"La venganza de los yuyos"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín del 23 de marzo de 2019

La mayor amenaza tecnológica de la agricultura moderna se concentra en las malezas. Los enormes beneficios productivos y ambientales de la siembra directa parecen chocar contra un enemigo que parecía vencido, con el mecanismo del glifosato y los genes de tolerancia insertados en soja y maíz a través de la transgénesis.

La siembra directa avanzaba desde los 80, motorizada por la necesidad de darle batalla a la erosión de los suelos, originada por el laboreo intensivo. Habíamos dejado primero el arado, sustituyéndolo por la labranza vertical. Pero los pioneros querían abolir los instrumentos de tortura de los suelos.

En Expoagro se celebraron los 30 años de Aapresid, fundada por el indispensable Víctor Trucco, nunca suficientemente homenajeado. En aquel momento existía el glifosato, pero solo se podía usar en los barbechos. Producíamos menos de 10 millones de toneladas de soja y 40 en total. Ni se soñaba con la posibilidad de contar con soja tolerante. Así que era muy complicado y caro batallar contra el Alepo, el gramón y el resto del jardín botánico que acompañaba a la soja. Por supuesto, cuando apareció la RR, brotó un “clamor popular” para contar con ella. La tuvimos en tiempo y forma: en 1996, apenas se liberó en los Estados Unidos, se autorizó su uso en la Argentina.Todo se hizo muy fácil. Glifo en el barbecho, glifo sobre la soja. La expansión fue vertiginosa: pasamos de 10 a 55 millones de toneladas de soja en 30 años. Y creció todo lo demás. Llegamos a las 100 millones de toneladas, a pesar de la era K, y ahora retomamos para avanzar hacia las 150 (140 este año). La agricultura se convirtió en la clara locomotora de la economía y la Argentina se hizo viable. Imaginemos donde estaríamos sin esta fenomenal revolución.

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