"Cómo evitar una catástrofe" Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural, 19 oct. 2013

Ya todos sabemos que la soja es importante para la Argentina. Pero a veces no alcanzamos a comprender hasta qué punto. Veamos lo que está ocurriendo y saquemos conclusiones… Argentina es el mayor exportador mundial de los dos derivados más importantes del procesamiento de soja: el aceite y la harina de alto contenido proteico.

Alcanzó el primer lugar en el podio luego de 20 años de continuas inversiones privadas en plantas y puertos de última generación, acompañados por obras de infraestructura (también privadas) como el dragado y balizamiento de la hidrovía del Paraná. Los embarques alcanzaron los 25.000 millones de dólares anuales, con una balanza comercial enormemente favorable ya que los únicos insumos que se importan son las materias primas de algunos fertilizantes.

Con esta posición tan relevante, la Argentina es formadora indiscutible de precios en ambos productos, además de incidir también en la cotización del poroto. A mayor procesamiento, menores embarques de soja como grano, lo que entona su precio. Conviene recordar que este es el básico agrícola que exhibió mayor dinamismo en las últimas dos décadas, cuando se duplicó su demanda por acción de dos drivers: la transición dietética de los países asiáticos y de Medio Oriente (más necesidad de harina de soja para producir proteínas animales), y más necesidad de aceite para uso alimenticio y para biodiesel.

Precisamente, en los últimos años la Argentina comenzó a convertir parte del aceite de soja en biodiesel. De pronto, se encontró liderando también el mercado mundial de este combustible renovable. Y por supuesto, también se convirtió en formador de precios.

Primer corolario: la Argentina incide decisivamente en los precios internacionales de todo el complejo: el poroto, la harina, el aceite y el biodiesel.

Segundo corolario: como hay vasos comunicantes entre todos ellos, cualquier cosa que suceda con uno de los términos incidirá en la ecuación final.

Bueno, ¿qué está pasando? El año pasado, los embarques de biodiesel iban viento en popa. Lo mismo sucedía con el consumo doméstico, impulsado por la política de aumentar el corte del gasoil con biodiesel (una forma de sustituir las crecientes importaciones del derivado del petróleo). De pronto, el gobierno dio un giro de 180 grados. Duplicó las retenciones al biodiesel y bajó el precio del mercado interno. Se complicaron las exportaciones. Y el corte, que había superado el 10%, bajó al 5.

Consecuencias: pararon las plantas de biodiesel, y empezó a volcarse más aceite al mercado mundial. La situación se agravó cuando la Unión Europea, el principal comprador de biodiesel, comenzó a restringir las importaciones. Los embarques del 2012 habían superado los 1800 millones de dólares. En lo que va del año, no llegan a 400 millones. Una catástrofe para la balanza comercial.

Pero ahí no termina el drama. Al aumentar la oferta de aceite de soja crudo, los precios comenzaron a derrumbarse. En los últimos diez meses cayeron nada menos que un 35%. Esto generó un margen negativo en la molienda. Conviene exportar el grano. Entonces se da una situación inédita: escasea la harina de soja, que por primera vez vale más que el grano. Aunque no compensa la caída del precio del aceite.

Tercer corolario: la cuestión del biodiesel desencadenó una cascada negativa, que ahora, con la decisión europea de imponer derechos de importación del 25%, amenaza con convertirse en una catástrofe.

Solución: pelearle a la UE porque sus argumentos son truchos. Y aumentar inmediatamente el corte local, lo que además significaría un tremendo ahorro de divisas por sustitución de importaciones. Y evitaríamos que se siga derrumbando el precio del aceite de soja, que a su vez arrastra al de girasol, donde la Argentina también manda.

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"Biodiesel:problema y solución" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural. 12/10/13

Quizá no se haya evaluado, ni en el agro, ni en el gobierno, ni en la oposición, el impacto de la decisión europea de imponer derechos de importación del 25% al biodiésel argentino. Es fundamental entender la verdadera dimensión del problema, e imaginar soluciones que por otro lado no pueden esperar.

La UE ya venía trabando el ingreso del biodiésel argentino con distintas chicanas. Pero además, la conducción oficial puso su granito de arena el año pasado, cuando la política de biocombustibles dio un giro de 180 grados. Hasta entonces, se había impulsado la producción, las exportaciones y el corte del gasoil con biodiésel en el mercado interno. En agosto del 2012 se duplicaron los derechos de exportación y se redujo el precio del mercado interno.

La consecuencia inmediata fue que los embarques cayeron más del 50%, y también cayó el uso local, que había superado el 10% de biodiésel en el corte con el gasoil.

El gobierno no se preocupó mucho. Pensaron que lo que no se embarcase como biodiesel viajaría como aceite. Y justificaron el “switch” con un argumento que les sonaba lógico: el aceite paga el 32% de derechos y el biodiesel “solo” el 24%, una brecha de 8 puntos que en el imaginario oficial mejoraría la situación fiscal.Es un análisis estático, que por otro lado destruye la teoría tan meneada del “valor agregado en origen”. El biodiésel es la etapa superior de la soja, y se hicieron inversiones por más de mil millones de dólares para pasar de exportar aceite crudo, a exportar un biocombustible renovable. Y al mismo tiempo sustituir importaciones de gasoil, que es justamente el talón de Aquiles del modelo.

Vale la pena analizar la ecuación dinámica. Argentina es por lejos el mayor exportador mundial de aceite de soja. Lo que se percibió desde que comenzó la caída de los embarques y del consumo local, fue una mayor afluencia de aceite de soja argentino al mercado mundial. Chicago reflejó de inmediato la situación: entre enero y setiembre, el aceite de soja bajó un 25%. La semana pasada, cuando se conoció la decisión europea, bajó 5% adicional. Y ayer otro 2%. Esta caída de más del 30% es consecuencia de un sobrante de 2 millones de toneladas de aceite argentino que antes iban a biodiésel.

Esto destruye la idea de que la sustitución de exportaciones de biodiésel por las de su materia prima, el aceite de soja, mejora la situación fiscal. Los ocho puntos de brecha arancelaria se evaporaron como consecuencia de la caída de los precios. En el camino quedaron miles de puestos de trabajo, además de la interrupción de la construcción de nuevas plantas en la más dinámica industria de la década.

Sigamos. El precio de la soja se forma a través de sus dos componentes sustanciales: el aceite y la harina. La firmeza de la harina está compensando la caída del precio del aceite. Pero si se derrumba el mercado europeo, como todo lo indica, rebalsaremos de aceite (que además no hay donde guardarlo) y esto impactará en la cotización de la soja que se embarca sin procesar, que paga un 35% de derechos.

El efecto cascada se traslada al girasol, que contiene un 50% de aceite. Su precio ya ha caído en simpatía con el del aceite de soja. También en este caso hay pérdida fiscal porque el aceite de girasol paga el 32% de derechos.

Es fundamental entonces digerir estos excedentes de aceite. Lo más plausible es volcar la producción de biodiésel al mercado interno aumentando el corte al 15%. Y usar mayores proporciones para la generación eléctrica (no hay problemas técnicos), para el agro y el transporte. Hoy es más barato que el gasoil importado, que por otro lado ha sido desgravado, mientras el biodiésel sigue pagando un 41% de impuestos internos. Sustituir gasoil importado por biodiésel, entonces, no solo ahorraría divisas, sino que tampoco tendría impacto fiscal.

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"Cómo dilapidar nuestra energía renovable" Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 5 octubre 2013

El biodiesel, la etapa superior de la soja, recibió esta semana un exocet debajo de la línea de flotación. La Unión Europea le aplicó derechos de importación del orden del 25% al que proviene de la Argentina, con lo que aleja definitivamente la posibilidad de acceder a su principal mercado. Un exabrupto, porque aunque se esperaba la aplicación de alguna gabela, el monto triplica las previsiones más pesimistas.

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"Una Maratón de Inauguraciones" ed de Héctor Huergo en Clarín Rural

La maratón de inauguraciones de esta semana por parte de la presidenta Cristina Kirchner, como parte de la campaña electoral, tuvo un común denominador: todas se refirieron al sector agroindustrial. Las que se anuncian para los próximos días, también.

Arrancó el martes en Chivilcoy, con el corte de cintas de una planta de SanCor. Una inversión de 20 millones de pesos para elaborar 300.000 litros de UHT. En el comunicado del MinAgro se remarcó el entramado de negocios de la cooperativa láctea con la República Popular China, a la que ya abastece de leche maternizada.

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El imperativo del hambre

23/03/13

El jueves, parecía que los avatares del dólar dejaban en segundo plano el aluvión informativo y la emoción desatada por el advenimiento del Papa Francisco. En el campo había cierta preocupación, ya que varios comunicadores de renombre responsabilizaban a los chacareros de la falta de divisas por “encanutar la soja”.

Una tontería, porque la liquidación de dólares por parte de los exportadores tendía a normalizarse, al ritmo del avance de la cosecha. Tanto, que Guillermo Moreno abrió inesperadamente un cupo extra de exportación por 2 millones de toneladas de maíz “porque se están portando bien”.

En el medio de ese fárrago con foco en el dólar, un lúcido agro-tuitero de la primera hora, @contalito, sentenció que la nota del día era la publicada por el Southwest Farm Press, donde se titulaba que el Vaticano era “un soporte peso pesado de los cultivos transgénicos”. Nos hizo volver a la mirada de faros largos.

El artículo recuerda que el Papa Francisco es un técnico químico, recibido antes de iniciar su carrera eclesiástica. Y enseguida dice: “viene de la Argentina, cuyos productores recalaron fuertemente en cultivos genéticamente mejorados (GMO). Y profesa una fuerte preocupación por los pobres, quienes son los que tienen más para ganar con el crecimiento de la producción de alimentos”.

Remarca más adelante que la Pontificia Academia de Ciencias, organizó en 2009 una conferencia sobre biotecnología agrícola. Al cabo del evento, sentenció que “hay un imperativo moral para hacer que los beneficios de la ingeniería genética estén disponibles en gran escala para las poblaciones más pobres y vulnerables, de modo que les permitan mejorar su standard de vida, mejorar su salud y proteger el medio ambiente”.

La prioridad del Papa Francisco es la pobreza. Y quien habla de menos pobreza habla de más comida. El ministro de Ciencia y Técnica del primer ministro británico David Cameron acaba de sacar un documento en el que señala que para alimentar a los 10.000 millones de habitantes que habrá en 2050, será necesario un enorme salto de productividad. Y además habrá que resolver los desafíos del cambio climático, con más incidencia de sequías y salinización del agua.

Casi simultáneamente, el departamento de Agricultura de los EE.UU. daba cuenta que por primera vez en esta campaña, habrá más cultivos OGM en los países en vías de desarrollo que en los desarrollados. En especial en Sudamérica, la enorme reserva mundial de alimentos. Francisco es el primer Papa sudamericano.

La Vieja Europa, aturdida por el pesimismo verde, se convirtió en un nido tecnofóbico. Pero hace un par de meses llegó el arrepentimiento de Mark Lynas, el periodista inglés que lideró el combate contra la biotecnología en los 90. “Confieso que mis opiniones fueron equivocadas, porque no se basaron en ciencia sana”. Y reconoció que gracias a los transgénicos, no solo se incrementó la producción sino que se redujo el uso de insecticidas. “Ninguna de las catástrofes que imaginábamos tuvo lugar”, sentenció, y convocó a otros militantes de organizaciones ecologistas a sumarse a una visión más científica y menos emocional.

En Roma está también la sede de la FAO. Al frente de la organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación está Graziano Da Silva, un brasileño que se ganó el lugar por el éxito de la política de hambre cero que él implementó cuando fue ministro del ex presidente Lula. Una interesante vecindad para la gran misión de resolver el hambre que aún campea en el planeta.

En la Argentina, el campo está en pie de guerra. Tiene sus razones. Pero a diferencia de otras épocas, los problemas son exclusivamente internos. El mundo, lejos de caerse encima, es ahora una oportunidad mucho más amplia que quince días atrás.

Talentos del fin del mundo

16/03/13

Un adagio de las tribus centroafricanas que hablan la cautivante lengua Wolof dice que los milagros que nos manda Dios sólo los aprovechan los que están despiertos. Nos lo recordaba hace poco Julio García Tobar, maestro de muchos de los que aportaron en esta Segunda Revolución de las Pampas.

Decíamos la semana pasada que finalmente el experimento K alcanzaba su insólito objetivo: frenar al campo para ver qué pasaba. Hizo lo posible, en los últimos cinco años, por terminar con la vigorosa expansión de nuestras pampas. Un intento absurdo de sabiondos y suicidas encaramados sobre una plataforma de prejuicios ideológicos. Creen que el mundo se mueve a través del antagonismo. La ceguera les impidió ver que el agro era y es parte de la solución, no parte del problema.

Decíamos la semana pasada, parafraseando al poeta, que “cuando el campo está triste, los pueblos se llenan de yuyos”. Expoagro mostraba síntomas claros de un bajón anímico. La brillante exposición de siempre dejaba agujeros inesperados. Faltaban por primera vez muchas de las más importantes proveedoras globales de equipos para la agricultura.

Se rumoreó que fue parte del torniquete del gobierno para arruinar el negocio de los organizadores, Nación y Clarín. Las empresas lo desmintieron, explicando el faltazo por la falta de presupuesto. No es lo mismo, pero es igualmente grave: el que no invierte en mostrar sus productos, es porque no ve dinamismo en la demanda.

Sembrar es un acto de fe. De optimismo. Para seguir sembrando hacía falta recuperarlo. Y de pronto, Habemus papam, y Francisco es argentino. “Fueron a buscar un Papa al fin del mundo”.

La sorpresiva decisión de los cardenales de la Iglesia generó una enorme reacción de esperanza en la sociedad del fin del mundo. Una sociedad que si se mirara en el espejo de sus talentos, no vería razones para tener el alma en pena. Entre sus talentos, están los que siembran para alimentar millones de bocas en todo el mundo. Los argentinos que hoy brillan son Messi, Ginobili, Del Potro, pero en las góndolas de todo el mundo brillan los pollos, los cerdos, los lácteos que se producen con nuestro maíz y nuestra soja. También brillan, pero por su ausencia, nuestras carnes y otros productos emblemáticos que agonizan por mala praxis y absurdas peleas contra molinos de viento.

El domingo pasado, una horda con claros vínculos con el poder, incendió la municipalidad de Junín, una ciudad del campo cuyo intendente milita en la oposición. Pegada al edificio municipal está la añosa Catedral San Ignacio de Loyola, que sirvió de refugio a los agredidos.

San Ignacio de Loyola fue el fundador de la Compañía de Jesús. Sí, la orden de los Jesuitas, de la que el Papa Francisco es hijo dilecto. Las cosas a veces “se simbolizan”, decía el sicólogo Fernando Ulloa. Pero la imagen es fuerte y válida.

“Armonía entre nosotros”, dijo Francisco en su primer mensaje a los cardenales. Nos hablaba también a los argentinos. Entre ellos, a los del campo. “Terminemos con el pesimismo”, les recomendó. De nuevo, nos hablaba a nosotros. Entre ellos, a los del campo.

El oficialismo, tras la visceral reacción de algunos de sus intelectuales más encumbrados, exhibió signos positivos.

Julián Domínguez, católico practicante, ex Ministro de Agricultura y actual titular de la cámara baja, fue el primero que elogió al Papa Francisco y está viajando para asistir a su primer Angelus. Lo hizo también Fernando “Chino” Navarro, un militante K que se ha mostrado varias veces dispuesto a debatir ideas con gente del agro.

Nada será fácil. Nada garantiza un giro copernicano de un gobierno que, creyendo que el mundo se le caía encima, huía hacia rumbos insospechados. Esta semana la taba se dio vuelta. Pero, como recomendaba el wolof, habrá que estar despierto.

Al final, dio resultado…

02/03/13

Hace cinco años, el gobierno ensayaba la alquimia de las retenciones móviles. Dijimos entonces que se trataba de un experimento inédito: jamás un investigador (en este caso en el terreno de la política económica y la sociología) se había animado a frenar a un sector para ver qué pasaba.

Aquella intentona falló. La enorme movilización del campo frenó el disparate. El gobierno entregó varias piezas. Cayó el ministro de Economía, cayó el secretario de Agricultura. Se quebró la alianza de la “transversalidad”, tras el voto no positivo del ex vicepresidente Julio Cobos.

Desde aquél momento, una sombra de dualidad dominó la escena. De un lado, el gobierno pareció dispuesto al cambio, tanto en la forma como en los contenidos. La creación del Ministerio de Agricultura, una añosa reivindicación del sector rural, fue una señal interesante.

Su titular, Julián Domínguez, hizo el intento de sumar voluntades, convocando a todo el mundo a elaborar el Plan Estratégico Agroalimentario. La dirigencia y la mayor parte de los “auto convocados” sospechó siempre que se trataba de una celada.

Sin embargo, la movida del PEA contribuyó a instalar la importancia del sector en la economía y la sociedad. La propia presidenta Cristina Kirchner nos sorprendió en el recordado lanzamiento, en Tecnópolis, haciendo suyas las ambiciosas metas del plan.

Dijimos entonces que el solo hecho de plantearse el objetivo de 150 millones de toneladas para el 2020 era una señal positiva. Dijimos también que para lograrlas, todo lo que había que hacer era dejar al campo en paz y olvidarse de nuevos experimentos.

Julián Domínguez sumó puntos y ascendió a su actual posición como titular de la Cámara de Diputados. Una señal de que -aún en un gobierno K- desde lo rural se puede crecer en la carrera política.

Pero las esperanzas se fueron diluyendo. Hacia afuera, el discurso de CFK sigue reivindicando los laureles del campo y su enorme competitividad, construida a partir de la tecnología.

La realidad es que el campo está parado. Las metas se pierden en el horizonte. Todavía no llegamos a las 100 millones, tendríamos que haber superado ya los 120. Lejos de mejorar la composición de la canasta de productos, hay cada vez más peso de la soja. El trigo y la carne siguen su espiral descendente. Brasil, pero también Paraguay y Uruguay, crecen vertiginosamente en todos los rubros.

Los disparates comerciales y la increíble presión fiscal lograron reverdecer aquel famoso experimento. Los chacareros escapan de los productos más intervenidos, como el trigo y el maíz, que son paradójicamente los que acumularon más innovación en los últimos años.

A las retenciones, se suma el gravísimo problema del IVA, con los saldos acumulados que jamás se recuperan. Las provincias, abandonadas a su suerte si incurren en indisciplina política, hacen lo suyo con el inmobiliario. Y los municipios quieren cobrar hasta los carteles ruteros.

No hay plata. Y, sobre todo, falta confianza. Es lo que se vio esta semana en Expoagro. A la imponente muestra de la tecnología en acción no le faltó gente. Pero sí le faltó gente con actitud de compra.

También le faltaron algunas empresas de primera línea, sobre todo las compañías internacionales que son las que mueven la aguja de los bienes de capital. Sus directivos sostienen que el faltazo fue por cuestiones presupuestarias. En los corrillos se sospechó de un “apriete” por parte del gobierno. Todo puede ser. Pero lo que importa es que aunque hubieran estado presentes, no hubieran podido torcer la decisión de chacareros de brazos caídos. Experimento K “al palo”.

Cuidado, porque no es el momento para que se paralice la producción. Como decía el poeta, “cuando el campo está triste, los pueblos se llenan de yuyos”.

 

Cosas chicas, cosas grandes

23/02/13

Mientras una poderosa delegación argentina desembarcaba esta semana en Durban, para liderar el noveno Congreso Mundial de Soja, en estas pampas los productores debatían cómo frenar el embate de un gobierno que “viene por todo”. Las huestes ruralistas piensan en un paro comercial en cuanto llegue la cosecha. El ministro de Agricultura respondió repitiendo una chicana: invitar a las cuatro entidades, con fecha y hora, pero por separado. Juego chico.

Contrastes. La semana pasada hablamos del contraste, relatando el apoyo de la presidenta de Brasil al sector agrícola. Ahora, en Río de Janeiro termina el Carnaval coronando a la escuela de samba Vila Isabel como la campeona. Con 3.800 integrantes y siete enormes carrozas, entre girasoles gigantes, langostas y espantapájaros alegóricos, desfilaron bajo el lema “Brasil, granero del mundo”.

“El agricultor merecía ese homenaje. Veníamos con una misión muy fuerte de hablar sobre el agricultor brasileño. Somos referencia agrícola en el mundo y necesitábamos de esto, estoy muy orgulloso de mi equipo”, celebró el presidente de la escuela, Wilson ‘Wilsinho’ Alves. Las carrozas representaban la productividad de Brasil con girasoles, frutas y verduras, pero también las amenazas a la agricultura, como la sequía, inundaciones y las plagas. Rendían también homenaje a las comunidades portuguesa, italiana, alemana y japonesa, que llevaron a Brasil a ser potencia agrícola.

El producto bandera de la nueva agricultura brasileña es…la soja. En los cerrados de Mato Groso, en las ondulaciones de Rio Grande do Sul, Paraná, San Pablo y las nuevas tierras que entran en producción en el nordeste, hay una fuerte presencia de la tecnología desarrollada en estas pampas. Ellos llegaron a la biotecnología cinco años después que nosotros, aunque empezaron contrabandeando la “soja Maradona”, gambeteando la absurda prohibición a los transgénicos. Cuando se sacaron el lastre, fueron imparables. Estábamos arrimándonos, llegando a 50 millones de toneladas cuando ellos tenían 60. Ahora estamos estancados en las mismas 50 y ellos ya llegan a 80, destronando a los Estados Unidos.

Y, sin embargo, en Durban Brasil pasó desapercibido. Es que es un congreso científico y tecnológico, y no tienen mucho original para contar. En cambio, los argentinos ratificaron su fuerte liderazgo. Daniel Ploper, director de la centenaria Estación Experimental Obispo Colombres de Tucumán, preside el Comité de Seguimiento científico del Congreso Mundial de Soja. Aquí se presentaron decenas de papers y sobre todas las materias. Y dio hasta para el anecdotario: un trabajo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires desmitificando sobre nuestras tribulaciones sobre la “enfermedad holandesa” (Dutch Disease) fue enviado erróneamente al comité fitosanitario.

Las compañías de insumos argentinas estuvieron muy activas. Nidera lanzó varias nuevos cultivares de soja par Sudáfrica. Don Mario está presente ahora con su propia marca. En inoculantes, Rizobacter (que anda por todo el mundo) repitió la experiencia del Farm Progress Show con un stand propio y un congreso científico paralelo que reunió a 80 grandes productores y distribuidores de Sudáfrica y los países vecinos. Las cepas argentinas de Rhizobium ya facturan en cuatro continentes. También pululan los coadyuvantes y antievaporantes desarrollados por la compañía para mejorar la calidad de las aplicaciones.

La presencia institucional de Acsoja coronó la participación argentina. Su titular Miguel Calvo destacó el apoyo del MinAgro, que exhibió el mayor stand de la muestra que acompañó al congreso. Allí estaba el subsecretario de Valor Agregado y Nuevas Tecnologías, Oscar Solís. Habrá visto cómo difunde por el mundo la enorme creatividad sojera de la Argentina. Quizá también se pregunte porqué aquí estamos en el chiquitaje.

“Las comparaciones son odiosas”

16/02/13

Cervantes lo puso en La Celestina y lo repitió, dos veces, en El Quijote. Bueno, si él lo hizo, yo también puedo: “las comparaciones son siempre odiosas”. Además, el que avisa no traiciona.

En Cascavel, la próspera ciudad del estado de Paraná, se celebró la semana pasada la versión 2013 de una de las ferias agrícolas más importantes de Brasil. Hasta allí fue Dilma Rousseff y aprovechó para entregar 39 rotoexcavadoras, una para cada intendente de pueblos del interior, todos de menos de 50.000 habitantes. Después arrancó con su discurso.

Acostumbrado a estas celebraciones y al clásico reparto de buenas noticias, estuve a punto de hacer zapping. Pero Dilma no me dio tiempo. Lanzó de entrada que esas retroexcavadoras eran parte del plan oficial de infraestructura para “fortalecer los agronegocios”. Me atrapó.

Enseguida, explicó que el agronegocio es la fortaleza de Brasil y que éste se edificó sobre la base de la tecnología que incorporó el sector agroindustrial. “Las ventajas naturales se potencian con los continuos avances tecnológicos que pusieron a Brasil como potencia mundial de alimentos”. Planteó la saga del valor agregado, con sólidas menciones al papel de Brasil en la producción de “proteínas animales”. Nos recordó que se obtienen a partir del maíz y la soja, los dos productos más dinámicos de la expansión.

Entre los asistentes estaba el Blairo Maggi, famoso productor de soja (y ahora maíz), gobernador del estado de Matto Grosso do Sul y rival político de Dilma. Pero la presidenta le dedicó un cariñoso párrafo, agradeciéndole su papel de pionero en el agronegocio de Brasil. ¿Vio por qué las comparaciones son odiosas?

Es tan fuerte el crecimiento de la agropecuaria brasileña que los planificadores le erran por defecto. La sorpresa es el maíz: hace menos de un año, una proyección del Ministerio de Agricultura sostenía que iban a llegar a las 70 millones de toneladas en el 2020/21. Le pifiaron fiero: al momento de editar el informe, en abril del 2012, ya estaban recogiendo 72 millones. Y este año apuntan a las 80, superando a la Argentina como segundo exportador mundial. Brasil descubrió que necesita el maíz para darle sustentabilidad al desarrollo sojero. Ambos son los productos bandera. Todo lo demás crece al 1% anual, el maíz lo hace al 5% y la soja algo menos. Ambos constituyen también la base de la cascada de valor que se inicia en el procesamiento para obtener harinas proteicas, aceite, biocombustibles (biodiesel y etanol de maíz, que empieza a entrometerse en un mundo hasta ahora dominado por la caña de azúcar) y finalmente en carnes de todo tipo. El valor de la producción de maíz alcanza este año a 40.000 millones de dólares.

Brasil ya lidera las exportaciones mundiales de pollos, con 4 millones de toneladas, que se convertirán en 5 a fines de la década. También está en el podio de los cerdos, y es el número uno en carne vacuna, que crece fuerte. Aumentaron el stock en 26 millones de cabezas en el mismo lapso en el que la Argentina perdió 11. A ellos no se les ocurrió hablar de la mesa de los brasileños, que ahora está mucho mejor abastecida, sin retenciones ni desacople. El producto menos interesante, dice el documento del Ministerio de Agricultura, es el poroto, cuyo consumo tiene un coeficiente de elasticidad negativo. En criollo: cuando mejoran los ingresos, disminuye la ingesta de poroto y aumenta la de carne.

El mismo informe dice que la mayor limitante para la expansión maicera es la falta de semilla. Esta semana, en Suiza, Syngenta anunció una inversión de 77 millones de dólares para producir semilla de maíz en Brasil. ¿Entiende ahora por qué las comparaciones son odiosas?

¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?

09/02/13

Hace ochenta años, Olinda Bozán, en el sainete “Café Cantante”, estrenó la ranchera “Donde hay un mango”. Con música de Francisco Canaro y letra de Ivo Pelay, uno de sus versos más recordados decía: “¿Dónde hay un mango, / Viejo Gómez? / Los han limpiao / con piedra pómez /…” La lucha continúa…Sólo que ahora no es por el mango, sino por el dólar. El gobierno padece el síndrome de angustia verde, y rasca el fondo de la olla buscando ese dólar “que te haga morfar”. La desesperación es mala consejera: lo que natura non da, chacrer non presta. La Afip salió a apretar a acopios y productores para que “denuncien” sus existencias, en la inteligencia de que están reteniendo mercadería. Más allá de que es su derecho, la realidad es que no debe haber en stock más de 2 millones de toneladas de soja, lo que apenas alcanza para quince días de molienda. Y faltan dos meses para que arranque la cosecha.

La urgencia es mala consejera. Los tiempos biológicos son tiranos. No hay apriete que logre que la soja se entregue antes de abril. Pero además, el manejo de la gran macro no hace más que exacerbar la tendencia al retaceo.

En la incertidumbre cambiaria, la única moneda fuerte es la soja. Encima, nadie sabe a ciencia cierta cuánta habrá, con más de un mes sin lluvias, mucho bicho y aborto de flores. Esto se está reflejando en Chicago: la soja ya vale un 20% más que a esta altura del año pasado. Los stocks mundiales son los más bajos de la historia y la soja no tiene sustitutos.

Lo que el gobierno debiera hacer es relajarse un poquito, aceptando que la situación es coyuntural. El apriete solo sirve para más cerrazón. El gobierno se está metiendo solito en un corralito que amenaza convertirse en un laberinto. Veamos.

Al hostigar al sector exportador, con chicanas como el draft survey (control de cargas por medición en la línea de flotación, y no con las balanzas de precisión auditadas por el propio gobierno), lo único que logró es demorar un promedio de 19 horas cada buque en carga. A eso le sumó los operativos de control de estupefacientes. No está mal que esto exista, pero sí que se conviertan en más motivos de demora. Son dólares que el país pierde, aumento de los costos de transacción. A la Argentina le costó muchos años regenerar una imagen de “puertos limpios”. Una pena perderla.

Lo que la conducción oficial debiera analizar es qué relación hay entre esta angustia verde y su propia gestión. El Plan Estratégico Agroalimentario lanzado hace un par de años se había propuesto metas muy ambiciosas. Y, dijimos aquí mismo, viables. Pero van dos años y dos “pufos”. El clima puso lo suyo, es cierto, y solo cosechamos 40 millones de toneladas de soja el año pasado. Ahora es cuando se siente ese faltante de 10 millones de toneladas.

Pero si hubiéramos tenido una cosecha lógica de trigo, estaríamos compensando en buena medida. Debiéramos estar en 20 millones de toneladas. Hubo menos de 10. En valor, 3.000 millones de dólares que entrarían entre enero y abril, mientras esperamos la soja. Todos sabemos por qué no hay trigo, y encima el año que viene habrá aún menos.

Cada vez hay menos dudas, entre economistas y políticos, de que el país está frente a una extraordinaria oportunidad. En el propio gobierno esto se percibe. Pero entre las urgencias y el discurso ideológico, las perspectivas se evaporan. La Coca Cola que no se tomó ayer, no se tomará nunca. Brasil ya supera a EE.UU.como mayor productor mundial de soja. Hace cinco años, la Argentina producía 10 millones de toneladas menos que Brasil. Este año, la brecha será de 30. En maíz, Brasil pasó de 20 a 70 millones de toneladas en diez años. En el tute maicero, seguimos apenas cantando las 20.

Entonces nos asalta el recuerdo de la ranchera. ¿Donde hay un dólar, viejo Gómez?

El riesgo: abuso de la soja

02/02/13

Es una buena noticia que la soja esté subiendo, ubicándose ya un 20% por encima de los precios del año pasado. También lo es el interés que ha despertado el tema en los analistas económicos de mayor renombre, que siguen atentamente los pronósticos meteorológicos y los mapas de lluvias. Saben que la evolución macroeconómica depende más de la soja que de las mismísimas barrabasadas de la conducción oficial.

El fenómeno no es que hay viento de cola. A dólares constantes, los precios son los de los años 70. Lo que sucede es que han cambiado la tecnología y la infraestructura, y entonces la soja argentina es mucho más competitiva. Veamos lo que sucede en la escena global.

La Argentina es vista en el mundo como el país más creativo en la materia. Aquí se obtienen los récords mundiales de rendimiento, gracias a la combinación de genética, manejo, aprovechamiento del agua. Y, además, nadie usa menos combustible y fertilizante por tonelada de soja producida que estas pampas, donde está generalizada la siembra directa, el uso de inoculantes que fijan el nitrógeno del aire, y la logística de cosecha gracias al embolsado en origen y destino. Y a partir de allí, el imponente proceso corriente abajo, con las plantas de crushing de mayor escala y tecnología del mundo, donde se separa el aceite de la harina proteica. Argentina lidera el mercado mundial de ambos. Y eso a pesar de que ahora la mitad del aceite se destina a biodiesel, la etapa superior de la soja.

Todo esto se va a exhibir dentro de quince días, cuando el International Convention Center de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, reunirá a lo largo de seis días a los más reconocidos expertos internacionales de la soja. Nuestro país tendrá una importante participación, con presidentes y representantes de las Bolsas y entidades socias de ACSOJA, INTA, Universidades, la Estación Obispo Colombres y empresas del sector. Habrá un pabellón institucional, que se anticipa será uno de los stands de mayor tamaño de la feria. El pabellón es coordinado por Proargex- Proyecto Argentina Exporta y ACSOJA.

El Dr. Daniel Ploper, director de la Estación Obispo Colombres de Tucumán (un organismo público de tecnología, que funciona bajo conducción del sector privado), es desde el 2009 Presidente del Comité de Continuación de la Conferencia. Es la primera vez que Argentina consigue la titularidad del órgano de conducción del congreso más importante de la soja a escala global. Sumado a ello, investigadores y especialistas locales también mostrarán sus novedades al mundo. Por ejemplo, Nidera ya anticipó que lanzará seis nuevas variedades específicas para el mercado sudafricano, desarrolladas en la Argentina. Buena parte de la genética que se utiliza en el continente africano es de origen argentino.

Otras compañías, como Rizobacter, cuentan con operaciones propias en varios países de Africa. Hay grupos argentinos sembrando, es ya un gran mercado para silobolsas, y hay muchas empresas de maquinaria que han logrado penetrar, desde sembradoras a pulverizadoras automotrices, carros autodescargables, embolsadoras y extractores de granos.

Lo paradójico es que el tout soja de la Argentina deberá sacar sus pasajes al cambio oficial de alrededor de 5 pesos por dólar, pagando con soja que recibe un dólar de 3,20. Y para los gastos, dada la dificultad para lograr que la Afip autorice la compra de divisas, habrá que apelar a la caja de zapatos, donde los dólares valen 8 pesos. A nadie en el mundo, viajar al congreso de Durban le costará tantos kilos de soja como a los argentinos.

En los últimos años, se ha intentado vincular a la soja con la falta de sustentabilidad. No hay argumento técnico ni comercial que pueda justificar su demonización. El único riesgo, la única amenaza a la sustentabilidad de la soja, es abusar de ella. Y es un riesgo inminente.

Lo que va mal, empeora

26/01/13

Mientras la presidenta exhibía su fascinación por el liderazgo argentino en las exportaciones de biodiesel en la Conferencia Mundial de Energía (hace diez días, en Abu Dhabi), aquí se corría –y sigue corriendo-- el rumor de un nuevo aumento de retenciones.

Un absurdo, porque se exporta poco y nada desde que, en agosto, el gobierno K descubrió que esta es una “industria madura” y destruyó, de un plumazo, el trabajoso andamiaje que permitió su expansión y la consecuente contribución a la balanza comercial con 2.000 millones de dólares. Más el ahorro de otros mil en sustitución de importaciones de gasoil, a partir del corte al 7% en el mercado interno. Pero las penurias abarcan tanto al plano el externo como el interno. La realidad es que la mayor parte de las plantas (grandes, medianas o pequeñas) están paradas u operando con cuentagotas. Veamos.

En agosto pasado, se creó la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo, a cargo de Moreno y Kicillof, interfiriendo en el manejo del área de Energía. Hoy la situación es caótica. No hay una regla que genere certeza en las operaciones.

En lo que hace a los despachos para el mercado interno, todavía no fue publicado el precio oficial de la segunda quincena de diciembre y de las dos quincenas de enero. En setiembre, al establecerse un régimen de retenciones móviles –por decreto, violando la Constitución--, se había determinado también que los precios internos se iban a modificar con una periodicidad quincenal, cosa que nunca ocurrió. Como dijimos, lo último publicado es el precio de la primera quincena de diciembre.

Por otro lado, al momento de fijarse las retenciones móviles, se había establecido que sería la referida Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo era la que iba a determinar el precio de referencia de exportación. En la práctica ese precio está fijado implícitamente en un nivel muy alto, que no condice con la realidad del mercado. Así, se genera mucha confusión, porque algunos opinan que las retenciones deben liquidarse sobre aquél precio y otros sobre el precio real, mucho más bajo. Además, la Unidad Ejecutiva Interdisciplinaria de Monitoreo suspendió los programas de B10 general y de B20 para el agro, generación eléctrica y ómnibus, en un momento en que el mercado internacional demanda poco biodiesel y la capacidad instalada en Argentina está aumentando de 3,5 a 4,5 millones de toneladas anuales para fines de este año.

El cupo interno que el Gobierno reparte en el mercado interno es muy poco y por ende, las plantas grandes, al exportar poco, terminan parando u operando en niveles inferiores al 40%/50% de su capacidad instalada, con tendencia a seguir bajando –hay algunas que están completamente paradas desde setiembre pasado-.

Sobre este panorama, apareció el rumor de que la Unidad quiere aumentar nuevamente las retenciones. Hasta julio pasado estaban en un 14,17 %, ya que había un reintegro de 2,5 %; a partir de agosto, subieron a 24% -computándose también la eliminación de los reintegros-, luego en setiembre bajaron al 19,11 % y ahora está el rumor. “Ante la situación que se vive, es fundamental que como mínimo, las retenciones vuelvan a un neto de 14,17 % como estaban hasta julio”, dice el mismo operador. Por otra parte, casi la totalidad de las exportaciones relevantes de biodiesel, se llevan a cabo con contratos a plazo. Actualmente, el plazo de los permisos es de 30 días, y resulta incompatible con la dinámica de los negocios. Un paliativo sería llevarlos a 180 días. Y se requiere una normativa que permita efectuar el pago anticipado de los derechos de exportación, congelándolos, como sucede con las operaciones de granos y derivados.

Pero ya sabemos: en la Argentina, lo que va mal, empeora. Esta es la tendencia, para una industria que, según la Presidenta, la llena de orgullo.

“Me cortaron las piernas”

19/01/13

El largo periplo de la presidenta CFK y su amplia comitiva por Abu Dhabi y Jakarta sirvió para confirmar lo que el mundo ve y le interesa de la Argentina: su enorme potencia agroindustrial. Y, al mismo tiempo, para exponer descarnadamente la inverosímil actitud del gobierno hacia este sector.

En Funes el Memorioso, Borges describe al personaje que sabía todo, que había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”.

Salvando las distancias, a ciertos funcionarios del gobierno, y a su mentora, les cabe el sayo. Porque si se detuvieran un instante a analizar el mensaje recurrente, olvidarían diferencias, y se pondrían a trabajar en el sentido de la naturaleza de las cosas. No albergo esperanza alguna de algún cambio, pero por lo menos relataremos los hechos que -en un país normal y poblado por buena gente-, generarían mejores oportunidades para todos y todas.

En Abu Dhabi, al canciller Héctor Timerman le brillaban los ojos, deslumbrado por los petrodólares que le pedían puerta para entrar en el agronegocio pampeano. En la premura por dar la buena nueva, olvidó que su gobierno, hace un par de años, canceló la posibilidad de que fondos internacionales incursionen en nuestros campos.

El corralito de tierras fue impuesto por un proyecto de ley que tiró al Congreso la propia presidenta, en la “inteligencia” de que con él se metería una cuña entre las entidades del campo, el enemigo a vencer desde la derrota por la 125.

Un poderoso fondo árabe anunció su desembarco en el Chaco, hace tres años, para desarrollar el Impenetrable. Pondrían tierras en producción, llevarían agua potable a poblaciones marginales, con represas sobre el río Bermejo, que hace 150 años espera su canalización. El propio gobernador Jorge Capitanich los recibía en su despacho y firmaba un protocolo de entendimiento. La aprobación de una ley políticamente correcta, y económicamente absurda, solo para regodearse en las diferencias, remeda al “me cortaron las piernas” del futbolista que inauguraba su larga agonía. No sé cómo se van a arreglar para que se concrete el anhelo de los árabes: un gran canje de petrodólares por “sojadólares”. Saben que de la soja sale comida y biocombustibles.

Y precisamente el segundo hecho relevante del viaje (que sin embargo pasó desapercibido) fue la intervención de la propia Cristina, durante la inauguración de la Conferencia Mundial de Energía. Allí, frente al presidente de Francia y a la reina de Jordania, dijo que estaba orgullosa de la industria argentina de biodiesel, “que ha convertido al país en el primer exportador mundial”.

Ay, ay, ay, señora. Su gobierno acaba de destrozar a esta industria. Le recuerdo: en octubre le duplicó los derechos de exportación, frenando totalmente los embarques. Antes, la impericia en el manejo de la estatización de YPF provocó la reacción española, el principal comprador, quien de inmediato cesó sus compras. Luego, por presión de la UE, volvió a comprar, pero en el ínterin se filtró el biodiesel de Indonesia. Usted estuvo ahora en Jakarta, y allá se habrá enterado del interés de los indonesios por la harina y el aceite de soja. Sin embargo, son ya los principales exportadores de biodiesel de palma, que rápidamente está ocupando el lugar del de soja, cuyo abastecimiento se ha convertido en inseguro en los países serios de la vieja Europa. Se podría competir por la mayor calidad y especificaciones para el frío clima europeo (el de palma se enturbia), pero con las actuales retenciones el biodiesel argentino está totalmente fuera de competencia.

En fin, una buena forma de remedar a aquél Maradona del “me cortaron las piernas”. Se las había cortado solito. Un síndrome que alcanza al gobierno K.

Argentina se anotó un poroto

12/01/13

La Argentina Verde y Competitiva se anotó un enorme poroto esta semana: Mark Lynas, un conocido activista inglés que a mediados de los 90 organizó los movimientos en contra de los alimentos transgénicos, dijo que hoy no sólo rechaza sus propios argumentos, sino que apoya y pide mayor difusión a esta tecnología.

Es fácil imaginar la sorpresa que provocó en círculos ambientalistas este giro copernicano del escritor y periodista británico, quien se presentó en la conferencia Oxford Farming. Allí se despachó a gusto para arrepentirse de sus acciones, un inusual gesto en un gremio no habituado a hacerse el harakiri, aun cuando las evidencias sentencian de muerte al panfleto fácil.

“Lamento haber iniciado el movimiento anti-transgénico a mediados de los 90, ya que con ello ayudé a demonizar una importante opción tecnológica que puede utilizarse en beneficio del medio ambiente”, indicó Lynas, tal como recoge ALT1040. El activista confesó que hasta 2008 no había realizado ningún tipo de investigación académica ni tampoco revisado documentación sobre biotecnología. Solo tenía lo que describió como un “entendimiento personal muy limitado” respecto del tema, asegurando que sus creencias acabaron siendo sólo mitos urbanos.

Mientras tanto, durante los quince años de activismo anti transgénicos, muchos países alentaron moratorias para la aprobación de nuevos eventos. La Argentina padeció las consecuencias de estas políticas, ya que al correrse el riesgo de trabas a las importaciones, se demoró la liberación al mercado de estas innovaciones. Durante bastante tiempo se siguió una “política espejo”, hasta que se optó por liberarse del corralito europeo y se retomó el ritmo de aprobaciones. Nunca sabremos a cuánto alcanzó el lucro cesante, ni mucho menos, el enorme daño intelectual. En la Argentina, periodistas y escritores repitieron con fluidez e ignorancia los argumentos de Lynas. Ojalá ahora lo sigan en su nueva visión.

El inglés arrepentido citó cuatro principales equivocaciones: “Supuse que (los transgénicos) aumentarían el uso de productos químicos. Resultó que para el algodón y el maíz se necesita menos insecticida”. Las páginas de Clarín Rural , y este columnista lapidado por los ambientalistas, lo sostuvieron desde mucho antes que el primer maíz Bt saliera de las gateras.

“Había asumido que los transgénicos sólo beneficiaban a las grandes empresas. Resultó que miles de millones de dólares en beneficios fueron obtenidos por pequeños agricultores”. (N de la R: bueno, voy a cobrarles a ellos las regalías, aliviando la pesada carga que le signifiqué a Monsanto todos estos años…) “Supuse que nadie quería transgénicos. En realidad ocurrió que el algodón Bt fue pirateado en la India y la soja en Brasil porque los agricultores estaban ansiosos por usarlos”.

“Asumí que los transgénicos eran peligrosos. Resultó que era más seguro y más preciso que el mejoramiento convencional mediante mutagénesis”.

El periodista finalizó su polémico discurso criticando a las organizaciones a las que antes se había asociado, como Greenpeace o U.K. Soil Association, asegurando que ambas se han empeñado en ignorar la evidencia científica sobre la seguridad y beneficios de los transgénicos, al tiempo que llamó a otros movimientos en contra de estos alimentos modificados a cesar las hostilidades.

“Ustedes tienen todo el derecho a opinar. Pero deben saber que a estas alturas no son apoyados por la ciencia. Estamos llegando a un punto de crisis, y por el bien de las personas y del planeta, ahora es el momento para que puedan salir del medio y dejar que el resto de nosotros continúe con el desarrollo de la alimentación mundial sostenible”, recoge la publicación. Y remató diciendo que hay más posibilidades de ser golpeados por un asteroide que afectados por un OGM.

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