"La realidad siempre se subleva"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 8 de Julio.

Visité China por primera vez en 1998, acompañando a Jorge Castro, por entonces Secretario Estratégico del gobierno nacional. Nos unía un convencimiento: la República Popular era la gran esperanza para consolidar la expansión de la agroindustria argentina, que claramente se perfilaba como el nuevo motor económico de la Nación.

En aquel momento, acababa de llegar al mercado la soja RR. La producción se había estancado, entre 1994 y 1996, en las 15 millones de toneladas. Sabíamos que las variedades tolerantes a glifosato iban a permitir un enorme salto productivo. Ya había pegado fuerte la idea de la siembra directa, donde los pioneros dejaban paso a los colonizadores. La gran pregunta, sin respuesta, era si habría mercado para el aluvión de soja que se veía en el horizonte.

Lester Brown, desde su World Watch Institute, acababa de publicar su “Who will feed China” (“Quién va a alimentar a China”), en el que volvía sobre su vieja teoría de la transición dietética. Ya en los 70, Brown sostenía que la mejora de ingresos en las sociedades más postergadas, provocaba un cambio en los hábitos alimenticios. Se sustituían las féculas (harinas, legumbres, tubérculos) por proteínas animales. Esto provocaría una mayor demanda de granos forrajeros y harinas proteicas de origen vegetal (léase soja), para alimentar distintas especies del reino animal.

En 1998, los chinos consumían 15 millones de toneladas, totalmente producidas en su territorio, de donde a la sazón es oriunda la soja. La consumían en forma directa, como tofu y otros alimentos típicos de Oriente. Pero en 1998 habían importado una pequeña cantidad, generando nuestra expectativa. ¿Habría llegado el momento?

En una cena en Beijing con un alto funcionario de planificación del gobierno chino, no tuve mejor idea que hablar del libro de Brown. Mal informado, no sabía que el autor era considerado “un enemigo del pueblo chino”. Aprendí en pocos segundos que con la seguridad alimentaria no conviene meterse. El funcionario nos dijo que la pequeña cantidad importada fue consecuencia de un problema coyuntural, que la política de autoabastecimiento era exitosa, y que jamás importarían granos. La teoría de Brown, hecha añicos.

Nuestra esperanza, no. “La realidad siempre se subleva”, disparó cuando un par de días después comimos unos ribs en un Hard Rock en Guanzou, olíamos las fritangas en las esquinas y veíamos pasar camiones con cerdos por todos lados.

Al año siguiente, compraron 4 millones de toneladas. Era lo que había aumentado la producción argentina. Siguieron con ese ritmo hasta hoy. En 20 años pasaron de cero importación, a las 80 de este año.

En el camino, compraron Smithfield, la mayor productora de cerdos de Estados Unidos. El cerdo es maíz y harina de soja en cuatro patas. Abrió un Kentucky Fried Chicken cada 16 horas, para despachar patas, alitas y pechugas de pollo de a carradas. Salen con fritas, en aceite de soja. Más recientemente, compraron Noble y Nidera, pivoteando sobre la poderosa Cofco, la empresa nacional dedicada al abastecimiento de insumos básicos. Puertos, plantas de crushing sobre el Paraná y en el interior. Luego, frigoríficos en Uruguay y Argentina.

Y ahora, van por los insumos tecnológicos. Adamá primero, con su paleta de agroquímicos genéricos, la mayor del mundo. Y esta semana se produjo el “relanzamiento” de Syngenta en Buenos Aires. Adquirida por la poderosa ChemChina, se concreta la primera consolidación de las tres que espera el mercado de biotecnología y productos de protección de cultivos.

Para algunos, con todo esto la Argentina parece haberse convertido en “China dependiente”. Para otros, quizá valga la visión opuesta. No es lo que importa. La realidad siempre se subleva.

 

"Retenciones de la soja en el tapete"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 1 de Julio de 2017


De pronto, la cuestión de las retenciones vuelve sobre el tapete. Fue muy sonora la intervención, esta semana, de Gonzalo Ramírez Martiarena, CEO global de Dreyfus, en un foro del Financial Time sobre commodities realizado en Buenos Aires. Más todavía porque Gonzalo es argentino y conoce muy bien lo que está pasando con el complejo soja en la Argentina.

Dreyfus tiene operaciones en todo el mundo y es uno de los grandes actores de la producción y comercio de productos agropecuarios. En la Argentina cuenta con varias plantas de crushing, que se anotan entre las más grandes y modernas del mundo. En Bahía Blanca, en General Lagos (al sur de Rosario) y en Timbúes (al norte). De allí salen por año al mundo 10 millones de toneladas de harina proteica, aceite y biodiesel, los principales derivados de la soja.

Ramírez planteó un panorama brillante para la perspectiva de estos productos, aun cuando hay nubarrones en el horizonte en alguno de ellos: la posible traba al biodiesel en el mercado estadounidense, por lejos el principal para este sustituto del gasoil. Dejó flotando la esperanza de que, si ello sucede, sea después de la esperada reapertura del mercado europeo, tras el Panel que la Argentina ganó en la Organización Mundial del Comercio.

Dejó bien claro que la locomotora china seguirá absorbiendo enormes cantidades de soja. El barril sin fondo de la transición hacia una dieta con más proteínas animales los ha convertido en una aspiradora de soja. No hay una fuente más económica y eficiente para proveer los aminoácidos que requieren todos los bichos que caminan y van a parar al asador.

Pero también disparó, sin ambages, que los contrarios también juegan. Los principales competidores, Brasil y Estados Unidos, están creciendo con mayor ritmo que la Argentina. Tanto en la producción como en el desarrollo y modernización de su infraestructura.

Desde el punto de vista de la capacidad de procesamiento, la Argentina está bien posicionada. A pesar del freno de mano de la era K, se instalaron nuevas plantas y se expandieron casi todas. La hidrovía del Paraná se extendió hasta Timbúes y sigue hacia arriba, con aporte casi exclusivo del sector privado. Hoy se pueden moler más de 60 millones de toneladas, frente a una cosecha en torno a las 55 desde hace cinco años.

La salida del cepo cambiario fue muy favorable para el sector. También lo fue la eliminación de las retenciones para el trigo y el maíz. Ambos respondieron con un crecimiento del 50% en la primer campaña de la era Macri. Los derechos de exportación de la soja, en cambio, solo se redujeron de 35 a 30%. La respuesta fue de manual: creció todo menos la soja.

Haciendo ejercicio ilegal de la agronomía, los fiscalistas acuden a la muletilla de la “sojización” cuando en realidad solo cuentan con la libreta del almacenero. El problema agronómico de sembrar mucha soja está sobrevendido. Por supuesto que se acelera el problema de las malezas, plagas y enfermedades, y que la rotación es una solución virtuosa. De hecho buena parte de la soja se hace sobre trigo. Pero nadie más interesado que el propio productor, sobre todo el dueño de la tierra, de mantener en buen estado su patrimonio.

Las retenciones le están pegando fuerte al desarrollo sojero argentino. Si el gobierno necesita uno de cada tres camiones, puede hacer algo más imaginativo que capturarlos en el puerto. Así como tiene la audacia de colocar un bono a cien años, podría pedir prestado ese camión que hoy expropia sin anestesia. Ya sé, aumentaría el déficit cuasi fiscal. Pero un rápido “precio lleno” (aunque una parte se pague con un bono) dinamizaría tremendamente a este sector clave de la economía.

 

"Acortar la brecha, una oportunidad"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 junio de 2017

En estas páginas hace años venimos impulsando el cambio tecnológico en la ganadería.

 

Si algo hacía falta para confirmar la enorme oportunidad que se presenta para la carne vacuna, llegaron los datos del IPCVA sobre las exportaciones a China. Con 30.000 toneladas en los primeros cinco meses del 2017, ocupa holgadamente el primer lugar en volumen: tres veces más que los embarques a Chile, el segundo destino y cuatro que a Israel, el tercero.

Esta es la foto. La película es más fuerte. Hace cuatro años China no existía. Entre enero y mayo de 2014 apareció en el mapa con sorprendentes 5000 toneladas. Desde entonces, se multiplicó por 6. Y si bien los precios son inferiores a los de otros destinos (llevan cortes de menor valor y, por ahora, congelados y no frescos) permiten mejorar la integración del animal. Los cortes más caros siguen yendo a la UE, ya sea a través de la cuota Hilton o la más reciente 481 para carne de feedlot.

 

A este ritmo, China “amenaza” con arrasar con todo. La ganadería argentina, y la de la región, se encuentran frente a un revival de la epopeya de hace 150 años, cuando el invento del buque frigorífico permitió atender al explosivo mercado británico. Para ello hubo que organizarse como nación. “Alambren, no sean bárbaros”, gritó Sarmiento. Los colonos, el arado, la alfalfa, el molino, las aguadas. Tarquino, Virtuoso y Niágara, los elegidos de los criadores. Los ferrocarriles y los frigoríficos en los puertos de Rosario, Berisso, el Riachuelo. Porque aquí había fábricas antes del 45.

Perdimos el tren. Entre otras cosas, el tren de la tecnología. La agricultura, en los últimos treinta años, dio un salto tremendo. Aún falta, pero se puso a tiro del primer mundo. En algunos rubros, como la soja, es un claro líder en toda la cadena. Esta misma semana se conocieron los rindes, zona por zona. A pesar de los excesos hídricos y la demora en levantar una azarosa cosecha, se superan claramente los promedios de Iowa, Illinois o los Cerrados de Brasil.

 

Frente a este panorama, la ganadería pasea su atraso en cuatro patas. La eficiencia del stock es paupérrima. La combinación de un porcentaje de destete que apenas roza el 60%, con un peso de faena ridículamente bajo, no solo significa una dilapidación fenomenal del recurso más escaso, la vaca. Es el verdadero torno de la fábrica de carne. Cuatro de cada diez tornos permanece ocioso, pero con un agravante: igual sigue consumiendo.

Y esto significa no solo pérdida económica. También hay una componente ambiental a la que hay que prestarle atención. Las emisiones de metano de los rumiantes constituyen una de las componentes más delicadas del fenómeno del cambio climático. Como en todo proceso, el primer paso para reducir el impacto ambiental es mejorar la eficiencia. Para ello se debe operar en todo el circuito productivo. Desde la cría, logrando preñar todas las vacas, hasta el engorde, llevando a más kilos cada animal logrado.

En estas páginas, desde hace años, venimos impulsando el cambio tecnológico en la ganadería. Con orgullo, advertimos que ayer mismo, en su clásica “Experiencia Forrajera” de Ameghino, la gente de Claas introdujo dos charlas sobre temas lanzados en Clarín Rural: el shredlage y el earlage. Ambas apuntan a mejorar la eficiencia nutricional. Más litros de leche, o más kilos de carne por hectárea. Valor agregado en origen. Porque valor agregado no es mayor grado de elaboración sino reducción del costo por unidad de producto.

Si vamos a abastecer la demanda china, sin desatender otros mercados que siguen vivitos y coleando, más la voracidad criolla que felizmente no sabe prescindir del asado, habrá que animarse al gran salto. Muchos lo están dando. La mayoría viene muy atrás. Acortar la brecha es una oportunidad.

 

"El estancamiento de la soja"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 17 de junio de 2017

Maíz y trigo crecieron 50% a pleno en el gobierno de Macri. La soja permaneció invariable.

Hace ocho meses, el gobierno decidió incumplir una de las promesas de campaña más esperadas en el campo: interrumpir la reducción del 5% anual de las retenciones para la soja. Editorializamos sobre esto el 6/10/2016, anticipando que la medida implicaría una merma en la producción de soja, con lo que se disiparía parte del efecto recaudatorio esperado.

Fue lo que finalmente sucedió. Al menos, en términos relativos. Maíz y trigo crecieron 50% en el primer año a pleno del gobierno de Macri. La soja permaneció estancada. De manual.

No fue el peor efecto. Más grave fue el daño en el clima de negocios. Haber alterado las reglas de juego sobre la marcha, en un negocio de márgenes tan finitos, provocó daños concretos a quienes habían tomado coberturas en los mercados de futuros descontando que los derechos de exportación del 2017 iban a estar en el 25% y no en el 30%, como finalmente quedaron. Esto hizo –me consta—que un importante player del mercado global de productos agrícolas decidiera postergar una decisión que había logrado consensuar en su Directorio: invertir finalmente en el procesamiento de soja.

Con habilidad, el ministro de Agroindustria Ricardo Buryaile logró que desde el ruralismo se le ofreciera “la gauchada” de aceptar la postergación por un año de la quita. Esto le significó al campo la transferencia de unos mil millones de dólares. Las retenciones totales que pagará el complejo soja alcanzarán a los 6000 millones de dólares.

La razón de la medida es estrictamente fiscal. Pero está sustentada en una idea que tiene mucho arraigo incluso entre los analistas del sector. Se sostiene con frecuencia que si se hubieran eliminado totalmente los derechos de exportación a la soja, nadie hubiera sembrado otra cosa. Y hubiera seguido la “sojización”, muletilla letal amasada por la ideología tecnofóbica. Entonces, la sombra de las políticas activas extiende sus tentáculos sobre la pampa argentina. Caemos con facilidad en la “tentación del bien” que describía con sabia precisión Francesco Di Castri en sus recordadas intervenciones en los Congresos de Aapresid.

Es hora de destruir algunos mitos peligrosos. El tema de la “sojización” está sobrevendido. Nadie niega la conveniencia agronómica y comercial de las rotaciones con cereales. Pero estos argumentos endógenos terminan justificando la exacción. En la era K, se succionaron 75.000 millones de dólares solo al sector soja. Se fueron por el caño, del campo a la ciudad.

 

Seamos justos. Ahora, por lo menos, se ven obras por todos lados. Es febril el ritmo en muchas rutas cruciales, a nivel nacional y en algunas provincias. Y se arrancó fuerte con el tema hidráulico, donde los años de abandono eclosionaron con el cambio climático. Esta semana Pablo Bereciartúa, subsecretario de Recursos Hídricos, dio cuenta de los avances en la cuenca del Salado, el canal San Antonio (del norte al sur de San Francisco, Córdoba, al Carcarañá), y soluciones nuevas e imaginativas para el complicado sistema de la cuenca sur de Córdoba, norte de La Pampa y oeste de Buenos Aires.

Estas obras permitirán recuperar área y dar más seguridad en una región de extraordinario potencial agrícola. Bienvenidas. Pero para que se aprovechen a pleno, es fundamental que la soja corte amarras y vuelva a crecer. Los contrarios también juegan: sin retenciones, Estados Unidos, Brasil y Paraguay vienen creciendo a los saltos, amenazando el liderazgo argentino en los productos más dinámicos de la agricultura mundial: la harina, el aceite y el biodiesel de soja. Cambiemos.

"Balance agrícola con algunas sorpresas"

Nota del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Económico del 11 de junio de 2017


Una fuerte recuperación de las cosechas de maíz y trigo, y una mediocre performance de la soja, que permanece estancada. Ese es el balance agropecuario —simplificado— de los primeros 18 meses del gobierno de Macri.

Pero cualquier simplificación es traicionera. Abajo de estas cifras sencillas se esconde el iceberg, el gigante sumergido que hibernaba, más que por frío, por inanición. El gobierno kirchnerista, a partir de la recordada batalla por la resolución 125 (que se dirimió a favor del agro e inició la cuenta regresiva de la era K) decidió vengarse del campo, sin medir las consecuencias sobre su propia gestión.

La primera medida que anunció Mauricio Macri a los pocos días de asumir, fue la eliminación de los derechos de exportación (retenciones) al trigo (23%) y el maíz (20%), y la reducción de 5 puntos (del 35 al 30%) las de la soja. Lo hizo en Pergamino, en pleno diciembre del 2015, cuando el trigo estaba en plena cosecha y el maíz estiraba sus panojas anunciando la floración, el período crítico. Es decir, la decisión ya no podía torcer el volumen de la cosecha, la última que se sembró bajo el gobierno de CFK.

Esperanzas

Los chacareros tenían la esperanza de un triunfo de Cambiemos, donde volcaron sus votos con fervor. Pero entre que venían exhaustos financieramente y el temor de la continuidad, se movieron con cautela. Poco trigo, poco maíz, cultivos que exigen una mayor inversión por hectárea que la soja, ese maná que cayó sobre las pampas hace cuatro décadas y siempre se la rebuscó para dejar algún margen, gracias a la revolución tecnológica que experimentó su cultivo.

El trigo y el maíz padecían otro flagelo: las restricciones a la exportación. La estrategia inaugurada por el inefable Guillermo Moreno y continuada por sus sucesores consistía en “desacoplar” el precio interno de los granos respecto a la cotización internacional. Para ello se apeló a las retenciones. Los derechos de exportación operan recortando los precios internos, teóricamente en la misma proporción. Pero no le resultó suficiente. El paradigma de “la mesa de los argentinos” lo llevó al paso siguiente: trabar las exportaciones. Apareció el mecanismo de los “ROE”, que implicaba pedir autorización para cada embarque.

La realidad es que el mercado quedó crónicamente sobreofertado de trigo y maíz. Los precios al productor se derrumbaron. Hubo largos períodos en los que resultó imposible conseguir comprador para estos granos. La consecuencia fue la caída de la superficie sembrada y el menor uso de tecnología.

La derivación, obviamente, fue el derrumbe de la producción. En 2014 y 2015 se tocaron los niveles más bajos en un siglo. Con el agravante, en el caso del trigo, de la pérdida de calidad: el deterioro de la relación insumo-producto (trigo barato, fertilizantes a precio internacional) provocó una merma en el contenido de proteína, impactando en precios y prestigio.

Y para completar el cuadro, apareció el desdoblamiento cambiario. La creciente brecha entre el dólar oficial y el real fue particularmente deletérea para el agro.

La debacle fue dramática. Sobre todo porque la teoría del desacople quedó en eso: una teoría. La realidad es que ni el pan (harina de trigo) ni el pollo ni la coca-cola (que se hace con maíz) bajaron de precio. Los procesadores sí desacoplan el costo del insumo respecto al precio de su producto. Trigo y maíz tienen muy baja incidencia en el precio final del pan, de la cerveza o del whisky, que también se hacen con cereales.

Y mientras tanto, se redujeron los saldos exportables de ambos granos. Menos ingreso de divisas y nula precepción de derechos de exportación. Incluso, en 2014 fue necesario importar trigo, después que el faltante hiciera estallar el precio interno. Otro “desacople”… Quizá en la cabeza de los teóricos K anidara la añosa idea de que los productores eran insensibles a los estímulos económicos: cualquiera fueran los precios de los productos o el costo de los insumos, igual sembraban. Una visión vinculada con la idea de que la producción agropecuaria es simple recolección de los frutos de la naturaleza.

Cambiamos

Lo primero que hizo el gobierno de Macri fue eliminar el cepo cambiario e ir a la convergencia. Parecía imposible y se hizo en una semana. Por supuesto, con el auxilio de un adelanto de 2.000 millones de dólares por parte de los exportadores de granos y subproductos.

De inmediato, concretó el anuncio de la campaña respecto a las retenciones y restricciones a la exportación.

Ya explicamos que era tarde para la campaña 2015/16, que ya estaba jugada. Pero sentó las bases para un nuevo ciclo. El año pasado aumentó un 20% el área con trigo y un 25% la de maíz. En ambos casos, se volvió a usar más tecnología. Se fertilizó mucho más el trigo y “desaparecieron” los híbridos de maíz de mayor potencial de rendimiento. Consecuencia: sin haber alcanzado un récord de superficie cultivada, sí se alcanzó un récord de 18 millones de toneladas en trigo (50% más que el año anterior). Y con mucha mejor calidad por mayor aplicación de nitrógeno, lo que tranquiliza al principal cliente, los molinos brasileños.

También se alcanzó un récord de producción de maíz, que pasó de 26 a 38 millones de toneladas (50% más). La Argentina recupera así el segundo lugar como exportador mundial, que había perdido en manos de Brasil y Ucrania. Entre trigo y maíz los embarques van a totalizar unos 4.000 millones de dólares.

No pasó lo mismo con la soja, que permanece estancada en superficie y producción. Si algo hacía falta para confirmar la alta sensibilidad de la respuesta productiva a los incentivos económicos, ahora está expuesta: los derechos de exportación de la soja se mantienen en el 30%. Con los actuales precios internacionales, este nivel de retenciones aparece como un cuello de botella para reiniciar el crecimiento.

Anticipan mayores exportaciones

Esta semana, la Fundación Producir Conservando, un think tank del sector agroindustrial, lanzó sus proyecciones de producción a diez años. Según los autores del trabajo, los expertos Gustavo Oliverio y Gustavo López, la producción agrícola puede alcanzar los 160 millones de toneladas para el 2027: 40 millones más que las de la última campaña.

Para la mayor parte de los analistas, la cifra es razonable. La FPC lanza estas estimaciones cada cinco años, y la realidad es que siempre estuvieron algo por debajo de los niveles efectivamente alcanzados. Sobre todo porque en todos los casos se planteaban los cuellos de botella que, en teoría, sería necesario remover para concretarlos. Los problemas de infraestructura no solo no se resolvieron sino que se agravaron: caminos, falta de ferrocarriles, y falta de sustentabilidad en el modelo de producción con alta incidencia del cultivo de soja. Estos problemas inciden en la ecuación económica del productor, por encarecimiento de costos y acumulación de pasivos quizá no bien percibidos o contabilizados, como la pérdida de nutrientes de los suelos. Pero está claro que una remoción de estos obstáculos puede acelerar el crecimiento y proyectarlo por encima de los niveles propuestos. También incidirá la prometida reducción de las retenciones a las exportaciones de la soja, que debieran llegar a 18% a fines del 2019.

Desde la demanda, no se advierten complicaciones mayores, aunque hay excedentes agrícolas, que mantienen a raya a los precios. Prácticamente todo lo que supere al consumo se destinará al mercado internacional.Significará unos 10.000 millones de dólares anuales de aporte a la balanza comercial, sumados a los 25.000 que se esperan en el 2017.

 

"La carne en el centro de la mesa"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 10 de junio de 2017


 

La visita de la jefa de Estado de la República Federal Alemana coronó un impresionante rally del presidente Mauricio Macri. En apenas un mes, Macri se entrevistó con Donald Trump, con quien almorzó en Washington. Pocos días después lo hacía con Xi Jinping, en Beijing. De allí saltó a Tokio, donde se encontró con el primer ministro Shinzo Abe y el mismísimo emperador Akihito.

Alta política. Tras una década y media de aislamiento jalonada por las permanentes malas noticias, la Argentina volvió al mundo. Los dos ejes de la estrategia oficial son las inversiones y la apertura o ampliación de las exportaciones. Y cuando este gobierno habla de exportaciones, está hablando de la agroindustria.

Macri no se cansa de mostrar su convencimiento de que la clave para el crecimiento y el desarrollo es impulsar al sector que ha sabido convertir sus ventajas naturales en ventajas competitivas, a través de la tecnología, la inversión y el entrelazamiento comercial.

Uno de los ejes del crecimiento (y del convencimiento del gobierno) es el de las proteínas animales. En particular, la carne vacuna, todavía hoy objeto del deseo de todo el mundo, a pesar del default por mérito propio. Macri le pidió a Trump más celeridad en la apertura del mercado estadounidense, atrás del cual vendrán otros. En China, pasó por el stand del IPCVA en el imponente SIAL, donde lo recibió un conjunto con lo más granado de la industria frigorífica exportadora. Los asiáticos son ya los principales clientes de toda la región. Con Merkel, también la carne estuvo en el centro de la mesa, cuando se habló del acuerdo Mercosur-UE.

Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).

Uruguay, en particular, se ha convertido en el gran referente. Con su política sanitaria transparente e implacable (no se puede mover una cabeza sin los papeles en regla) se han ganado la confianza de todo el mundo. Su sistema de trazabilidad funciona muy bien, y hay un solo standard sanitario y fiscal para lo que es consumo interno y exportación. El 70% de la carne uruguaya va a exportación. China en primer lugar, luego Estados Unidos (se abrió hace un par de años).

Ahora hay una nueva oleada de inversiones globales en la industria frigorífica de la región. Hace diez años, las dos grandes compañías brasileñas, Marfrig y JBS, desembarcaron en Uruguay, Paraguay y Argentina. En nuestro país sufrieron los avatares de la política kirchnerista, que trabó como pudo las exportaciones en nombre de “la mesa de los argentinos”. Ya sabemos: nos comimos los vientres, los tornos de la fábrica de carne. Pero la fuerza del producto y los mercados fue más grande. Llegaron los chinos. Primero, a Uruguay. Luego, a Argentina. Compraron varias plantas y hasta un feedlot que aún no comenzó a operar.

La semana pasada, una de las mayores compañías alimenticias del mundo, la japonesa NHFoods, se hizo cargo del BPU, el frigorífico más moderno de Uruguay. Ubicado en Durazno, en el corazón de la Banda Oriental, NHF pagó 130 millones de dólares por una joya cincelada por el inglés Terence Johnson, que antes había pasado por el ABP de Hughes, hoy de la china Foresun.

Pero si algo da idea de la velocidad y fuerza del proceso que estamos viviendo, fue lo que acaba de suceder con los activos de JBS en la región. La empresa brasileña, jaqueada por el escándalo de las coimas que sus propietarios, los hermanos Batista, reconocieron haber pagado a los gobiernos de Lula, Dilma y Temer, tuvo que desprenderse de sus plantas en Argentina, Uruguay y Paraguay. En una sorpresiva operación, las compró otro gigante brasileño, el grupo Minerva. Que ya contaba con plantas en Uruguay y Paraguay, pero no en la Argentina. Desde ahora, es la nueva dueña del Swift, nada menos.

 

 

"Trump, con el etanol no..."

Editorial de Hector Huergo en clarin rural del 03 de junio de 2017

La decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sacudió a la comunidad internacional con el anuncio, el jueves, de que su país abandonaba el Acuerdo de París sobre control de emisiones de CO2. Si bien este tema había sido una promesa de campaña, muchos creían que al acceder al poder la realidad le impondría un límite. Sobre todo, cuando dos tercios de la sociedad estadounidense estaba a favor de darle batalla al cambio climático.

Pero no. Pudo más el lobby conservador. Trump pateó el tablero. Y su decisión, dependiendo de cómo la implemente, también puede impactar muy fuertemente en la cuestión agrícola. Es temprano para sacar conclusiones, pero podemos imaginar algunos escenarios.

En primer lugar, conviene resaltar un hecho sugestivo: Trump dejó una puerta abierta al señalar que se sale de este acuerdo por inconveniente para los intereses del pueblo de los EEUU (materia altamente opinable…). Pero que buscará una convergencia sobre otras bases. Esto significa un reconocimiento implícito a la problemática del cambio climático y la necesidad de hacer algo para frenar el calentamiento global.

Es importante destacarlo, porque hay un amplio sector de la biblioteca que lo niega. Son los triunfadores, pero su victoria innegable queda entonces acotada.

Quizá no esté todo perdido y los esfuerzos para “descarbonizar” la sociedad global mantengan su ritmo. Que es impresionante, empezando por los Estados Unidos, que lidera en temas cruciales como el auto eléctrico.

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"Para producir leche hay equipo"

Nota de Clarín Rural del 27 de mayo de 2017. Por el Ing. Agr. Héctor Huergo.

 

Adecoagro nació en la Argentina, hace quince años, y se ha convertido en una de las principales compañías agropecuarias del mundo.

Adecoagro nació en la Argentina, hace quince años, y se ha convertido en una de las principales compañías agropecuarias del mundo. Arrancó comprando 74.000 hectáreas en el país, y luego se expandió por toda la región. Hoy cuenta con cerca de 300.000 hectáreas, avanzando fuertemente en el sesgo agroindustrial. Es un gran productor y procesador de arroz, con su marca “Alas”. En Brasil cuenta con un poderoso complejo de producción de caña para azúcar y etanol. La empresa se inició con fondos de inversores institucionales, pero luego se abrió a la bolsa y hoy cotiza en Wall Street bajo la sigla “AGRO”. Su capitalización bursátil alcanza a 1,3 billones de dólares.

En la Argentina, la apuesta del momento es crecer en lechería, sobre la base del modelo de “free-stall”. Se arrancó de cero y Mariano Bosch destaca hoy la capacitación adquirida por todo el equipo de profesionales que participó de este proceso de innovación, adoptando la tecnología disponible en el mundo desarrollado.

Diego del Carril es el responsable de la formación de los equipos en Argentina y Uruguay. Es ingeniero industrial y se incorporó hace seis años.

Ernesto Pittaluga es el responsable de todo el negocio lácteo. Vive en Venado Tuerto, y es ingeniero agrónomo con cinco años en Adecoagro. Hoy es la cabeza de todo el negocio de la leche. Lisandro Ferrer, ingeniero civil, entró cuando construían el tambo uno. Oriundo de Venado, estudió en Rosario y ahora es el responsable del tambo dos y los biodigestores.

Actualmente, los dos tambos de Adecoagro, con una producción de 250.000 litros diarios, entregan la leche a procesadores locales. Un tercio se envía a Mastellone Hnos y el resto a varias usinas que la destinan a distintos productos.

Bosch incorporó hace tres años a Alejandro Torres, un experto que viene de la industria y participa de la discusión comercial. “Con la diferencia de precio de leche que conseguimos justificó su sueldo, pero el aporte más relevante es la discusión sobre qué vamos a hacer. Leche en polvo es el commodity, y nos mostró que con nuestra leche, que tiene calidad y estabilidad (proteína, grasa) gracias al sistema de produccion, podría ir a leche infantil. Es buscada por ese plus. No es para leche en polvo o quesos. “No vamos a entregar la leche como hoy dentro de cinco años. El país va a ser diferente. Queremos que sea una línea de negocios relevante. Una bebida especial”.

Alejandro Lopez Morena es el Chief Sustainability Officer. Responsable de la sustentabilidad de la empresa, ingeniero agrónomo especializado en los últimos diez años para inversores que entiendan los procesos de producción. Emilio Gniecco es abogado y ejerce como General Council, responsable legal de la organización y de la comunicación institucional. Viene de Marval.

El tambo se acerca a una nueva dimensión. Tambo de Adecoagro.

Nota de tapa de Clarín Rural del 27 de mayo de 2017. Por el Ing. Agr. Héctor Huergo.

El megatambo "freestall" de Adecoagro produce 250.000 litros de leche por día. Allí, las vacas no pisan el campo y solo caminan al ordeñe. El futuro, por duplicado.

Desde el aire, un conjunto de gigantescos galpones se complotan para romper la monotonía de las pampas. Unos kilómetros al norte de la ruta 7, que se mete en la provincia de Santa Fé antes que La Picasa desbordada nos haga perder el rastro. Agua por todos lados.

 

Pero adentro de esos galpones, viven 7.000 vacas Holando que entregan un promedio de 35,5 litros en tres ordeñes diarios. No pisan el campo, lo miran desde sus cómodas camas de arena, que se recambia cada vez que es necesario. Y sólo caminan desde sus boxes hasta la sala de ordeñe, una calesita que cosecha leche 24 horas por día.

 

Es el tambo de Adecoagro, el primer “free stall” (estabulado) de gran escala en funcionamiento en el país. Una verdadera ruptura paradigmática, en un país donde parecía que difícilmente hubiera lugar para algo distinto al modelo pastoril que caracterizó a la lechería desde sus albores.

la sala de ordeñe es una calesita que trabaja las 24 horas.

Le venimos siguiendo los pasos desde hace tiempo. De hecho lo visitamos varias veces desde que inició la construcción del primero, en 2005. Dos grandes establos para 3.000 vacas. Despues de una primera fase de aprendizaje, llegó el segundo: cuatro nuevos galpones. Pasos sólidos; y ahora Mariano Bosch –ingeniero en Producción Agropecuaria y CEO de Adecoagro— decide sacarlo a la palestra y mostrar que la idea se convirtió en una interesante realidad: en el último balance trimestral de la empresa, el tambo marcó una evolución muy favorable. Facturó más del doble que en el primer trimestre del año pasado, por la combinación del aumento de la producción y la mejora de los precios. La ganancia del Q1 2017 (medida como EBIT en el balance auditado de la compañía) fue de 2 millones de dólares.

¿Cómo fue que entraron en este modelo?

Cuando compramos este campo de Christophersen a Pecom, había un tambo con dos mil vacas en ordeñe, y lo íbamos a cerrar—relata Mariano Bosch-. No estaba dentro de lo que queríamos hacer. Queríamos escala y volumen relevante. Ese fue el punto de partida. Pero antes de liquidarlo nos preguntamos cuál era el sistema para Argentina. Vimos tambos de Nueva Zelanda, un montón en Estados Unidos, fuimos a Ancali en Chile, una explotación muy avanzada, en confinamiento completo. Nos metimos a fondo a ver los sistemas de producción en distintas partes del mundo. Lo trajimos a Mc Cluskey (un gran innovador en el tambo norteamericano, instalado en Indiana, a una hora de Chicago), en un momento íbamos a ser socios.

 

- ¿Y a qué conclusión llegaron…?

Nos convencimos de que en Argentina podemos ser los mejores en maíz y soja. Y también nos convencimos de que para producir leche, lo más importante es el confort de la vaca. Entonces definimos este modelo en lugar de sistema pastoril. Era la única forma de poder hacer algo de escala industrial. ¿Porqué no ir a un lugar donde el maíz fuera más barato? Pero además hace falta infraestructura. Venado Tuerto tiene agua en calidad y cantidad, temperatura y clima. Gente. Y arena para cama, que tiene que ser especial.

- Y capital…

Yo asesoraba a tamberos, y siempre vi que había que alcanzar grandes volúmenes. Y para eso hace falta capital. En Adecoagro tenemos acceso a capital, y eso permite ir a buscar la mejor tecnología. No se nos cruza por la cabeza no ir a buscarla a donde esté disponible. Es la forma de generar tu ventaja competitiva. Hoy tenemos el primer paso dado. Ahora viene lo divertido para pensar para adelante. La inversión total hasta ahora son 55 millones de dólares. Sin contar la tierra, que es marginal en este modelo.

 

- Pero la tierra les permite autoabastecerse de comida…

Totalmente. Tenemos 250 hectáreas de alfalfa cinco o seis cortes por año. Y unas 800 hectáreas de maíz por tambo y 600 de verdeos de invierno (avena y trigo) ensilados. Muchas van en la misma superficie donde se picó el maíz, para rotación. Se le puede hacer un corte temprano (mayo-junio) y se “quema” como puente verde. Y algo de raigras. Cada tambo tiene un módulo de rotación de 900 hectáreas. Usamos harina de soja o soja desactivada, de nuestra producción. Así, logramos un modelo de bajo costo por litro producido. Y no queremos que sea competitivo respecto al vecino, sino internacionalmente. El costo por litro es la forma de pensar. Estamos en el 10 por ciento de los tambos con mejores números de los Estados Unidos. Creemos que este es el sistema que nos funciona a nosotros. No decimos que es para toda la Argentina. Pero sin duda que va a haber más tambos como estos, y nos encanta mostrarlo con los brazos abiertos.

- ¿Las instalaciones fueron importadas?

Los galpones 100% nacional. Lo único que viene de afuera es la máquina de ordeñe. Unos 800.000 dólares. Y ahora la planta de biogás, el último eslabón para salir de cierta disconformidad: estábamos generando mucho metano y no nos gustaba. Ahora reciclamos la bosta, separándola de la cama de arena y metiéndola en el biodigestor. Entramos en una licitación de energía renovable y nos dieron un precio de 158 dólares el Mega, un precio ajustado pero que nos sirve para eliminar el problema de la bosta. Buscamos la tecnología más adecuada para nuestro sistema de bosta en cama de arena. Con este biodigestor vamos a abastecer de electricidad al equivalente del consumo de varias localidades de alrededor. Somos punta de línea así que se van a beneficiar con energía renovable María Teresa, Villa Cañás, San Gregorio y Cristophersen.

EL tambo cuenta con 4 galpones,la sala de ordeñe está a la izquierda y el parque de alimentos atrás.

- Dos tambos, siete mil vacas, ¿hasta aquí llegamos?

--No! Hemos informado a los accionistas que apuntamos a duplicar a corto plazo. Sobre la base del camino recorrido y la experiencia adquirida, el objetivo es hacer un ‘dos en uno’: 7.000 vacas en un solo tambo. El equipo humano está maduro para encarar este nuevo salto, que nos acerca al próximo objetivo, que es industrializar nuestra producción. Hoy estamos en 240.000 litros por día, y la clave es mantenerse y superar esta productividad de 35,5 litros. Sobre esta plataforma, llegaremos a los 500.000 litros, una linda base para pensar en el procesamiento. No en hacer leche en polvo sino algo acorde con la calidad de leche que producimos, y la ventaja de procesar “in situ”.

 

"El tambo suma nuevos modelos"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de mayo de 2017

Sabemos que la nota de tapa de esta edición de Clarín Rural, dedicada al emprendimiento lechero de Adecoagro, traerá cola. No solo porque se trata de una ruptura paradigmática, lo que siempre desata polémica, sino por la oportunidad. El tambo está atravesando una profunda crisis y para muchos es un momento inapropiado para hablar de innovación. En la crisis inciden un sinnúmero de factores, la mayor parte de los cuales inciden “tranqueras afuera”.

 

Todos conocemos la situación calamitosa de SanCor, los dramas financieros de toda la industria y los tentáculos del pulpo sindical de Atilra. La década k fue deletérea, exacerbó todos los factores negativos e impidió que el momento de bonanza internacional (entre 2008 y 2012) llegara a la cadena. Ahora hay un nuevo horizonte, y está bueno ver lo que estuvo ocurriendo, a pesar de todo. Aquí y en el mundo.

Mariano Bosch, CEO de Adecoagro desde que arrancó la compañía hace 15 años, mostró sus números la semana pasada. La compañía cotiza desde hace cinco años en Wall Street, donde miles de inversores compran y venden acciones conocidas bajo la sigla AGRO.

El balance del primer trimestre del 2017 es más que sugestivo: la explotación lechera generó un EBIT de U$S 2 millones. Sus casi 7 mil vacas en ordeñe, en dos tambos donde las vacas viven a galpón, no conocen el pastoreo y reciben toda la alimentación mecánicamente. El campo se dedica a la producción de maíz, verdeos y soja. Y estos cultivos se transforman en un flujo de 250 mil litros de leche por día.

 

Muchos expertos del sector conocen el “experimento” del free stall de Christophersen. Casi todos lo han mirado con desconfianza. Plantaron sus dudas por la “rigidez” de la alta inversión que implica el modelo, en comparación con el clásico sistema pastoril, donde las vacas se valen por sí mismas para procurarse el alimento pastoreando praderas y verdeos.

 

La diferencia está en la productividad. Los buenos tambos pastoriles están en niveles de 24 litros de leche por día, donde la mitad, por otro lado, se origina en los concentrados (granos) que reciben las vacas en la sala de ordeño o en encierros estratégicos o tácticos. En el tambo de Adecoagro se promedian ya los 35,5 litros/vaca por día. Es un 50% más.

 

La diferencia es confort animal, ahorro de energía (las vacas no caminan) y uniformidad en la dieta. El propio Mariano Bosch señala que el sistema es tremendamente sensible a la productividad: con 30 litros no cierra, pero arriba de 35 los márgenes explotan.

 

Con la misma genética, lo que implica que hay un gigantesco lucro cesante global. Si algo hizo bien el tambo, fue incorporar el mejor semen del mundo, provisto por importadores y productores locales que se acoplaron al ritmo mundial.

 

La inversión de Adecoagro en los dos tambos, en estos 12 años, alcanzó a U$S 55 millones. Esto implica una restricción fundamental. Es muy difícil evolucionar desde un tambo clásico, por mejor manejado que esté, a estos modelos súper intensivos. Recuerdo que en 1993 viajamos con el CREA Lincoln (tambero líder) a los EEUU. Arrancamos por la Universidad de Florida, en Gainesville, donde los investigadores arrancaron mostrando estos modelos de 8 mil vacas confinadas. “Esto no es para nosotros…”, pero la pelota quedó picando.

 

Adecoagro no está solo. Hay otros tambos, como el de la familia Chiavassa en Pellegrini (Santa Fe) que aunque más pequeños, van en la misma dirección. En la cuenca de Villa María la estabulación es tema de todos los días. Un gran grupo agropecuario, Compañía Argentina de Granos, está considerando un megatambo en San Luis, bajo riego. No es una cosa o la otra. Es saber que esto está pasando.

 

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"Ahora, barajar y dar de nuevo"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 20 de mayo de 2017

Cuando la Argentina se encontró frente a la oportunidad de la carne vacuna, hace un siglo y medio, se organizó para aprovecharla. Fue la Primera Revolución de las Pampas. Alambramos, dejamos de ser bárbaros. El alambrado llevó a las aguadas y para llenarlas, los molinos. La alfalfa, los tarquinos. Los frigoríficos y los ferrocarriles. La prosperidad difundió por todos los poros de la sociedad. Venían oleadas de inmigrantes de todo el mundo a abrevar del imponente flujo de riqueza.

 

Perdimos el rumbo, perdimos también los mercados. Es cierto, el mundo del siglo XX se hizo complicado. Guerras, proteccionismo. Pero nosotros contrapusimos, a la complicación, el cambalache. Dejemos eso en el pasado.

 

El siglo XXI nos pone frente a otra oportunidad. Lo venimos planteando, machacosamente, semana a semana en Clarín Rural. A pesar de todos los intentos por frenar la Segunda Revolución de las Pampas (la de la conquista tecnológica), hemos podido retomar el sendero del crecimiento que se había insinuado desde mediados de los 90.

 

El salto tecnológico se concentró fundamentalmente en la agricultura. Que ahora, soltando amarras, vuelve a crecer a tasas chinas. El fantástico congreso de Fertilizar, que cubrimos en las páginas centrales de esta edición, augura nuevos saltos en los rindes, en la calidad de los granos y, sobre todo, en la salud de los suelos.

 

Mientras se celebraba este congreso, el presidente Mauricio Macri culminaba su visita a China. Consagró ampulosamente su visión de la Argentina como supermercado del mundo. Pero con un eje temático muy concreto: la carne vacuna. La misión coincidió con el SIAL de Shangai, el gran evento de la industria alimenticia global, nada menos que en el mercado más dinámico para las proteínas animales.

 

Estas pampas se especializaron, en los últimos 40 años, en proveer insumos forrajeros. Maíz y sorgo, primero. Luego, soja. Fue una extraordinaria decisión, orientada por el mercado, y sin planificación alguna que (como suele suceder) distorsionara los mandatos del mercado. Hicimos lo que había que hacer.

 

Somos los segundos exportadores mundiales de maíz (grano forrajero por excelencia) y los primeros de harina de soja. Grandes proveedores de sorgo y con extraordinario potencial para trigo forrajero, con una dinámica mucho más expansiva que la de trigo pan. Lo mismo hicieron Brasil y EE.UU.. Lo mismo está haciendo Paraguay y Uruguay, donde nadie habla peyorativamente de “sojización”.

 

Esta orientación dictada por el mercado se corresponde con el fenómeno de la transicion dietética, encarnada por la mejora social en China. La demanda explotó no por crecimiento demográfico, sino por efecto ingresos. Más plata en el bolsillo es mayor demanda de proteínas animales.

 

Empezaron a importar soja a fines de los 90. Expandieron su producción de maíz, de la mano de los rindes (porque tierra no tienen más). Crecieron en producción y consumo de cerdos y pescado. No les resultó suficiente. Hace tres años compraron Smithfield, la mayor productora de cerdos de EE.UU. Ahora vienen por la carne vacuna. Lo contamos en nuestros tres últimos editoriales.

 

La presencia de Macri en el SIAL es una señal potente a un sector tremendamente golpeado por la impericia. La destrucción fue fenomenal, desde el stock hasta el auge de las malas prácticas en el comercio y la industria. Ya no se trata de una reconstrucción, sino de un barajar y dar de nuevo. Y en este barajar y dar de nuevo, entran todos los fundamentos. Desde la infraestructura (en especial el manejo del agua) hasta los sistemas de producción y comercialización. Vale la pena.La demanda es infinita

 

"Tercera semana al hilo"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de Mayo de 2017

Tercera semana al hilo para hablar de China y la carne. Sinceramente, cuando inicié la saga con “El tren de la carne está pasando”, no sabía que unos días después vendría Jack Ma, el mítico dueño de AliBaba. Ni mucho menos podía imaginar que en su entrevista con el presidente Mauricio Macri le iba a decir que venía por carne, vinos y mariscos. O que se cerraría la venta del frigorífico uruguayo BPU al gigante nipón NHFoods, como consignamos el último sábado en el segundo capítulo de la saga oriental de las proteínas y sus compañeros de ruta.

Ahora se viene todo encima. El miércoles próximo arranca el SIAL de Shangai, la feria de alimentos más esperada. Ya partió hacia allí un contingente de empresarios de la alimentación de primera línea. Se destacan, por supuesto, la carne, el vino y los mariscos que pedía Jack Ma. El IPCVA puso toda la carne en el asador, literalmente. Habrá un restaurante con 120 plazas para que los clientes se den el gusto. Del pecado carnal no se vuelve.

Pero hay momentos en que la realidad se confabula, con un misterioso afán de encadenar los eslabones sueltos. Es muy difícil que cuando el embajador en China, Diego Guelar, comenzó a gestionar la visita del presidente Mauricio Macri a su par chino, Xi Jinping, la hubiera pedido para la mismísima semana del SIAL. Bueno, el miércoles 17, Macri será recibido por su par chino en el Gran Salón del Pueblo de Beijing, en inmediaciones de la histórica plaza de Tiananmen, para firmar acuerdos por unos 30 mil millones de dólares en las áreas de agroindustria, energía, transporte y minería.

La plaza de Tiananmen es emblemática. Allí se abrió, en 1988, el primer local de un Kentucky Fried Chicken, inaugurando la era del fast food occidental y un hito en la transición dietética de centenares de millones de chinos. Hoy hay miles, y también hay miles de McDonalds, otras franquicias y las propias propuestas gastronómicas que, en todos los casos, se montan sobre la pulsión por las proteínas animales.

Y también es emblemática la pulsión por la carne del embajador Diego Guelar. Cuando le tocó ser embajador en Washington, hace 20 años, inventó el “Smiling Beef Club”, para promocionar la carne vacuna argentina cuando por unos meses se logró abrir una ventanita. El año pasado, uno de sus primeros actos en Beiging fue lanzarlo de nuevo y con el mismo nombre.

Pocas ideas pero fijas, dirá alguno. La realidad es que hay más ideas, pero un hilo conductor: “Nosotros estamos estratégicamente en la agenda china como proveedores. No estamos ni en la norteamericana, ni en la europea, pero sí en la china por los ejes de infraestructura, agroindustria y minería”, dijo a Leticia Pagoriles, de Telam. “Argentina más Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile somos el 25% de todo el suministro de China; segundo está Estados Unidos con el 20%”. En cuanto a infraestructura, el diplomático dijo: “Argentina y toda nuestra región tiene una necesidad de ferrocarriles, puertos y los chinos tienen grandes empresas y crédito, somos un destino de inversiones en infraestructuras muy grande”. Y remarcó el interés de los orientales por la hidrovía del Paraná, que precisamente une a sus grandes proveedores. Extraordinaria oportunidad para agregarle más vías al fabuloso corredor fluvial. También el o los ferrocarriles al pacífico.

Este es el escenario. Pero está todo por hacerse. No solo desde el Estado, donde ya saben lo que hay que hacer. También en los actores privados, que muchas veces miran la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. La Segunda Revolución de las Pampas, fenomenal en la agricultura, tiene mucho camino por delante en la ganadería. Habrá que transitarlo, porque sin carne no hay China posible.

 

"El changuito de Jack Ma" Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 6 de Mayo de 2017"

Cuando escribí mi editorial del sábado pasado “El tren de la carne está pasando” (http://www.clarin.com/rural/tren-carne-pasando_0_H1gQ1QZkZ.html) no imaginaba que estaba llegando al país nada menos que Jack Ma, el empresario chino fundador y principal accionista del gigante mundial del comercio electrónico AliBaba. Más grande que Amazon y con una facturación que equivale a medio producto bruto de la Argentina.

 

Tampoco tenía idea de que el segundo hombre más rico de China se iba a reunir con el presidente Mauricio Macri. Y mucho menos que le iba a mostrar la lista para el changuito que piensa llenar con productos de la argentina para los consumidores chinos: carnes, vinos y mariscos al tope. Jack Ma no hizo más que subrayar, con gruesos trazos de evidencias, que aquél editorial venía bien rumbeado.

 

Debo confesar que no me animé a poner un dato que me había pasado un informante calificado, un alto ejecutivo de la industria frigorífica que se había pasado un par de semanas en China, investigando a fondo lo que sucedía con las carnes. Lo dejé en el tintero porque me parecía muy raro, pensando que iba a desviar el eje del análisis. Ahora me arrepiento.

 

El dato: que la nueva generación de consumidores chinos, criados en la era de la revolución tecnológica, habían adoptado el hábito de comprar todo por AliBaba. Incluso la carne. Y que eso iba a revolucionar la forma de encarar un mercado que crece a ritmo imparable. Y que había que preparar la logística para este nuevo mundo.

 

Bueno, está confirmado. Es la carne, es el vino, son los mariscos. En pocos días (del 17 al 19 de mayo), los tres rubros estarán en el SIAL de Shangai. El evento coincide con la visita del propio Mauricio Macri a la República Popular, donde se entrevistará con su par, Xi Jinping.

 

Nada es casual. Los productos de la agroindustria están siempre en la agenda presidencial. Macri acaba de anotarse un sonoro y sorpresivo poroto con la cuestión de los limones, un tema que no ameritaba tanta bulla periodística. La restricción histórica iba a caer de madura y en forma inminente. Pero, como la mano de Dios, fue gol y punto.

 

La oportunidad es fenomenal. El changuito de Jack Ma se detendrá ante la oferta argentina en Shangai. El malbec acaba de celebrar su semana, con una vendimia muy azarosa pero que anticipa excelente calidad (ver nota de Soledad González, del diario Los Andes, especial para Clarín Rural en la pág. 8).

 

Los mariscos, de la mano de empresas que llegaron más recientemente a la exportación de alimentos argentinos, como Newsan, un gigante local del mundo electrónico. Los langostinos patagónicos son su estandarte.

 

Newsan construyó una poderosa red de distribuidores al interior de China, apoyándose en sus proveedores de electrónica. Y va diversificando su oferta, que surge de pymes y productores del interior que hasta ahora no le encontraban la vuelta al mercado.

 

Ya sabemos. Hay enormes problemas de competitividad. El doble standard sanitario y fiscal es una mochila de plomo para la exportación de carnes. Nuestros competidores están mejor posicionados, han mejorado la calidad de sus productos y ofrecen más garantías de trazabilidad.

 

Concretamente, la carne uruguaya, que ha construido una imagen formidable en China. Hacer los deberes, “garpa” más que la viveza criolla. Esta misma semana, la mayor empresa de alimentos de Japón, NH Food, con un centenar de plantas industriales y una poderosa red de distribución global, compró el frigorífico BPU.

 

Pagó al empresario inglés Terry Johnson la friolera de 135 millones de dólares en una operación que conmovió a toda la región. Japón todavía no abrió su mercado a la carne uruguaya (tampoco a la argentina), pero van calentando motores…

 

"El tren de la carne está pasando"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 29 abril de 2017

A mediados del siglo XIX, la Argentina supo aprovechar la oportunidad que le ofrecía la Inglaterra de Dickens, donde campeaba la revolución industrial. Los beneficios del desarrollo difundían por toda la sociedad, despertando apetitos inéditos. Uno de ellos fue el de la carne vacuna, a la que ahora tenían acceso millones de nuevos consumidores. La mesa estaba lista, sólo faltaba servirla.

 

Nuestros pioneros de las pampas vieron la veta. Organizaron las estancias, trajeron a Tarquino, Virtuoso y Niágara, los elegidos de los criadores. Llegaron los gringos, sembramos la alfalfa. El alambrado, el molino, las aguadas. Los ferrocarriles, los puertos y los frigoríficos con sus muelles. En el Riachuelo, en Ensenada, en Bahía Blanca, en Rosario. Casi como subproducto de esa conquista territorial de las pampas, fuimos granero del mundo. Lo que traccionaba todo era la expansión de la producción de carne.

 

Dejemos de lado lo que ocurrió en el siglo XX y en la reciente “década ganada”. Olvidemos por un momento que pasamos de ser el número uno del mundo durante décadas, a no figurar ahora en el top ten. Supongamos que estamos como en 1853. Hay que empezar de nuevo. Y sobre las mismas bases (de Alberdi). Los ingredientes siguen ahí, a pesar de todo, vivitos y coleando.

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