"El Farm Progress Show, fuente de la Innovación" Héctor Huergo en Clarín Rural

El Farm Progress Show es la fuente donde abreva la agricultura argentina. Desde hace treinta años, una consistente legión de colonizadores de la nueva agricultura desembarca en esta muestra emblemática del Medio Oeste de los Estados Unidos, para ver qué hay de nuevo y qué ideas pueden adoptarse, adaptarse e incluso superarse. Así, cumplió un rol fundamental en el desarrollo de la Segunda Revolución de las Pampas. La de la conquista tecnológica. La que no se detiene a pesar de que el experimento K le impuso su pie en la puerta giratoria. La que convirtió a la agricultura argentina en la más eficiente del mundo.

Casi como respuesta rabiosa al mal momento, aquí vinieron otra vez más de 500 productores, fabricantes de maquinaria y proveedores de insumos. Y hubo nuevamente una conmovedora muestra de nuestros propios avances, con la presencia de stands como los de Rizobacter (por tercer año consecutivo con una muy visitada carpa), Allochis, Pla, Richiger e Ipesa, emblemas de la avanzada criolla en la nueva forma de encarar la agricultura.

Este contingente pululó en el Farm en grupos organizados por empresas y entidades como John Deere Argentina, Case, el Inta (con el inefable Mario Bragacchini a la cabeza), Monsanto, Agroeducación, AFA, y muchos que vinieron por su cuenta. Se sumaron uruguayos, paraguayos y bolivianos, la mayor parte integrados a los grupos argentinos.

Pero vayamos al grano… y a los rastrojos. Hay mucha tela para cortar. En esta primera aproximación, intentaremos dar una idea de las principales tendencias.

Empecemos por la siembra, donde este año se vieron novedades muy fuertes. El gran campanazo lo dio John Deere con su “Exact Emerge”, un sistema que cambia el paradigma de la caída libre de la semilla desde la placa distribuidora hasta el fondo del surco. En este trayecto, la semilla va golpeando el tubo de descarga y ello modifica la velocidad de caída, lo que afecta el planteo. Exact Emerge incorpora una correa recubierta con un cepillo, que toma la semilla en el distribuidor y la conduce ordenadamente hasta la salida. El tubo tradicional dejó su lugar a una especie de cubrecadena de plástico. Permite duplicar la velocidad de siembra, incrementando la precisión en la distancia entre plantas.

La gente del ciervo dice que se puede sembrar a 16 kilómetros por hora. Esto va a entrar como por un tubo en maíz y seguramente en girasol, donde la distancia entre plantas es un factor de rendimiento ampliamente demostrado.

Lo interesante es que Precission Planting, la compañía adquirida hace un par de años por Monsanto, le salió al cruce con un concepto similar, donde en lugar de la correa con cepillo utilizan una correa dentada que conduce la semilla hasta depositarla en el surco.

También en siembra, se vio una especial preocupación por mantener la presión del cuerpo de siembra, de modo de colocar la semilla a profundidad uniforme. Se vieron numerosos dispositivos hidráulicos y neumáticos, algunas veces controlados electrónicamente, para garantizarlo.

Las fábricas argentinas de sembradoras han sido pioneras en plantear esta cuestión. Aparecieron también nuevas ruedas barre rastrojo y cuchillas muy agresivas para cortarlo, en una clara demostración de que a pesar de las dificultades que plantea el clima del corn belt a la salida del invierno, la siembra directa sigue ganando espacio.

La tendencia al tamaño sigue vigente. El “bigger is better” (cuanto más grande, mejor) es el leit motiv de las grandes compañías globales, y muchos fabricantes menores le siguen la corriente. Hemos visto drappers de 45 pies y pulverizadoras con botalones de 40 metros.

En esta tendencia, no es casual la creciente presencia de orugas de goma: la cuestión de la compactación es el mayor desafío que afronta la agricultura sustentable.

En la Argentina estamos siguiendo, cada vez más claramente, la idea de una agricultura más liviana, dejando atrás la “edad de hierro”. Es en estas pampas donde se innovó con el aluminio, primero, y con la fibra de carbono, ahora. Ambas estuvieron presentes en el Farm, de la mano de empresas argentinas (ver Las figuras...).

Lo que sí se advierte es un enorme cuidado por la ergonomía. Nos llamó la atención la nueva picadora de forrajes de John Deere, que incorporó la misma cabina de la cosechadora. Permite una visión sin interferencias en los 360°, lo que es fundamental para el operador. Los parantes de la cabina son curvos y esbeltos, y estan colocados en diagonal para no tapar nada. Pero además, incorporó modificaciones que facilitan todos los servicios. Ahora se pueden hacer desde el suelo, sin treparse a la máquina, tanto la carga de combustible como de inoculante, o cambiar fácilmente accesorios como el cracker (quebrador de granos) según se trate de maíz o sorgo, todo lo que va a ser muy agradecido por los contratistas de forrajes.

Los rastrojos
Una de las tendencias importantes es la maquinaria para recolección y procesamiento de los rastrojos. Toda una cuestión para debatir en la Argentina, donde los residuos de cosecha son sagrados.

En el corn belt, con altísimos rindes de maíz, muchas veces constituyen un exceso. Y ahora aparece la posibilidad de convertirlos en biocombustibles, con las plantas de etanol de “segunda generación”. Vermeer presentó una rotoenfardadora adaptada por un contratista para una eficiente recolección del rastrojo. Aparecieron varios equipos con distintas propuestas para la misma cuestión, todos muy visitados por los farmers.

Esta semana se inaugura la primera planta de etanol celulósico en Emmetsburg, Iowa, el Liberty Project de Poet-DSM. En su entorno hay más de 500 arrolladoras listas para juntar, en la estrecha ventana entre la cosecha y la caída de nieve, unos 500.000 rollos de cola de cosecha. Se obtiene un litro de etanol con 5 kg de rastrojo. Juntarán el 25% de la biomasa del maíz, unos 2500 kg por hectárea. Un ingreso extra de 300 dólares por hectárea para el farmer.

 

Las figuras argentinas

Varios exponentes de la nueva generación de tecnología argentina también estuvieron en el Farm. Tres casos emblemáticos: el almacenaje flexible (bolsones), los cabezales de aluminio y los barrales de fibra de carbono.El almacenaje en bolsas estuvo presente con Ipesa y Richiger, que vienen creciendo en el difícil mercado norteamericano, donde lo que falta no es precisamente infraestructura de silos. Sin embargo, la penetración ha sido interesante, sobre todo en zonas como el sudeste, donde avanzó el maíz sobre cultivos tradicionales como el algodón. Allochis, el fabricante de cabezales de cosecha en aluminio, estuvo nuevamente de la mano de Tango4, una distribuidora argentina instalada hace un par de años en los EEUU. “En años como este, donde las lluvias complican muchísimo, los productores se interesan por un cabezal liviano y ahí entramos nosotros”, comenta José Allochis, titular de la fábrica de Ferré, al noroeste de la provincia de Buenos Aires. Pla estuvo también presente con el botalón de fibra de carbono de la empresa argentina King Agro. Es el único que se vio en la muestra, donde cada vez se advierte más claramente el conflicto entre necesidad de tamaño y peso de los equipos. Había algunos de aluminio, pero al decir de un alto funcionario de una de las compañías más importantes, “ya están obsoletos; el mercado va a ir directamente al carbono”.

 

Desde Pergamino, una posta obligada del “Farm”

Por tercer año consecutivo, Rizobacter, la innovadora empresa de Pergamino, levantó su propia carpa en el Farm Progress Show. Ricardo Yapur, “general manager” de la empresa, puso toda la carne en el asador. Llevó a su staff completo, desde el director de investigaciones microbiológicas Gustavo González Anta, hasta el manager de su recientemente instalada oficina en Sudáfrica, Alejandro Lehmann.

“Hace unos años definimos que el 30% de la facturación de la compañía tenía que venir de la exportación, y lo estamos logrando”, afirmaron.

En el último ejercicio, facturaron 88 millones de dólares, más de 20 en ventas internacionales. El producto bandera de Rizobacter sigue siendo el inoculante microbiano, que promueve la fijación simbiótica de nitrógeno en las leguminosas como la soja. Lidera el competitivo mercado argentino, con el 30% de market share. El año pasado celebraron haber vendido 100 millones de dosis. El desafío es grande porque compañías internacionales como BASF y Monsanto han ingresado al negocio, pero en la opinión de Yapur eso los fortalece “porque demuestra que es un rubro interesante donde todos quieren estar presentes”.

“Estamos apuntando a todos los países con potencial sojero -agrega Ricardo-. Estamos creciendo fuerte en Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia, pero vemos enormes posibilidades en Africa, donde abrimos una filial. También estamos profundizando nuestra presencia en los Estados Unidos, donde los negocios avanzan muy bien”.

Además de su red de distribución (con varios atendiendo en el stand), la empresa tiene algunos proveedores de insumos de alta tecnología en los Estados Unidos y países europeos. Desde siliconas especiales como coadyuvantes en la aplicación de agroquímicos, hasta fertilizantes de alta solubilidad para un buen arranque de los cultivos (“Microstar”).

“Hay mucho en el pipeline”, asegura González Anta, para quien el eje pasa por descubrir y aprovechar el “diálogo” entre los microorganismos y las raíces de las plantas. Es el fascinante mundo de los bionegocios. Así, Rizobacter se convirtió en una posta obligada para los más de 500 argentinos que desfilaron por el Farm y vieron flamear su bandera.

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