duras penas recuperado tras ganar un Panel ante la OMC. Se habían retomado los embarques, con buen ritmo. Pero la UE le impone al bio argentino derechos del orden del 20%.
Eso ya lo ponía contra las cuerdas. Este 8% de retenciones prácticamente lo tira del ring. No es moco de pavo para la cadena sojera.
Conviene insistir en una cuestión clave. Lo más importante es que el mundo siga utilizando biodiesel. En cualquier lado. El efecto del biocombustible es digerir producto agrícola, generando demanda en un mercado que va incrementando la oferta.
El discurso efectista de “alimentos vs. energía” le ha quitado fuerza a esta demanda. Eso fue fogoneado por los dos sectores que recibieron el impacto de la irrupción de los biocombustibles en la gran escena global: la industria alimenticia (que ahora tenía que afrontar mayores costos por la suba de los granos), y la energía convencional, sometida a una competencia inesperada.
El aceite, más que un alimento, es un insumo de la industria alimenticia. Es más rica la papa frita que la papa hervida. Es también más práctica en el “food service”, en particular en las casas de comida rápida que siguen ganando la carrera gastronómica. Cada vez más la gente come afuera de casa, y allí gana la fritanga.
Pero la producción es más fuerte…La expansión de la soja en América y de la palma en el sudeste asiático metieron presión en el mercado del aceite. El biodiesel es una excelente forma de digerir los excedentes.Entonces, que la vieja Europa y los Estados Unidos mantengan sus planes de sustituir gasoil por biodiesel es una buena noticia. De lo contrario, la cotización del aceite caería en picada, afectando la ecuación de la soja.
La mala noticia es que lo quieren hacer ellos. Estados Unidos tiene aceite de sobra. Europa no. Así que van a seguir comprando. La mala noticia para la Argentina, que montó una poderosa industria integrada en los últimos quince años, es que pierde el eslabón final de la cadena de valor.
Convertir aceite en biodiesel significa utilizar un catalizador, el metilato, que es producido ahora en el propio complejo agroindustrial por una compañía alemana, que se instaló hace cinco años. Sustitución de importaciones.
Como subproducto, surge la glicerina de origen renovable (que sustituye a la convencional, de petróleo), donde hoy la Argentina manda a nivel mundial. Se han levantado varias plantas de refinación de glicerina, una molécula muy interesante que está dando lugar a una cascada de productos de alto valor como los bioplásticos. Todo esto está en juego.
También trascendió que la Argentina no va a litigar contra Estados Unidos en la OMC. El gobierno confía en la negociación directa, o directamente le da la razón a Trump abandonando el campo de batalla. Si esto sucede, asistiremos a la primarización de una industria que el mundo teme y admira.
"El cerdo, un gran escape"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 9 de octubre de 2017
El nivel de tecnología que utilizan las granjas porcinas permite producir 25 capones terminados por madre cada año.
Uno de los fenómenos más interesantes en la saga del campo es la expansión que están experimentando los cerdos. Como todo proceso, tiene sus idas y vueltas, arranques y retrocesos, controversias varias y cierto regusto plañidero. Pero la realidad es que la nave va. Y podría ir mucho mejor.
El despegue se inició hace diez años, cuando las retenciones capturaban toda la renta y encima arreciaban las restricciones a la exportación de maíz y trigo. El cerdo fue una vía de escape casi indispensable. Yo no eran los pequeños chacareros que intentaban darle valor a su maíz, en el modelo tradicional de 50 chanchas gestando a campo y pariendo en precarios cobertizos.
Lo nuevo eran criaderos bien concebidos, con escala mayor (300 madres para arriba) inversiones fuertes en estructura, galpones, comederos automáticos, piso ranurado, recogida y manejo de los purines, genética, sanidad y manejo.
La cuestión no era tanto el negocio del valor agregado, sino una norma de supervivencia: compensar las pérdidas de la agricultura a través de la conversión de insumos baratos en productos económicamente más viables.
No los unía el amor, sino el espanto. En poco tiempo, se generalizaron índices de productividad comparables a los mejores del mundo. Dos décadas atrás, solo un puñado de criaderos bien concebidos alcanzaba niveles de 25 capones terminados por madre y por año. Unos 3.000 kilos de carne.
Ahora, el que no tiene este piso no se anima a abrir la boca en los profusos encuentros del sector. La dinámica es fenomenal: viajes a Brasil, a Estados Unidos, a Dinamarca, países que estaban un paso adelante. El gap se achicó vertiginosamente.
Ejemplo: esta misma semana, cuando se superponen los cócteles de fin de año y los consabidos balances, una empresa escapó a la regla y lanzó un producto que mejora el peso de los lechones al destete. Medio centenar de productores se trenzaron en la discusión: si convienen madres hiper prolíficas o no tanto, para asegurarse un mayor peso por lechón nacido y más viabilidad.
Si destetar a los 21, a los 28 o a los 26 días. Si los tres meses, tres semanas y tres días típicos de la gestación deben dejarse atrás, porque son 114 días y es mejor llegar a los 116. Este es el nivel de precisión que maneja esta vanguardia, que no es patrulla perdida. Van adelante y crean una succión que arrastra a todos.
La producción creció. Prácticamente, se duplicó en una década. Y ya no están las retenciones como motor. Un buen marketing de las organizaciones del sector permitió que de pronto el cerdo ocupara un lugar impensado en las parrillas domésticas.
Hoy no falta una bondiola, alguna pulpa o el inefable matambre en todo asado dominical. Las ribs, los costeletas, el pechito. Pasamos de un consumo de menos de 5 kg por persona y por año, a los más de 10 actuales.
Algunos se organizaron, incluso, para exportar. Embocaron un par de embarques a Rusia, aprovechando una fisura que dejó Brasil por problemas de papeles. La gran oportunidad, sin embargo, es sustituir el consumo interno de carne vacuna, dejando más saldos exportables de un producto bien reconocido y de extraordinaria reputación en la Unión Europea, como reveló un reciente estudio del IPCVA.
Pero no todas son flores. La competitividad tranqueras adentro se pierde cuando el capón inicia su viaje al frigorífico. Costo argentino, como en todas las actividades, que obliga a operar en todos los frentes. Desde el IVA (hay presión para bajarlo al 10,5%, pero esto afectaría mal a los productores, que acumulan saldos por insumos y servicios que pagan el 21%), hasta ingresos brutos y otras gabelas que estimulan la marginalidad, una de las lacras de todas las cadenas cárnicas.
"Día fundacional en Christophersen"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de noviembre de 2017
Esta semana se inauguró el biodigestor en el megatambo de Adecoagro.
El ministro de Agroindustria, Luis Etchevehere, estuvo presente en la inauguración.
Fue un día fundacional. Otro más en la saga fenomenal de la Segunda Revolución de las Pampas. La inauguración de la planta de generación eléctrico en el megatambo de Adecoagro hizo quebrar de emoción no solo a Ernesto Pittaluga, gerente de lechería de la empresa, en el final de su breve discurso. Lagrimeaban hasta el flamante ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, Mariano Bosch, el CEO de Adecoagro, y todo el equipo que había concretado una verdadera ruptura paradigmática en la forma de producir leche en la Argentina.
Yo también lloré. Un sueño convertido en realidad. En realidad, lo que se inauguró fue mucho más que un biodigestor. Se concretó la fase final de un círculo virtuoso, donde cada factor de la producción cumple con una misión específica. La tierra, la mejor tierra del país, en las suaves lomadas de Christophersen --a pocos metros de la famosa Picasa que siempre es mala noticia--, se dedica a la producción del alimento. Fundamentalmente, maíz, para grano y silaje. Pero también avena y trigos para ensilar. De 15 a 20 toneladas de materia seca de alta calidad para alimento de las lecheras.
Y la vaca cumple la función de transformar ese alimento en leche. Para explotar el extraordinario incremento del potencial genético de las vacas Holando, había que darles todo el confort. Empezando por evitar el costo energético y las penurias de los traslados continuos del pasto al tambo. Así, las vacas promedian desde hace un año los 37 litros por día. El doble que la media nacional, que dispone de la misma genética. Convierten un kilo de materia seca en 1,5 litros de leche.
El modelo Adecoagro permitió superar la enorme restricción para avanzar en escala. En Christophersen hay dos tambos de 3500 vacas cada uno. Se ordeñan en sendas calesitas a un ritmo de 500 vacas por hora, tres veces por día. En el país existen grandes productores de leche que desdoblan sus rodeos en varias unidades, y cada una se maneja con el sistema tradicional: un tambero que capitanea todo el manejo, desde el pasto hasta el ordeñe. Siete días por semana, dos veces por día.
Mariano Bosch se empeña en explicar que ellos no están cuestionando otros modelos, que pueden a su juicio ser funcionales. Pero rescata que este sistema les resulta funcional también desde el punto de vista de la organización del trabajo y la calidad de vida de los operadores. Turnos rotativos de ocho horas, la gente vive en el pueblo y unas combis los llevan todos los días al campo. Los niños van a la escuela, al club y socializan con sus amigos, rompiendo la dicotomía entre “los chicos del campo” y los de la ciudad. Una brecha que se disipa.
No hay que boyerear ni arrear las vacas bajo la lluvia, el frío, el calor y el barro. El confort no es tanto para las vacas como para la gente. Todo se controla mejor, desde el parto en el establo, la sacada de celo, la inseminación.
Y un dato clave. Bosch asegura que aún en los peores momentos de la lechería, como los que se vivieron en los últimos años, el sistema fue rentable. Nunca dio números en rojo, a pesar del costo de cualquier curva de aprendizaje. Por supuesto, no pueden darse el lujo de que algo falle. La clave es mantener la producción por encima de los 35 litros por vaca y por día. Están convencidos de que se puede.
Y convencieron a los accionistas, que hoy son miles de inversores. Hace cinco años abrieron su capital en el Nasdaq de Wall Street, donde cotizan bajo la sigla AGRO. Allá valoran no solo los números, sino también el valor de la sustentabilidad. Que incluye lo económico, lo ambiental y también lo social.
Cerrando el círculo...
Lechería. Nota del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de diciembre de 2017
Con la inauguración de su biodigestor en Santa Fe, Adecoagro agrega la producción de energía a partir de estiércol. El cambio de paradigma lechero, hecho realidad.
La firma cerró un acuerdo de venta con el ente eléctrico, Cammesa, por el que tiene que entregar 1,42 megawatt de energía eléctrica por día durante veinte años.
Con la inauguración de su biodigestor, concretada esta semana, el tambo de Adecoagro en Christophersen (sud de Santa Fe) cierra el círculo de la sustentabilidad. Es el eslabón que le faltaba para consolidar un verdadero cambio de paradigma en la producción lechera argentina: alta productividad basada en un modelo de confinamiento completo, recogida del estiércol y su valorización como fuente de energía eléctrica, y deposición final de los efluentes en los lotes de producción de forraje.
Economía 360 en escala. Ya cuentan con 7.000 vacas en ordeñe, que viven estabuladas en inmensos galpones, sobre cama de arena, con ventilación y todos los atributos de confort tanto para los trabajadores como para los animales. En esas condiciones, el potencial lechero de las vacas se expresa a pleno: el año pasado promediaron los 36,7 litros diarios y en lo que va del 2017 están por encima de los 37. Una productividad que duplica la de los siete tambos pastoriles con 1.800 vacas que recibieron en el 2002, cuando Adecoagro inició sus operaciones.
El tambo tiene 7.000 vacas en ordeñe que están totalmente confinadas en galpones. Por vaca, se producen 36 litros de leche.
La visión de Mariano Bosch, quien había salido al mundo a buscar capitales para desarrollar proyectos agropecuarios y agroindustriales, era que existía un “gap” tecnológico.
En el caso de la lechería, se podía actuar en dos frentes: mejorar la productividad forrajera en las fértiles tierras del sud de Santa Fe, y se podía explotar a fondo el potencial genético de las vacas. Para ello, había que independizar las funciones. El campo produce forraje abundante y de calidad. Se lo cosecha y almacena. La vaca convierte este forraje en leche.
El talón de Aquiles era la falta de experiencia en el país, totalmente volcado al paradigma pastoril. Igual, en el 2005 Bosch y su equipo --bajo el mando directo de Ernesto Pittaluga, Gerente de Lechería de la empresa-- tomaron la decisión de armar un primer tambo, de 1.500 vacas, bajo estabulación completa. Salieron al mundo a buscar y aprender. Sabían que iban a pagar un derecho de piso. El peaje más caro fue el del manejo de la bosta.
Adoptaron la cama de arena. Aprendieron a manejarla. Se extrae, se tamiza, se seca. Pero hacía falta tratar el efluente. Ahora está.
Lo cuenta el propio Mariano: “a fines del 2016 hemos participado en el Programa RenovAr Ronda 1, una Convocatoria Abierta Nacional e Internacional de abastecimiento de energía eléctrica renovable bajo la dirección del Ministerio de Energía y Minería de Argentina. Como resultado de haber sido adjudicada nuestra oferta, en marzo de 2017 celebramos un contrato de venta de energía eléctrica renovable con CAMMESA, que nos compromete a entregar a la red 1,42 MW durante los próximos 20 años”.
Calesita: así es el tambo de Adecoagro. Permite un ordeñe rápido.
Tan sólo nueve meses después de haber iniciado la obra en enero 2017, la planta quedó en total funcionamiento, generando el volumen de gas necesario para mantener el generador prendido y produciendo los volúmenes de energía comprometidos, dos meses antes de la fecha límite propuesta.
“Se consolida una solución ambiental y se suma un eslabón más a la captura de valor a partir de la capacidad productiva de los campos de la zona”, agrega Bosch. “Con rotaciones que maximizan el aprovechamiento del recurso suelo y la generación de forrajes de manera sustentable, podemos alimentar de manera eficiente las vacas”.
Luego las heces recogidas del total de las vacas a través de la limpieza de los galpones que se realiza 3 veces por día, es separada de la arena para ingresar al proceso de biodigestión en condiciones controladas. Estas condiciones de un delicado equilibrio entre temperatura, acidez, composición del “digestato” y otras variables, favorecen el desarrollo de bacterias metanogénicas, que son las encargadas de producir metano a partir de la materia orgánica.
La capacidad de procesamiento es de 2 mil metros cúbicos por día de efluente tal cual. Implicó una inversión de 6 millones de dólares y cuenta con una potencia instalada de 1,4 megawatt (MW), con una capacidad de Generación de Energía Eléctrica de 9.000 MWh/año.
“De esta manera –se entusiasma Ernesto Pittaluga-- se agrega un eslabón más en la cadena de aprovechamiento del potencial productivo de los campos, ya que el biodigestor permite valorizar lo que quedó contenido en las heces y no pudo ser aprovechado en el primer proceso digestivo al que fue sometido el alimento dentro del rumen de los animales”.
Por otro lado brinda una solución de altísimo valor ambiental al capturar el metano impidiendo que llegue como tal a la atmósfera, minimizando también la generación de olores.
Pero ahí no termina la historia. Los residuos del proceso de biodigestión tienen un alto poder fertilizante.
Por lo tanto una vez terminado el proceso son separados en tres fases. En la primera etapa se obtiene un biofertilizante sólido de alto valor agronómico que se distribuye con carros dispuestos para tal fin en los lotes. Luego, una segunda etapa de decantación en lagunas impermeabilizadas, donde se genera un material semilíquido que se distribuye con tanques especialmente diseñados para lograr una buena distribución de esta presentación de biofertilizante.
Por último, otra laguna impermeabilizada donde ya el material es totalmente líquido permitiendo incluso bombearlo a través de un pivot de riego, cumpliendo no solo con los requerimientos de irrigación sino que aportando también minerales como una forma líquida de biofertilizante.
De esta manera y utilizando las tres distintas presentaciones de biofertilizantes de modo estratégico dentro de la rotación, termina el circuito de aprovechamiento del recurso suelo, “retroalimentándose para garantizar la sostenibilidad de su potencial productivo que garantiza la producción de forrajes y granos como inicio de la cadena de agregado de valor”.
Además del incremento que esta producción de energía genera por sí misma en nuestro resultado económico, han iniciado los trámites para generar créditos de carbono.
“Obtenerlos no sólo dejaría en evidencia el impacto que tiene este tipo de sistemas sobre la conservación del medio ambiente, sino que generaría un incremento marginal para el ingreso del proyecto”.
En total, desde que arrancaron con el tambo y hasta llegar a las 7.000 vacas actuales en ordeñe, llevan invertidos 50 millones de dólares.
El plan es duplicar, ahora que cerraron el circuito y están consolidados en todos los aspectos del sistema. Y para ello van a invertir otros 60 millones. Lo aprobaron los accionistas, atomizados desde que, hace cinco años, la empresa hizo una emisión de acciones en la bolsa de Nueva York, donde opera con la sigla “AGRO”.
En el tambo de Christophersen cuentan con 150 empleados en forma directa, cifra que se va a duplicar en el 2019.
“Por cada puesto directo, calculamos ente 4 y 5 indirectos, lo que tiene un impacto fenomenal en la zona”, concluyó Bosch.
La clave está en el factor humano
La clave del modelo de Adecoagro es el factor humano. Desde el origen, en 2002, Mariano Bosch lo destaca permanentemente, y no solo es cuestión de su palabra. Siempre que nos recibió lo hizo interactuando con su staff.
Y cada responsable de área lo hace con su propio equipo. En el tambo de Christophersen trabajan 150 personas, en 3 turnos de ocho horas, y cuentan con un servicio de transporte tercerizado que permite que la gente esté buena parte del día en sus hogares o en el pueblo. Esto implica otra ruptura frente a la tradición, lo que implica un gran desafío. Hay tareas que requieren un seguimiento estricto (por ejemplo, “sacar celo” e inseminar) y lograron profesionalizarlo exitosamente. Tanto, que llegaron a dominar el empleo de semen sexado de modo tal que ya lo están implementando no solo en vaquillonas, sino en buena parte del rodeo. Apuntan a un 70% de nacimientos de hembras. Es una tecnología de altísimo impacto para un proyecto de crecimiento, donde el requerimiento de nuevas vacas se hace exponencial.
No todo será crecimiento horizontal, que tampoco se frena en las 14.000 vacas proyectadas para el 2019. Y en la mira está la instalación de una planta de derivados lácteos de alto valor, acorde con las nuevas tendencias del mercado.
"Cadenas, mercados y simplificación"
Editorial del Ing. Agr, Héctor Huergo en Clarín Rural del 25 de noviembre de 2017"
Etchevehere anunció que uno de sus objetivo es hacer más sencilla la gestión de las empresas agropecuarias.
Ya está en marcha la nueva etapa del Ministerio de Agroindustria, ahora en manos de Luis Miguel Etchevehere, que abandona así la presidencia de la Sociedad Rural Argentina. En su primer encuentro con la prensa, el flamante ministro estableció los tres puntos centrales de su gestión: el trabajo con las cadenas de productos, la apertura de nuevos mercados, y la simplificación de la gestión de las empresas agropecuarias.
No son proyectos revolucionarios ni conmovedores por lo ambiciosos. Pero sin duda que son desafiantes, sobre todo ante la maraña de intereses y el empeño de la burocracia por justificar su propia esencia reguladora y su supervivencia como especie. Vayamos por partes.
Es una buena señal esta defensa de las cadenas de producto, que sin duda han emergido como una fuerte representación de los sectores más dinámicos en la era de la Segunda Revolución de las Pampas.
En su debut, le tocó sentarse frente a la foresto-industrial, cuyo fenomenal potencial fue trabado por la impericia K y la decisión política de alimentar el conflicto con la pastera Botnia (hoy UPM) en Uruguay.
Etchevehere es entrerriano y aunque no tuvo un rol destacado durante el largo entredicho, ahora se manifestó a favor de la instalación de plantas que procesen la enorme riqueza forestal (actual y potencial) de su provincia y del país. Por supuesto, le llovieron críticas de las fuerzas “progresistas”, que insisten en su planteo ideologizado a pesar de que las pasteras demostraron que no contaminan.
También es una buena señal esta reivindicación de las cadenas. Muchos recuerdan su fuerte entredicho, cinco años atrás, con Gastón Fernández Palma, quien fuera el titular de Maizar, la entidad que coordina a todos los eslabones del maíz, un nodo clave en la cascada de valor.
Disconforme con el buen trato que recibía el sector pollero por parte del gobierno kirchnerista, Etchevehere pateó el tablero. Fernández Palma, médico y productor agropecuario muy reconocido y apreciado, había realizado una gran gestión como presidente de Aapresid, sin duda la entidad más creativa y promotora de los grandes cambios tecnológicos del último cuarto de siglo.
El agua no llegó al río, pero tanto Maizar como las otras entidades de cadena quedaron malquistadas con el ahora ministro. Con estos antecedentes, es lógico que haya provocado sorpresa su súbita reivindicación de las cadenas. En buena hora.
Para la apertura de mercados, le dio continuidad a Marisa Bircher, una funcionaria muy activa y con buenos pergaminos en los dos años de su antecesor Ricardo Buryaile. Se han dado pasos concretos en varios productos y países, notablemente el tema de la carne a China.
Conviene señalar que David Lacroze, a quien se atribuye un rol muy importante moviendo los hilos de la nueva gestión, es quien armó y condujo la policromática mesa de carnes. El propio Macri mantuvo más reuniones con esta mesa que con cualquier otro sector de la economía, lo que revela su convicción acerca de la oportunidad que significa.
Pero al mismo tiempo, se presentan nuevos desafíos de enorme envergadura: la recuperación del mercado de los Estados Unidos para el biodiésel y ahora, la amenaza de la pérdida del mayor mercado para el aceite de soja: la India, que estaría aplicando fuertes derechos de importación de manera inminente. Miles de millones de dólares en juego.
Y ya que hablamos de la soja, conviene recordar una de las definiciones clave del ministro recién ungido: no habrá cambios en el régimen de retenciones. Esto significa que se mantendrá el cronograma de reducción de medio punto por mes, desde el 30% actual, a partir del primero de enero próximo. Etchevehere asume que el frontón del MinAgro es la cuestión fiscal.