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"La saga del Valor agregado" Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural

Sigamos con la saga del “valor agregado”. Ahora hay que agregarle “en origen” para perfeccionar la condición de políticamente correcto. Y para incrementar el grado de confusión al respecto.

Si la confusión fuese solo una cuestión de orden intelectual, o académico, no sería demasiado grave, como en las generales de la ley. La zanata es en general inocua. Pero en el caso de la agricultura, la cosa es grave. Los políticos, que en general tienen poco empeño por estudiar y acoplarse a la vida produtiva, se aferran a cualquier muletilla que les permita ejercer su papel en el ecosistema: capturar las rentas allí donde estén, para destinarlas a fines más augustos (o más a su gusto).

Esta semana, el ejemplo viene de Paraguay. Han tomado el ejemplo y la argumentación argentina (que no es creación de los K, aunque hay que reconocer que estos le sacaron el jugo a las piedras) para implantar retenciones del 10% a los granos. Para justificarlas, dicen que hay que ayudar a los empresarios paraguayos a que “agreguen valor” y dejen de exportar “materias primas”.

Amigos paraguayos, las retenciones son para recaudar, y nada más. Es dudoso que a partir de ahora algún empresario bien habido vaya a invertir porque tiene un premio teórico del 10% si exporta harina en lugar de trigo. Nosotros ya estuvimos ahí. El último golpe lo tuvimos hace dos meses, cuando el gobierno le duplicó las retenciones al biodiesel. En cinco años se habían invertido más de 1.000 millones de dólares en plantas que transformaban el aceite en este sustituto del gasoil, tanto para el mercado interno como para el internacional. Pero la necesidad de caja de corto plazo pudo más que las promesas y seguridades otorgadas por otras áreas del mismo gobierno, con visión más profunda e inteligente.

Entonces, amigos paraguayos, no a las retenciones como “instrumento del desarrollo”. El mejor estímulo a las inversiones es la seguridad jurídica y dentro de ella, la estabilidad fiscal. Si la rompen, afectarán el motor del poderoso proceso de crecimiento que han exhibido en los últimos años. Ni los argentinos seguirán invirtiendo en la siembra de soja.

Pero más allá de esta ruptura de un flujo interesante, que llevó a Paraguay a situarse en la plataforma agrícola global, vale la pena volver a explicar que nada genera tanto valor agregado como la tecnología aplicada a los recursos naturales. La soja paraguaya es transformación genética más siembra directa. Funguicidas, fertilizantes, insecticidas, bue nos barbechos, correcto manejo del agua. Eso es lo que los puso en el mapa, generando una prosperidad de la que abreva toda la sociedad.

Está muy bien que incursionen en el agregado de valor. Para ello, en lugar de succionar recursos de la producción básica, que es la principal fuente de valor agregado, apoyen las inversiones de los privados. Hay recursos financieros abundantes en el mercado internacional, ávidos de negocios. La agricultura está de moda. La del Mercosur, sobre todo (salvo en la Argentina, qué le vamos a hacer). Para que esos recursos fluyan, lo mejor es evitar las interferencias. Cobren el impuesto a las ganancias. Si la retención es para ello, se digiere.

Pero ya sabemos que no es para cobrar un impuesto correcto y justo, sino para ir por todo el excedente. A la larga, se para todo. Empezamos con los granos, seguimos con la carne vacuna (que es maíz con valor agregado), con la leche… En Esperanza se inauguró una planta de leche en polvo hace cinco años, de capitales peruanos. En la primera semana le aplicaron derechos de exportación del 100%. Nocaut en el primer round.

Ahora el experimento K subraya su éxito ominoso con gruesos trazos de evidencias. Los ministros se desesperan por un puñado de dólares. En su lamento, no caen en la cuenta de que han ahorcado a la gallina de los huevos de oro. Pero como la ley de Greshan, según la cual la moneda mala corrompe a la buena, ahora el suspendido socio del Mercosur adopta los malos ejemplos.

Consuelo: tendremos menos competencia.

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