"al modelo le faltan dólares..." Editorial Héctor Huergo en Clarin Rural

Apenas un mes después de haber descalabrado a la industria del biodiesel, la fase superior de la soja, el novel (con v corta) viceministro de Economía, Axel Kicillof, planteó esta semana con palmaria claridad cuál es el cuello de botella del “modelo”: aquí lo que faltan son dólares.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Con un simple decreto y una rudimentaria y gesticulada argumentación, Kicillof duplicó los derechos de exportación del biocombustible y redujo su precio para el mercado interno. Consecuencia: pararon todas las plantas, salvo algunas entre las más competitivas, que igual redujeron su producción a la mitad. Entre ellas, la más grande del mundo bajo la tecnología de la transesterificación, y sólo superada ahora por una imponente planta en Rotterdam de la petrolera finlandesa Neste Oil, que opera con…aceite argentino.

Sustitución de exportaciones, que le dicen: hasta hace un mes embarcábamos biodiesel, que se hace con aceite de soja. Ahora, volvemos a mandar el aceite.

Pero hay más. “Necesitamos cada dólar para buscar petróleo”, lanzó esta semana el aventurero funcionario. Bueno, ahora tiene menos dólares. Y además necesitará más gasoil para el mercado interno en el corto plazo, ya que a estos precios no se puede sostener el corte al 7% que se había alcanzado gracias a una fase acertada de la política energética del propio gobierno. El millón de metros cúbicos de biodiesel consumido en el mercado interno en los últimos doce meses significó un ahorro de 1.000 millones de dólares en importaciones. Doblete: menos exportaciones y más importaciones.

Pero el verdadero problema, a esta altura, no reside en Kicillof, ni en quien le da de comer. La cuestión es que sus argumentos alcanzan la categoría de lo “políticamente correcto”, que es pegarle al agro y a su abanderada en esta etapa, la soja. La mayor parte de los economistas, formados en centros de estudios donde en general “Economía Agraria” es una materia optativa, coincide en que la soja califica entre lo indeseable y lo deletéreo. Los muchachos del Plan Fénix, el “think tank” de los economistas de esta escuela ya clásica, arrojaron esta semana un nuevo libelo argumentando que por culpa de la expansión agroindustrial, sufre toda la economía. “Enfermedad holandesa”, dicen. Sí, en Holanda es donde se acaba de instalar una planta de biodiesel que funciona con aceite de soja argentino, primarizando nuestra economía.

El tema no es sólo el biodiesel. Lo que se cuestiona es la idea de que la Argentina no puede desarrollarse si se sigue “apostando” a la soja. Señores, los que apuestan a la soja son los chacareros. El gobierno y el resto de los argentinos no apuestan nada. Simplemente, aprovechan sus beneficios. Pero repiten las muletillas, mitos urbanos que ya es hora de destruir.

“No podemos depender de los chinos”, disparan unos. Señores, China es solo el 20% de los embarques y además, el menos interesante. Compra fundamentalmente semilla, y no tanto aceite, harina y biodiesel. Ojo, ese 20% son más de 5.000 palitos. Una industria automotriz completa.

“La soja no genera empleo”. Muchachos, miren los pueblos del interior por el Google Earth, si es posible con una Mac, que permite comparar las fotos actuales con las de hace diez años. En Firmat, en el 2000 no había piletas en las casas. Ahora no falta en ninguna. Un amigo mío se hizo rico vendiendo cloro… “La Argentina se está desindustrializando”. Gente, a pesar de los ingentes esfuerzos K, está naciendo una nueva industria. También pueden seguirla desde los satélites. Verán por ejemplo el nuevo polo que está surgiendo en Timbúes, cerca del Fuerte Sancti Spiritu, donde nació la Nación.

Allí están las respuestas que no encuentran los que viven y nos gobiernan desde una nube de biogás.

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