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El relato de la cosecha récord

20/07/13

Por Héctor Huergo - Editorial de Clarín Rural

El relato K escribió esta semana un capítulo maravilloso: le hicieron decir a la presidenta que estamos frente a una cosecha récord, de 105 millones de toneladas. Muy oronda, CFK lo repitió al aire, que como se sabe, aguanta cualquier cosa.

Para justificar el cuento, le dijeron que la cosecha de maíz alcanzó a ¡32 millones de toneladas! Hasta el mes pasado, el Ministerio de Agricultura hablaba de 24 millones, coincidiendo con las bolsas de cereales, los analistas privados y el mismísimo Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA). Sumando estas 6 millones virtuales se superaría por 1,5 millones el récord anterior.

 

Es una pena, porque podría haber sido posible. El campo está preparado para mucho más. Si se hubiera conservado el ritmo de crecimiento desde 1997 al 2002 (de 45 a 73 millones de toneladas, un 70% en 5 años) sin duda ya estaríamos no en 105 sino en 120 millones de toneladas. Todos en el campo saben que esto es absolutamente posible.

La década ganada significó la pérdida de 15 millones de toneladas adicionales, que significarían unos 5.000 millones de dólares extra. Este es el lucro cesante del experimento K, que consistió en capturar la renta agropecuaria hasta agotar la energía del sector. Basta ver lo que pasa en la exposición Rural, que abrió sus puertas esta semana.

Pero el dislate es mucho más profundo. Imaginemos por un instante que hubiéramos seguido creciendo a buen ritmo. Estaríamos asistiendo a un colapso fenomenal en toda la infraestructura y la logística, incluyendo en esta tanto el “hardware” (rutas, ferrocarriles, puertos, dragados) como en el “software” (lo institucional y administrativo vinculado con el flujo de la mercadería). Veamos.

Las rutas no dan más. Todo lo que se hizo fue terminar con la autopista Rosario-Córdoba, lo que no es un hecho menor. Pero absolutamente insuficiente.

El resto de las rutas están colapsadas, sin mantenimiento, con una frecuencia inédita de accidentes terribles. Faltan los accesos a los puertos.

El ferrocarril Belgrano Cargas, crucial para el transporte de larga distancia desde el NEA y NOA, sigue sin cumplir un mínimo papel. Domina el transporte en camión, sobre rutas obsoletas y saturadas, con costos de combustible -con su correlato en las tarifas- que dejan fuera de competencia a la producción lejana a los puertos.

En lo institucional, se ha vuelto a “ensuciar” todo el funcionamiento. Las mafias, amparadas en muchos casos en el poder político, hacen lo que quieren. Desde principios de julio, piquetes sumamente agresivos de transportistas nucleados en una entidad que manejan punteros K, han sitiado a la ciudad de Necochea, impidiendo el flujo de combustible pero también el movimiento de las cosechas y el ganado.

El trigo que los exportadores iban a redespachar desde los silos portuarios a los molinos, para atender la crisis de abastecimiento de harina, no puede salir de los elevadores. Productores que intentaron buscar fertilizante para poder sembrar trigo, fueron amenazados de muerte y golpeados, manos “anónimas” tajearon sus silos bolsa. Radicaron las denuncias pertinentes, pero la sensación de impunidad impregna el aire del sudeste. Allí es voz populi que los delincuentes se amparan en algo más que buenos contactos con el poder.

La reconstrucción, entonces, no pasa solamente por terminar con la exacción de los derechos de exportación, abrir las exportaciones, volver a impulsar los biocombustibles. Pasa también por garantizar el libre juego de los contratos entre todos los actores del negocio, tranqueras adentro y tranqueras afuera.

Y pasa también porque el Estado no solo juegue un papel crucial como facilitador de estos contratos, como activador de los agronegocios, sino que cumpla el rol de arbitrar en los conflictos garantizando justicia y equidad. No es lo que hay.

 
 

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