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Una de cal, otra de arena

01/06/13

La cadena de la soja recibió esta semana un duro golpe: finalmente, la Unión Europea decidió aplicar derechos de importación al biodiesel argentino. La medida es particularmente grave porque tiene un efecto retroactivo. Están en juego los embarques realizados durante todo el año, si la investigación puede demostrar las dos razones que se esgrimieron para aplicarles la gabela: dumping y subsidio.

 

La decisión abarca también al biodiesel de palma proveniente de Indonesia. Al igual que el argentino, elaborado a partir de la soja, es mucho más barato que el europeo. Esto es consecuencia del precio notablemente inferior de las materias primas con que ambos se elaboran. El aceite de palma es el más barato del mundo, seguido por el de soja. La Unión Europea no produce ninguno de ambos.

La intención de la UE es proteger a la industria local de biodiesel, que padece problemas de competitividad estructurales. Lo más grave es que para cumplir con el mandato de alcanzar un corte del gasoil con 5.75% de biodiesel, no les alcanza con el aceite de colza, el principal del viejo continente. Y que además es mucho más caro que el de soja o el de palma.

La intención europea es que la Argentina les venda el aceite crudo, para producir ellos el biocombustible en sus propias refinerías. Por eso cuestionan que nuestro país haya establecido derechos de exportación más elevados para el aceite que para el biodiesel. En eso basan su denuncia sobre la existencia de un “subsidio”, un hecho absurdo porque el biodiesel paga derechos de exportación del orden del 20%. El hecho de que el aceite reciba un castigo aún mayor no significa que el biodiesel reciba beneficio alguno.

La nueva vuelta de tuerca de la UE se suma a embates anteriores que se mantienen latentes. Por ejemplo, el cuestionamiento a la “huella de carbono” del biodiesel de soja. Tomando argumentos poco serios de organizaciones ambientalistas, han llegado a sostener que la soja argentina provocó el desmonte de millones de hectáreas, cuando el 90% de la producción se desarrolla en las tradicionales zonas de cultivo de la pampa húmeda, donde nunca hubo un árbol. Lo que desnuda la falacia es que no oponen restricción alguna a la importación de aceite de soja para producir biodiesel. Es decir, cuestionan al biocombustible porque se elabora con una materia prima que ellos cuestionan, pero al mismo tiempo toman una medida a favor de la importación de esta materia prima.

Fuentes del sector destacaron la gestión de la Cancillería argentina en la disputa. La situación es delicada porque el biodiesel es fundamental en la formación de la ecuación económica del complejo soja. La caída de los embarques incide en el poder de compra de la industria exportadora.

Como contracara de este problema, se conoció esta semana que China finalmente aprobó el protocolo para la importación de material genético bovino proveniente de la Argentina. Es una noticia de importancia cualitativa para el sector, ya que el gigante asiático no solo se perfila como un gran mercado para semen, embriones y reproductores. Es también, por sus altísimos niveles de requerimientos sanitarios, un antecedente muy fuerte para acreditar el status de todos los productos pecuarios de estas pampas.

Carlos Munar, un experto del sector privado que empujó este proceso durante más de diez años, reconoció el logro como un fruto de la interacción con el sector público. Destacó en particular la gestión de Miguel Campos, el ex secretario de Agricultura que inició la negociación, y Julián Dominguez, que logró un avance decisivo en su reciente visita a China, un país que está demandando enormes cantidades de embriones de razas lecheras y carniceras. Munar mencionó que hay cabañas y centros genéticos ya calificados, para las razas Holando, Angus e incluso la Wagyu de origen japonés. Una buena…

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