Más Rápido Que el Google Earth. Editorial de Héctor Huergo
Me encanta explorar el mundo con el Google Earth. Un instrumento maravilloso que permite ver desde los satélites lo que ni los números ni las palabras pueden transmitir fácilmente: la realidad. Menos, cuando la realidad es una fabulación.
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"Cómo evitar una catástrofe" Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural, 19 oct. 2013
Ya todos sabemos que la soja es importante para la Argentina. Pero a veces no alcanzamos a comprender hasta qué punto. Veamos lo que está ocurriendo y saquemos conclusiones… Argentina es el mayor exportador mundial de los dos derivados más importantes del procesamiento de soja: el aceite y la harina de alto contenido proteico.
Alcanzó el primer lugar en el podio luego de 20 años de continuas inversiones privadas en plantas y puertos de última generación, acompañados por obras de infraestructura (también privadas) como el dragado y balizamiento de la hidrovía del Paraná. Los embarques alcanzaron los 25.000 millones de dólares anuales, con una balanza comercial enormemente favorable ya que los únicos insumos que se importan son las materias primas de algunos fertilizantes.
Con esta posición tan relevante, la Argentina es formadora indiscutible de precios en ambos productos, además de incidir también en la cotización del poroto. A mayor procesamiento, menores embarques de soja como grano, lo que entona su precio. Conviene recordar que este es el básico agrícola que exhibió mayor dinamismo en las últimas dos décadas, cuando se duplicó su demanda por acción de dos drivers: la transición dietética de los países asiáticos y de Medio Oriente (más necesidad de harina de soja para producir proteínas animales), y más necesidad de aceite para uso alimenticio y para biodiesel.
Precisamente, en los últimos años la Argentina comenzó a convertir parte del aceite de soja en biodiesel. De pronto, se encontró liderando también el mercado mundial de este combustible renovable. Y por supuesto, también se convirtió en formador de precios.
Primer corolario: la Argentina incide decisivamente en los precios internacionales de todo el complejo: el poroto, la harina, el aceite y el biodiesel.
Segundo corolario: como hay vasos comunicantes entre todos ellos, cualquier cosa que suceda con uno de los términos incidirá en la ecuación final.
Bueno, ¿qué está pasando? El año pasado, los embarques de biodiesel iban viento en popa. Lo mismo sucedía con el consumo doméstico, impulsado por la política de aumentar el corte del gasoil con biodiesel (una forma de sustituir las crecientes importaciones del derivado del petróleo). De pronto, el gobierno dio un giro de 180 grados. Duplicó las retenciones al biodiesel y bajó el precio del mercado interno. Se complicaron las exportaciones. Y el corte, que había superado el 10%, bajó al 5.
Consecuencias: pararon las plantas de biodiesel, y empezó a volcarse más aceite al mercado mundial. La situación se agravó cuando la Unión Europea, el principal comprador de biodiesel, comenzó a restringir las importaciones. Los embarques del 2012 habían superado los 1800 millones de dólares. En lo que va del año, no llegan a 400 millones. Una catástrofe para la balanza comercial.
Pero ahí no termina el drama. Al aumentar la oferta de aceite de soja crudo, los precios comenzaron a derrumbarse. En los últimos diez meses cayeron nada menos que un 35%. Esto generó un margen negativo en la molienda. Conviene exportar el grano. Entonces se da una situación inédita: escasea la harina de soja, que por primera vez vale más que el grano. Aunque no compensa la caída del precio del aceite.
Tercer corolario: la cuestión del biodiesel desencadenó una cascada negativa, que ahora, con la decisión europea de imponer derechos de importación del 25%, amenaza con convertirse en una catástrofe.
Solución: pelearle a la UE porque sus argumentos son truchos. Y aumentar inmediatamente el corte local, lo que además significaría un tremendo ahorro de divisas por sustitución de importaciones. Y evitaríamos que se siga derrumbando el precio del aceite de soja, que a su vez arrastra al de girasol, donde la Argentina también manda.
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"Biodiesel:problema y solución" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural. 12/10/13
Quizá no se haya evaluado, ni en el agro, ni en el gobierno, ni en la oposición, el impacto de la decisión europea de imponer derechos de importación del 25% al biodiésel argentino. Es fundamental entender la verdadera dimensión del problema, e imaginar soluciones que por otro lado no pueden esperar.
La UE ya venía trabando el ingreso del biodiésel argentino con distintas chicanas. Pero además, la conducción oficial puso su granito de arena el año pasado, cuando la política de biocombustibles dio un giro de 180 grados. Hasta entonces, se había impulsado la producción, las exportaciones y el corte del gasoil con biodiésel en el mercado interno. En agosto del 2012 se duplicaron los derechos de exportación y se redujo el precio del mercado interno.
La consecuencia inmediata fue que los embarques cayeron más del 50%, y también cayó el uso local, que había superado el 10% de biodiésel en el corte con el gasoil.
El gobierno no se preocupó mucho. Pensaron que lo que no se embarcase como biodiesel viajaría como aceite. Y justificaron el “switch” con un argumento que les sonaba lógico: el aceite paga el 32% de derechos y el biodiesel “solo” el 24%, una brecha de 8 puntos que en el imaginario oficial mejoraría la situación fiscal.Es un análisis estático, que por otro lado destruye la teoría tan meneada del “valor agregado en origen”. El biodiésel es la etapa superior de la soja, y se hicieron inversiones por más de mil millones de dólares para pasar de exportar aceite crudo, a exportar un biocombustible renovable. Y al mismo tiempo sustituir importaciones de gasoil, que es justamente el talón de Aquiles del modelo.
Vale la pena analizar la ecuación dinámica. Argentina es por lejos el mayor exportador mundial de aceite de soja. Lo que se percibió desde que comenzó la caída de los embarques y del consumo local, fue una mayor afluencia de aceite de soja argentino al mercado mundial. Chicago reflejó de inmediato la situación: entre enero y setiembre, el aceite de soja bajó un 25%. La semana pasada, cuando se conoció la decisión europea, bajó 5% adicional. Y ayer otro 2%. Esta caída de más del 30% es consecuencia de un sobrante de 2 millones de toneladas de aceite argentino que antes iban a biodiésel.
Esto destruye la idea de que la sustitución de exportaciones de biodiésel por las de su materia prima, el aceite de soja, mejora la situación fiscal. Los ocho puntos de brecha arancelaria se evaporaron como consecuencia de la caída de los precios. En el camino quedaron miles de puestos de trabajo, además de la interrupción de la construcción de nuevas plantas en la más dinámica industria de la década.
Sigamos. El precio de la soja se forma a través de sus dos componentes sustanciales: el aceite y la harina. La firmeza de la harina está compensando la caída del precio del aceite. Pero si se derrumba el mercado europeo, como todo lo indica, rebalsaremos de aceite (que además no hay donde guardarlo) y esto impactará en la cotización de la soja que se embarca sin procesar, que paga un 35% de derechos.
El efecto cascada se traslada al girasol, que contiene un 50% de aceite. Su precio ya ha caído en simpatía con el del aceite de soja. También en este caso hay pérdida fiscal porque el aceite de girasol paga el 32% de derechos.
Es fundamental entonces digerir estos excedentes de aceite. Lo más plausible es volcar la producción de biodiésel al mercado interno aumentando el corte al 15%. Y usar mayores proporciones para la generación eléctrica (no hay problemas técnicos), para el agro y el transporte. Hoy es más barato que el gasoil importado, que por otro lado ha sido desgravado, mientras el biodiésel sigue pagando un 41% de impuestos internos. Sustituir gasoil importado por biodiésel, entonces, no solo ahorraría divisas, sino que tampoco tendría impacto fiscal.
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"Cómo dilapidar nuestra energía renovable" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 5 octubre 2013
El biodiesel, la etapa superior de la soja, recibió esta semana un exocet debajo de la línea de flotación. La Unión Europea le aplicó derechos de importación del orden del 25% al que proviene de la Argentina, con lo que aleja definitivamente la posibilidad de acceder a su principal mercado. Un exabrupto, porque aunque se esperaba la aplicación de alguna gabela, el monto triplica las previsiones más pesimistas.
El imperativo del hambre
23/03/13
El jueves, parecía que los avatares del dólar dejaban en segundo plano el aluvión informativo y la emoción desatada por el advenimiento del Papa Francisco. En el campo había cierta preocupación, ya que varios comunicadores de renombre responsabilizaban a los chacareros de la falta de divisas por “encanutar la soja”.
Una tontería, porque la liquidación de dólares por parte de los exportadores tendía a normalizarse, al ritmo del avance de la cosecha. Tanto, que Guillermo Moreno abrió inesperadamente un cupo extra de exportación por 2 millones de toneladas de maíz “porque se están portando bien”.
En el medio de ese fárrago con foco en el dólar, un lúcido agro-tuitero de la primera hora, @contalito, sentenció que la nota del día era la publicada por el Southwest Farm Press, donde se titulaba que el Vaticano era “un soporte peso pesado de los cultivos transgénicos”. Nos hizo volver a la mirada de faros largos.
El artículo recuerda que el Papa Francisco es un técnico químico, recibido antes de iniciar su carrera eclesiástica. Y enseguida dice: “viene de la Argentina, cuyos productores recalaron fuertemente en cultivos genéticamente mejorados (GMO). Y profesa una fuerte preocupación por los pobres, quienes son los que tienen más para ganar con el crecimiento de la producción de alimentos”.
Remarca más adelante que la Pontificia Academia de Ciencias, organizó en 2009 una conferencia sobre biotecnología agrícola. Al cabo del evento, sentenció que “hay un imperativo moral para hacer que los beneficios de la ingeniería genética estén disponibles en gran escala para las poblaciones más pobres y vulnerables, de modo que les permitan mejorar su standard de vida, mejorar su salud y proteger el medio ambiente”.
La prioridad del Papa Francisco es la pobreza. Y quien habla de menos pobreza habla de más comida. El ministro de Ciencia y Técnica del primer ministro británico David Cameron acaba de sacar un documento en el que señala que para alimentar a los 10.000 millones de habitantes que habrá en 2050, será necesario un enorme salto de productividad. Y además habrá que resolver los desafíos del cambio climático, con más incidencia de sequías y salinización del agua.
Casi simultáneamente, el departamento de Agricultura de los EE.UU. daba cuenta que por primera vez en esta campaña, habrá más cultivos OGM en los países en vías de desarrollo que en los desarrollados. En especial en Sudamérica, la enorme reserva mundial de alimentos. Francisco es el primer Papa sudamericano.
La Vieja Europa, aturdida por el pesimismo verde, se convirtió en un nido tecnofóbico. Pero hace un par de meses llegó el arrepentimiento de Mark Lynas, el periodista inglés que lideró el combate contra la biotecnología en los 90. “Confieso que mis opiniones fueron equivocadas, porque no se basaron en ciencia sana”. Y reconoció que gracias a los transgénicos, no solo se incrementó la producción sino que se redujo el uso de insecticidas. “Ninguna de las catástrofes que imaginábamos tuvo lugar”, sentenció, y convocó a otros militantes de organizaciones ecologistas a sumarse a una visión más científica y menos emocional.
En Roma está también la sede de la FAO. Al frente de la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación está Graziano Da Silva, un brasileño que se ganó el lugar por el éxito de la política de hambre cero que él implementó cuando fue ministro del ex presidente Lula. Una interesante vecindad para la gran misión de resolver el hambre que aún campea en el planeta.
En la Argentina, el campo está en pie de guerra. Tiene sus razones. Pero a diferencia de otras épocas, los problemas son exclusivamente internos. El mundo, lejos de caerse encima, es ahora una oportunidad mucho más amplia que quince días atrás.