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Canadá, Australia, Argentina

Editorial de Héctor Huergo

 

Pongamos las cosas en su lugar. La presidenta comparó favorablemente a la Argentina con dos países con sesgos bastante parecidos. Canadá y Australia basan fuertemente su economía en la explotación moderna de sus recursos naturales. En ambos el sector agroindustrial juega un papel clave, al igual que en la Argentina. Tanto, que los tres juntos fueron el baluarte, en los años 80 y 90, del recordado Grupo de Cairns. Lideraban el conjunto de países que batalló duramente por el final del proteccionismo y los subsidios agrícolas, un verdadero flagelo que impedía su pleno desarrollo.

Veinte años después, es cierto que la Argentina exhibe mejores números macroeconómicos que Canadá y Australia. Superávit comercial y reservas en primer lugar. Es cierto también que ambos superan ampliamente a la Argentina en todos los parámetros sociales, desde el ingreso per capita, nivel de educación, calidad de vida, seguridad, etc. Pero tomemos en balanza comercial e ingreso de divisas, la performance de Argentina fue indudablemente superior.

“Es la soja, estúpido!”, gritaría Clinton, y con buen fundamento. Hubo algo más que soja, pero ésta ha sido sin duda la gran responsable de haber postergado a sus colegas y competidores en el rubro agro alimentario. En la “década ganada” la soja representó el 30% de las exportaciones totales, con embarques por 200 mil millones de dólares, de los que además un tercio fue capturado por el Tesoro vía retenciones.

Bueno, ningún representante del sector agroindustrial fue invitado a participar del evento, reservado a los “titulares”. El campo lo tomó como un desplante, pero en realidad fue un privilegio. Fue mejor realizar un acto paralelo, marcando que se apresta a invertir 50 mil millones de dólares para un nuevo ciclo agrícola lleno de incertidumbres.


Vayamos un poquito más adentro con el bisturí. Canadá, Australia y Argentina son grandes competidores en el mercado mundial de trigo. Los dos primeros están prácticamente estancados en materia de productividad. Argentina venía creciendo con buen ritmo gracias a nuevas variedades, fertilización, uso de funguicidas para controlar enfermedades y el efecto positivo de la siembra directa, que permite un mejor aprovechamiento de las lluvias. Pero los errores de la política económica provocaron una caída continua de la producción, hasta comprometer el abastecimiento interno. Argentina tenía prácticamente exclusividad en el Mercosur, pero el default triguero le abrió las puertas al trigo canadiense y al australiano. Conclusión: los números de CFK hubieran sido mucho más favorables de haber mediado otra estrategia oficial. O ninguna. Porque no hizo falta ningún “plan soja” para que los productores supieran que era una apuesta que valía la pena.

Argentina y Australia batallaron durante años por la primacía en el mercado mundial de la carne vacuna. Hasta que Australia tomó claramente la delantera gracias a su condición de país no aftósico, lo que le permitía entrar en los mejores mercados. Pero en la última década Brasil pasó a liderar, avanzaban fuerte Uruguay y Paraguay, y Argentina caía a un triste octavo lugar. Todos crecieron en stock, mientras Argentina perdía 12 millones de cabezas.

En otras palabras, de no haber mediado el experimento K, los parámetros elegidos por la presidenta para la comparación serían mucho más favorables todavía. Pero también hubieran mejorado enormemente los demás indicadores económicos y sociales: más producción es más producto per cápita. Más empleo. Más actividad genuina. Conviene recordar, como lo hizo la Mesa de Enlace esta semana, que el agro es responsable del 30% del empleo, aunque seguramente la proporción es mucho mayor si se habla de empleo “competitivo”, que es el vinculado a los sectores que exportan. Entonces sí, estaríamos más cerca de Australia y Canadá.

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