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"Nuestros costos de transacción..." Editorial de Héctor Huergo en Clarin Rural
Durante décadas, los excedentes agrícolas, el proteccionismo europeo y los subsidios complicaron las exportaciones agrícolas argentinas. Y dado el enorme peso de este sector en las cuentas macro, los bajos precios agrícolas y las dificultades para vender constituyeron el principal cuello de botella de la economía nacional.
Julio Nogués, miembro de la Academia de Economía, con mucha certeza estableció que existía correlación entre el proteccionismo de los países desarrollados y el riesgo país de la Argentina.
Con este telón de fondo, lo razonable hubiera sido incrementar la competitividad sistémica, además de, por supuesto, dar batalla en el terreno de la diplomacia comercial. Pero se dio un contrasentido: mientras los negociadores despotricaban en los foros del comercio internacional por las prácticas desleales, proclamando la liberación del comercio agrícola, acá hacíamos todo lo posible por incrementar los costos de transacción.
Puertos en manos del Estado, sin mantenimiento, saturados de regulaciones y padeciendo alta conflictividad gremial, encarecían la operatoria. Falta de calado y balizamiento, inversiones nulas en nueva infraestructura, fueron dejando fuera de combate a la logística exportadora. Consecuencia: no solo los precios eran bajos, sino que los costos eran imposibles.
La desregulación de los 90 impulsó un poderoso proceso de inversión en nuevos puertos privados. Se dragó la hidrovía del Paraná, con lo que se pudieron llevar los buques a donde estaba la carga, y no como antes, que llevábamos la carga a los buques con enormes sobrecostos.
En los nuevos puertos se levantaron las plantas de procesamiento de soja, valor agregado en origen, con escala, convirtiendo a la Argentina en el primer exportador mundial de los dos productos agroindustriales de mayor crecimiento global: la harina y el aceite de soja. Ambos vinculados con la transición dietética de los países emergentes, devenidos en los principales clientes de la mayor fuente de divisas de la economía nacional. Los chacareros sembraron, pero el cluster sojero se potenció con las inversiones en plantas de crushing de los principales actores globales del negocio.
La Argentina se tornó en un país viable. El siglo XXI nos sorprendió con dos poderosas realidades: los precios agrícolas se disparaban, el proteccionismo ya no importaba porque había ahora nuevos mercados; y el país contaba con una fantástica infraestructura, en el “upstream” y el “downstream”, para atender la nueva demanda.
Mientras algunos iniciados hablan de “desindustrialización”, la realidad impone la impronta del desarrollo de una nueva y poderosa industria. Que arranca en las inversiones para producir semillas, hasta la elaboración de biodiesel, la etapa superior de la soja. Señores, el biodiesel es aceite con valor agregado…en origen. Industrialización de la ruralidad, como a usted le gusta repetir, señora Presidenta.
Pero…jaque al rey, la reina, los alfiles y los peones. Tres cambios de normas en un par de meses destruyeron al biodiesel. La ignorancia de los imberbes no se corrigió con los parches que ensayaron los más avezados, que desde el gobierno habían plasmado una buena política en biocombustibles. Se estaba perfilando una solución al desabastecimiento de gasoil, sustituyendo importaciones al incrementar el corte con biodiesel. Todo se esfumó.
Y ahora, en dos meses de vigencia de la nueva operatoria de la Aduana, se han perdido embarques por 5 millones de toneladas. Es consecuencia del “draft survey”, un procedimiento anacrónico que solo se aplica en los puertos atrasados, sin pesaje electrónico como en los nuevos puertos argentinos. Hasta se aplican normas de control de…estupefacientes, una chicana en el negocio de actores que, por su enorme exposición, se saben cuidar solitos.
Así, la historia se repite. Cuando el mundo amaga con nuevo proteccionismo, como justamente sucede con el biodiesel destino Europa, volvemos a despotricar en los foros. Pero volvemos también a ensuciar nuestros puertos, incrementando los costos de transacción. Jugamos con fuego.