"Una revolución aun inconclusa"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 7 de julio de 2018"

https://www.clarin.com/rural/revolucion-inconclusa_0_BkYr7Lafm.html

En Estados Unidos y Brasil cuentan con arsenal genético para cultivos como el algodón (foto) y la soja que todavía no tienen los productores argentinos.

Algunos se apuran en dar por terminada la Segunda Revolución de las Pampas, un fenomenal proceso de captura tecnológica que permitió triplicar la producción agrícola en volumen y quintuplicarla en valor en apenas un cuarto de siglo. A mediados de los 90 estábamos en las 45 millones de toneladas, y ahora nos arrimamos a las 135. La mitad ahora es soja, que vale el doble que los cereales.

Parte del crecimiento fue por aumento del área, que pasó de 20 a 35 millones de hectáreas cultivadas. La otra parte fue el aumento de los rindes, donde se destacaron en especial el maíz, luego la soja y finalmente el trigo, los tres grandes protagonistas de la epopeya que, nada menos, convirtió a la Argentina en un país viable.

Las crisis, ahora, no son consecuencia de carecer de un sector competitivo, generador de divisas por 25.000 millones de dólares, generando empleo genuino en el interior, y una cadena que explica el 40% de los ingresos fiscales.

Pero antes de dar las hurras y dar por concluido (o agotado) este fenómeno, conviene remarcar que queda mucho hilo en el carretel y unos cuantos deberes por hacer.

En primer lugar, todavía hay una brecha considerable entre los rindes que se obtienen en estas pampas y los de los países líderes en cada rubro. Es cierto que en soja la productividad argentina es la más alta del mundo, y por algo las compañías de semillas de germoplasma local son muy exitosas en otros países, como Brasil, Uruguay, Paraguay e incluso en los Estados Unidos.

Sin embargo, la falta de acuerdo en el tema de la propiedad intelectual está generando una brecha preocupante. Hay eventos fundamentales, ante la problemática de malezas tolerantes a glifosato y otros herbicidas, que no están disponibles en el país porque sus propietarios levantaron los expedientes. Nos van a faltar jugadores que los contrarios tienen ya disponibles.

Esta semana hubo un hecho llamativo: el MinAgro autorizó el ingreso de soja Xtent pero solo para molienda y no como semilla, ante la inminente llegada de cargamentos de soja norteamericana que podrían contener ese evento. Penoso.

En algodón está pasando lo mismo. Hay un interesante revival de este cultivo vital para el NEA y el NOA. Pero no está disponible el arsenal genético que tiene Brasil,y que le permite reducir las aplicaciones de insecticidas. Aunque los productores de algodón han manifestado explícitamente su disposición a pagar por la tecnología, la realidad es que hoy les comprenden las generales de la ley y no tienen acceso a estos eventos clave. Todos pierden.

Por el lado del trigo y el maíz, la brecha genética se ha reducido vertiginosamente en estas dos últimas décadas. La llegada de germoplasma francés, tan discutido al principio, puso a la Argentina de nuevo en el mapa triguero. Lo mismo sucedió en maíz con el arribo de los materiales dentados y los híbridos simples.

Pero a pesar de contar con una base genética moderna y de alta productividad, todavía el “gap” con los países de origen (Francia y los EE.UU.) es muy elevada. Y sin cuestiones ambientales que lo justifiquen. Simplemente, estamos a media máquina, sobre todo en materia de nutrición. Seguimos utilizando dosis insuficientes de nitrógeno en particular, lo que impide que estos materiales expresen todo su potencial. Apenas se reponen los elementos que estos cultivos se llevan, generando una pesada hipoteca a futuro.

Este año, cuando el entusiasmo por sembrar mucho y bien iba in crescendo, la irresponsabilidad de quienes fogonearon la idea de que el gobierno estudiaba reintroducir las retenciones a los cereales y modificar el cronograma de reducción de las de la soja, generó un clima de desconfianza. Ojalá que la insistencia con que el propio presidente Mauricio Macri despejó el rumor esta semana haya llegado a tiempo para retomar el sendero de la intensificación.

 

 

"El campo juega su propio mundial"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 30 de junio de 2018

A esta altura del año, los mercados agrícolas debieran estar moviéndose al compás del clima en el Medio Oeste de los Estados Unidos. Imaginemos: hoy, 30 de junio, es el equivalente al 30 de diciembre en estas pampas. Ya está cubierta toda el área de maíz y queda muy poca soja por sembrar, mientras el trigo de invierno (Kansas, Oklahoma, Texas) ya se está cosechando y el de primavera, en plena siembra.

En estas condiciones, la mirada se posa en la situación hídrica y las perspectivas de lluvias y temperatura. La curva de precios se dibuja como en un sismógrafo en medio del temblor. “Weather market”, dicen en la jerga de Chicago.

Pero resulta que este año nadie está mirando el clima. Hace un par de meses, parecía que un invierno interminable iba a complicar la siembra. Alberto Mendiondo, vendedor de silobolsas argentinas, reportaba en abril la demora desde el Belt. Todo el agro twitter seguía sus comentarios y fotos.

Ahora volvió. En dos meses se encontró con todo sembrado, evolucionando de manera extraordinaria, con el maíz “superando la altura de las rodillas”. Dicen que cuando esto sucede antes del Día de la Independencia (el 4 de julio) es porque todo está perfecto.

A todo esto, el monitor de sequía emitido el jueves por la NOAA (servicio meteorológico de los EEUU) puso en color blanco todo el corn belt, lo que significa que no hay un solo manchón de sequía.

Pero, de nuevo, nadie está mirando el clima. Porque la cosa no pasa por la oferta, sino por la demanda. Ya no importa tanto si tendrán o no una gran cosecha. La gran cuestión es la guerra comercial desatada entre la administración Trump y el gobierno de la República Popular China.

El ataque de proteccionismo del presidente norteamericano, retaliando el acero, el aluminio y una serie de productos industriales, provocó la réplica china. Le aplicaron aranceles de importación del 25% a la soja estadounidense, pegándole en la línea de flotación a los farmers. Conviene remarcar que los agricultures constituyen un bastión republicano, así que el gobierno chino metió la pica en Flandes.

La consecuencia fue inmediata. La soja en el Chicago Mercantile Exchange, la principal referencia mundial de precios, cayó un 20%. Y arrastró en el alud a sus derivados, el aceite y la harina. Ambos son los principales productos de exportación de la Argentina, con embarques por 20.000 millones de dólares por año.

Es cierto que los derechos de importación se restringen a la soja de los EEUU, y que tanto la proveniente de la Argentina como la de los socios del Mercosur están liberados. Pero igual es difícil zafar del efecto sobre el precio internacional.

China puede darse el lujo de castigar a EEUU precisamente porque consigue soja de otros orígenes. El panorama es confuso, y los analistas debaten distintos escenarios. Habrá un “revolving”: la soja y derivados que iban a China se orientarán ahora a Europa, mientras Brasil, Paraguay y Uruguay mandarán más poroto al gigante asiático, que de ninguna manera puede prescindir de esta fuente de proteínas para su enorme sistema de producción de carnes.

La Argentina exporta muy poca soja sin procesar. Y menos este año, donde se perdieron 20 millones de toneladas. Las 35 que quedan alcanzan para pocos meses de molienda (la capacidad de crushing es el doble). Por eso suena ridículo que en ciertos ámbitos se haya seguido meneando la cuestión de las retenciones, a pesar de las múltiples desmentidas del propio presidente Mauricio Macri.

Lo que hay que hacer es digerir la pérdida, prepararse para un escenario de precios deprimidos (si China y EEUU mantienen la beligerancia comercial) y apostar a la próxima. Es lo que se vive y se vibra en estos días, en los que el campo está jugando su propio mundial.

 

 

"Ingeniería, Medio Ambiente, Comunicación"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 09 de junio de 2018

fuente: https://www.clarin.com/rural/ingenieria-medio-ambiente-comunicacion_0_Bk2nI8ug7.html

Tanto el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne como el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger enfatizaron, en la conferencia de prensa donde anunciaron el auxilio de U$S 50.000 millones, que por la sequía dejarían de ingresar 8.000 millones.

Una semana muy especial. Más allá de la bocanada de aire fresco por el acuerdo con el FMI, lo esencial fue el reconocimiento explícito de la influencia de las pérdidas por la sequía en la crisis cambiaria. Tanto el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne como el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger enfatizaron, en la conferencia de prensa donde anunciaron el auxilio de U$S 50.000 millones, que por la sequía dejarían de ingresar 8.000 millones.

Este reconocimiento tiene un valor enorme. Conviene recordar que hace quince días arreció la movida de un sector del gobierno por manotear del agro vía retenciones. Ganó la racionalidad: el campo la está pasando mal, con una pésima campaña, endeudado hasta las verijas, y lo peor que se podía hacer era amenazarlo con un nuevo zarpazo. Ahora se puede encarar con más tranquilidad lo que va a ser la mayor campaña agrícola de la historia. Lo necesita el agro, pero ahora quedó claro una vez más que la Argentina es viable porque tiene al campo en marcha.

Mientras la conducción económica ultimaba este acuerdo, ocurría otro hecho memorable. El Centro Argentino de Ingenieros celebraba su tradicional Semana de la Ingeniería con un evento muy especial: un seminario sobre el rol y las tareas de la Agroindustria, dándole la presidencia nada menos que el ingeniero agrónomo Gustavo Grobocopatel, a quien le agradezco que me haya honrado con la moderación de un panel. Otra colega, Silvia Naishtat, también periodista e ingeniera agrónoma, condujo otro. Sí, los agrónomos copamos por un par de días la casa de los ingenieros “posta”...

En mi caso particular, esta primera semana de junio siempre me moviliza. En primer lugar como bisnieto de Luis A. Huergo, primer ingeniero argentino, graduado un 6 de junio hace 148 años. Pero el 5 de junio, el día que moderé el panel, se celebraba el Día Mundial del Medio Ambiente. Y el 7, el Día del Periodista. Tres en una.

Medio Ambiente: el atributo esencial de la Segunda Revolución de las Pampas no es la intensificación, sino la sustentabilidad. La visión de una Argentina Verde y Competitiva (que instalamos en estas páginas allá por 1990), se basaba en el nuevo paradigma de la siembra directa, fase superior de la preocupación por el cuidado de los suelos. Simultáneamente, aprendimos a manejar la nutrición de los cultivos. Y a protegerlos de malezas y plagas, echando mano a la combinación de la biotecnología con herramientas químicas más amigables y eficaces, más allá de las insidiosas campañas de desprestigio. Sin sustento científico alguno, han intentado demonizar al sistema de producción de mejor huella ambiental del planeta. También tiene que ver con lo ambiental nuestra prédica y el impulso que le dieron estas páginas a la saga de los biocombustibles. Donde está todo por hacerse. En particular, retomar el ritmo de aumento del corte con etanol, aletargado a pesar de que el gobierno proclama su compromiso con la bioenergía.

Ingeniería: aparte de agronomía, el campo es también ingeniería. Desde la infraestructura hídrica y vial hasta las plantas agroindustriales. La maquinaria y los insumos vienen de fábrica diseñadas y operadas por ingenieros.

Día del Periodista: todos los años nos convocamos con otro agrónomo, Mariano Winograd, para honrar la memoria del padre del periodismo argentino, Mariano Moreno. Su tocayo le lleva, a su monumento en la Plaza de Congreso, una canasta con frutas y verduras. Los “frutos del país” que el prócer reivindicaba en su Gazeta de Buenos Ayres, y que dieron lugar a la célebre “Representación de los Hacendados”, una proclama que anticipaba los vientos de Mayo de 1810. “Libertad de comercio”, proclamaba.

Ingeniería, Medio Ambiente, Comunicación. Es lo que hay y por eso la Argentina es viable.

 

"Argentina año verde"

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 2 de junio de 2018

Fuente: https://www.clarin.com/rural/argentina-ano-verde_0_BynOffke7.html

Esta semana ocurrió un hecho inédito. Y a la vez, de extraordinaria relevancia: se concretó la convergencia de las entidades de la producción rural, sus proveedores de tecnología y la agroindustria exportadora. Se sentaron en una mesa y emitieron la “Declaración de Principios de la Cadena de Valor de Cereales y Oleaginosas” (ver pág. 2) Llevo casi cincuenta años en la comunicación agropecuaria y agroindustrial, la mayor parte en este suplemento. Es la primera vez que los dirigentes de la principal cadena productiva del país deciden coordinar sus acciones. Parece increíble que la potencia de un sector que explica prácticamente la mitad de las exportaciones –y casi las únicas que son realmente competitivas, es decir, no requieren de un régimen especial o un dólar tuneado--, no haya construido un discurso común, que calara hondo en la sociedad. Más bien, se distrajeron en rencillas internas, alimentadas por la habilidad del kirchnerismo, experto en abrir grietas y cortar eslabones con la tenaza del Estado.

La diáspora fue brutal. Compañías de semilla contra sus clientes, los productores. Los productores contra sus clientes, la agroindustria procesadora. Las gremiales peleándose entre sí en el Congreso, donde el gobierno K se divirtió metiendo una cuña con un desastroso proyecto de ley de tierras que frenó la inversión externa. Así, se perdió el extraordinario “momentum” alcanzado durante la epopeya de la 125, cuando la mayor parte de la sociedad salió a bancar al agro y celebró como un triunfo de todos el “no positivo” de Julio Cobos en aquella noche inolvidable.

Más allá de las urgencias que reclama la coyuntura, la principal tarea será construir una imagen nueva y pujante de la Argentina agroindustrial, que es mucho más que la mirada un tanto limitada de ser el “supermercado del mundo”. Los supermercados, señores, están en crisis. La competitividad está en las entrañas mismas de nuestro sistema productivo, con los menores costos y la mejor huella ambiental para los insumos básicos y los productos más emblemáticos, desde la soja hasta la carne vacuna.

Quizá el punto más interesante de la declaración es precisamente la apelación a la enorme inversión que ya lanzó el sector para este año: 9.500 millones de dólares que se destinarán a la campaña agrícola. Daría para unos cuantos cortes de cinta...

Esto se va a traducir en la mayor cosecha de la historia, 135 millones de toneladas, 35% más que esta última campaña. Son 10.000 millones de dólares extra. Es lo que el mundo mira para creer en la Argentina. Es tambien dinero que difunde por todo el interior.

Los productores y los contratistas están invirtiendo en tractores, sembradoras y cosechadoras, a pesar de la pésima campaña. Todas las fábricas de maquinaria agrícola están invirtiendo en bienes de capital.

Las aceiteras están expandiendo su capacidad, con un nivel tecnológico desconocido en el mundo, como la “cinta-tubo” de la galería de embarque de Renova en Timbúes.

Las plantas de etanol están duplicando su capacidad, preparándose para el aumento del consumo, porque no alcanza la nafta. Tampoco el etanol: están entrando 5 millones de litros por escasez local. En diciembre, por la dilación en actualizar el precio, los ingenios azucareros dejaron de elaborar etanol, derivando la caña a azúcar para exportar. Con una mesa integrada por toda la cadena de valor esto no hubiera pasado. Al menos, gratis.

Hay mucha belleza para mostrar. En estos mismos días comenzó a emitirse por TV un comercial que marca un camino. Lo lanzó una de las automotrices señeras en la Argentina, mostrando cómo el campo va para adelante a pesar de todo. “Lo quisieron detener”, dice. No pudieron. Ahora, menos. Y entonces la Argentina es viable.

 

 

"Otra vez la sombra doliente "

Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 26 de mayo de 2018

En el esquema actual, las retenciones a la soja quedarían en un 24% en diciembre y en un 18% hacia fines de 2019.

El gobierno quizá nunca tome cuenta del enorme daño que hizo con el solo hecho de poner las retenciones sobre la mesa. La confirmación de que el tema estaba bajo análisis, en una conferencia de prensa del ministro coordinador del área económica Nicolás Dujovne, convirtió en realidad el debate que anticipó Clarín: que se suspendería la rebaja gradual de las retenciones a la soja y se reimplantarían derechos de exportación para el maíz y el trigo. Se aventuraba que irían al 10%.

En realidad, lo que respondió Dujovne ante una pregunta del periodismo, es que “todos los temas están en análisis”. Pocas horas después, el ministro de Agroindustria, Luis Miguel Etchevehere, que había desmentido ante Clarín Rural el rumor el día anterior, calificando a las retenciones de "ridículas”, se reunía con Dujovne.

Al cabo del cónclave, se dejó trascender que no habría cambios en el cronograma de reducción de medio punto mensual vigente desde enero pasado. Quizá sin el énfasis necesario. Hacía falta una desmentida conjunta y contundente (ver pág. 2) Recordemos que las retenciones de la soja (los cereales quedaron libres de la gabela ni bien asumió la presidencia Mauricio Macri) bajaron del 30 al 27,5% en lo que va del año. Para diciembre quedarían en el 24% y hacia fines del 2019 en el 18%. Un gradualismo exasperante, pero digerido.

El rumor llegó en el peor momento. Y no solo porque el agro viene de un año tremendo, donde al problema de las inundaciones, las napas altas y las subas de costos –entre otras cosas, por la eclosión del fenómeno de las malezas resistentes-, se sumó la sequía histórica y, encima, las lluvias que no permiten terminar la cosecha.

 

Se perdieron 10 millones de toneladas de maíz y 20 de soja. Son 7.500 millones de dólares, según la Bolsa de Comercio de Rosario. Y con una calidad de grano que preocupa a productores y procesadores. Encima, el aumento del inmobiliario en la provincia de Buenos Aires y las penurias para sacar la producción con los caminos que no se arreglan. El horno no estaba para bollos.

Más allá de que se confirme o se desmienta ahora la cuestión de las retenciones, el daño ya está hecho. Se perdió, en un ratito, el “momentum” que se había alcanzado en las últimas dos semanas. En “A todo trigo”, en Mar del Plata, 2.000 productores se habían juramentado en obtener una cosecha record. La ecuación insumo/producto era inmejorable. Es clave para profundizar el sendero de la intensificación reiniciado cuando –precisamente— el presidente Mauricio Macri eliminó las retenciones en una de sus primeras medidas, cumpliendo la promesa de campaña. Lo mismo hizo con el maíz. Ambos cultivos, desde entonces, crecieron un 50% en área y volvieron a utilizar fertilizantes y las mejores semillas.

Esta semana el fervor continuaba en Maizar en Parque Norte, con 1.700 inscriptos. De lo que más se habló fue de tecnología. En el medio, el nuevo presidente de Aapresid, Alejandro Petek, lanzaba el próximo congreso de la entidad, bajo el lema “Sustentología”. El campo a fondo. Veníamos para 150 millones de toneladas, con el mejor mix de cereales y soja, como hace falta. Más que el campo, lo necesitaba el país.

Con un dólar de 25 pesos y tasas de interés del 40%, que encarecen los insumos, hace falta el mismo dólar para lo que se compra y para lo que se vende. Con el fantasma de las retenciones, no podemos pensar en más de 130 millones de toneladas. Caerá un 10% la superficie y quizá 20% el rinde de tendencia. Están en juego 6.000 millones de dólares.

De pronto, la sombra doliente de las retenciones vuelve a correr sobre la pampa argentina. El fantasma recurrente de Santos Vega, sollozando el occidente, pone nuevamente un pie en la puerta giratoria.

Ya nada será igual, salvo que rápidamente se despeje el horizonte.

 

"Pasó de todo, aquí y afuera"

Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 19 de mayo de 2018"

fuente: https://www.clarin.com/rural/paso-afuera_0_HyQJmp3Az.html

Las proyecciones anticipan la posibilidad de lograr la mayor cosecha triguera de la historia.

Impresionante semana. Casi conmovedora. Pasó de todo, aquí y afuera. No, no voy a hablar de la mini crisis cambiaria, ni del exabrupto de Lilita, ni otras pequeñeces. Voy a contar lo que pasó, afuera y adentro.

Primero veamos lo que ocurrió “corriente abajo”. Es decir, con la demanda. No sólo fue un éxito la gira oficial por Japón y China, con avances cruciales con la carne vacuna y otros productos (ver págs. 2, 6 y 7). Hasta se habló de un tema tabú: la posibilidad de que China no solo compre poroto de soja sino también harina, en un año donde la Argentina no se puede dar el lujo de exportar una sola tonelada sin procesar.

En el Sial de Shangai el IPCVA confirmó el apetito insaciable por la carne vacuna, pero además todos volvieron convencidos de que los chinos se han convertido en una aspiradora de alimentos de todo tipo. Y China no está sola. En el mismo sendero está todo el sudeste asiático, Medio Oriente y amaga Africa. Ya nadie debe preguntarse, como se escuchó alguna vez, “Producir más, para qué?”.

Bueno, aquí ya estamos lanzados en la campaña 2018/19. Se vio la semana pasada en “A Todo Trigo” (ver pág. 12 en adelante). ¡Mil setencientos asistentes! Le dedicamos una amplia cobertura, sobre todo el paquete tecnológico que va a acompañar lo que ya se anticipa como la mayor cosecha de la historia. No hay euforia, pero hay fervor. Que se extiende en el up stream (corriente arriba).

El movimiento es enorme. Esta misma semana se lanzó una nueva marca de semillas: Nord, derivada de la flamante Corteva, la empresa que surgió de la fusión de Dow con Dupont/Pioneer. Coqueto evento en el City Center de Rosario, con música de cámara de fondo para la presentación de híbridos de maíz con tecnologías indispensables para la problemática de malezas resistentes, como la tolerancia a Galant. Lo notable es que en el salón contiguo, los muchachos de Nuseed (otra empresa de semillas) realizaba su propia convención de distribuidores.

Mientras tanto, recibíamos los twits de Alberto Mendiondo (IpesaSilo), desde la Nampo, la gran feria agrícola de Sudáfrica. Nos mostraba las fotos del stand argentino, de la mano de Exponenciar (organizadora de Expoagro) con varios de los íconos de la tecnología que hizo competitiva a estas pampas. Sembradoras directas, silobolsa, carros autodescargables. Con la presencia del INTA y el infaltable Mario Bragacchini. Y al mismo tiempo, también desde Sudáfrica nos llegaban otros twits, ahora de LDC Dreyfus, con fotos de lotes de soja con variedades MacroSeed, la marca de semillas que la local Don Mario produce para ellos.

Competitividad que rebalsa. Y hay todavía mucho hilo en el carretel. Aparece nueva tecnología. Una parafernalia de startups con aplicaciones que facilitan el manejo y optimizan los recursos. Surgen innovaciones como el “Sniper”, un aplicador selectivo de herbicidas desarrollado por un grupo de jóvenes emprendedores de Necochea y Tres Arroyos. Ya estuvieron en Expoagro, pero desde entonces han evolucionado y la semana próxima lo presentan en una jornada del INTA Balcarce, donde el conocido Fernando Andrade está uniendo el paradigma de la intensificación con el del uso eficiente y sustentable de los recursos.

Y no todo sucede en la Pampa Húmeda. También con demanda remozada, hay un revival del algodón en el Chaco. La semana pasada se juntaron todos: productores, el presidente del INTA, el gobierno de la provincia, de la mano del criadero Gensus, sucesora de Genética Mandiyú. Sólo hay que dar un par de puntadas para recuperar el tiempo perdido, y acortar la distancia que nos sacaron los competidores. En particular Brasil, que ya cuenta con eventos de control de insectos que aquí todavía no están disponibles.

Sí, todo se mueve. Es lo que hace viable a este país.

 

"La hora de pasar a la ofensiva"

"Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 5 de mayo de 2018"

https://www.clarin.com/rural/hora-pasar-ofensiva_0_rJDvyS56G.html

A partir del paradigma de la siembra directa, la Argentina redujo un 33% la erosión de sus suelos en los últimos quince años.

En el mundial del agro, hay que pasar a la ofensiva. En el seleccionado del campo argentino no hay un Messi y diez más. Es un equipo con un fundamento muy sólido: nadie en el mundo produce de manera más sustentable que en la Argentina. Y ya no es una frase hecha.

En el seminario anual de la Fundación Producir Conservando, celebrado el jueves pasado, Ernesto Viglizzo y Marcelo Regúnaga presentaron un trabajo que pone en negro sobre blanco esta cuestión.

Entre los nueve países más importantes en producción agrícola, la Argentina es por lejos el que tiene mejores índices de control de erosión de los suelos. Y además exhibe, también por amplia diferencia, la mejor huella de carbono en los productos que vuelca al mundo.

El problema es que pocos lo saben. Y, peor aún, muchos en el primer mundo blanden (interesadamente), la tesis contraria. En esas playas ponen en escrutinio nuestra forma de producir, acicateados por un falso ecologismo que machaca con muletillas tecnofóbicas. La demonización de los OGM (organismos modificados genéticamente), por ejemplo.

Hechos, no palabras: todo el mundo sabe que existen prácticas conservacionistas. Pero pocos han hecho avances consistentes. Gracias a la siembra directa, la Argentina redujo un 33% la erosión de sus suelos en los últimos quince años.

El triple que EEUU y el doble que Brasil. Francia y Alemania, los líderes europeos, no lograron nada. Siguen usando los mismos sistemas de hace un siglo. Basta ir a las grandes exposiciones de maquinaria para ver la enorme prevalencia, medida en metros cuadrados de pabellones, de arados, rastras de discos y otros instrumentos de tortura de suelos que acá se erradicaron. Hace años que le firmamos el acta de defunción.

Pero pocos lo saben, más allá del ámbito rural. Es fantástico lo que se está haciendo hacia el interior del campo, promoviendo y certificando las buenas prácticas agrícolas. Sin embargo, pocas veces ello llega al producto terminado.Hay ejemplos de lo que se puede hacer: la Cooperativa de Los Molinos, una pequeña localidad en el sur de Santa Fe, muy cerca de Casilda, inauguró hace un par de años una fábrica de pastas (“Mulini”) hechas a partir del trigo que producen sus socios bajo el sistema de certificación de AAPRESID.

Cumplen un protocolo de buenas prácticas monitoreado por la organización más exitosa, a nivel mundial, en materia de agricultura sustentable. La planta cuenta con tecnología italiana de última generación, y han innovado desde el packaging hasta el sistema de distribución. El gran diferencial es el origen de su materia prima.

Es una pequeña muestra. En Río Cuarto, se está creando un cluster que vincula la producción de alimentos con la generación de bioenergía. Bio4 con su planta de etanol, proveyendo burlanda a tambos y feedlots. Ahí mismo está Bioeléctrica que genera electricidad y la sube a la grilla nacional. En Villa María, ACABio fermenta maíz para etanol y burlanda, agregando la captura de CO2 y su envasado, sustituyendo el que usan las bebidas carbonatadas, que hoy proviene del gas natural.

La propia ACA inauguró recientemente una planta de reciclado de envases de agroquímicos en Cañada de Gómez, cerrando el círculo de la sustentabilidad. Pronto veremos ómnibus circulando por Buenos Aires con biodiesel puro, una alternativa superadora hasta del bus eléctrico, que con la actual matriz de generación eléctrica no resuelve el problema de las emisiones.

En estos tiempos donde mandan las etiquetas, hay que dar un paso al frente. Y salir por la manga con el orgullo de que, como instaló la Bolsa de Cereales, en la Argentina “el campo hace bien”.

 

 

"Alineando los planetas"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 21 de abril de 2018"

La inversión en ferrocarriles, rutas y obras hídricas que encaró el Gobierno es estratégica para la competitividad de la agroindustria.

Don Eduardo Olivera, fundador de la Sociedad Rural Argentina hace más de un siglo y medio, visitaba con asiduidad el Royal Show de Birmingham, una muestra donde se exhibían los avances agrícolas. Era una exposición dinámica: allí Olivera observó en funcionamiento el “arado de vapor”, una caldera semoviente, con llantas de hierro, fruto temprano de la revolución industrial a pleno en la Inglaterra de Dickens. Se lo contaba a su padre en encendidas cartas donde vibraba con la llegada del progreso a la agricultura.

El arado de vapor se llamaba así porque esa locomotora arrastraba un arado, sustituyendo la tracción animal usada desde mucho antes que Rómulo fundara Roma y trazara su perímetro con una reja y vertedera. Sí, don Eduardo, que se había recibido de ingeniero agrónomo en Grignon (cerca de Versailles, al oeste de París), estaba asistiendo al nacimiento del tractor.

Cuando volvió a la Argentina, fundó con un puñado de productores de punta la Sociedad Rural Argentina. Fue en 1866, bajo el lema “Cultivar el suelo es servir a la Patria”. Aquí se insinuaba la Primera Revolución de las Pampas, y había que impulsarla “desde adentro”. En 1875 surge el gran hito: la primera exposición rural, en un predio de Florida y Viamonte, muy cerca de donde hoy está la sede central de la entidad. Poco después se mudaría a Palermo. Todo era progreso. Se cernía el Granero del Mundo, nacía la fama de la mejor carne del mundo, que todavía nadie pudo destruir.

Llegaban los frigoríficos, el ferrocarril, los puertos, las aguadas, los molinos. Las malterías y los molinos. Los talleres metalúrgicos. Porque aquí –¡sorpresa!—a fines del siglo XIX prosperaban las industrias. Istilart en Tres Arroyos ya fabricaba las cocinas de fundición que presidían las casas de campo. Se organizaron las colonias, las estancias, las chacras. Millones (sí, millones) de inmigrantes vinieron a hacerse la América. El país había encontrado un rumbo y se organizó para navegarlo, con todos los azares de cualquier singladura.

Dejemos de lado toda el agua que pasó bajo el puente entre aquellos momentos de gloria, y lo que ocurrió esta semana. Que quizá la recordemos como fundacional. Aunque el ruido urbano nos haya distraído una vez más con la cuestión de las tarifas.

El jueves coincidieron dos eventos: en el Ministerio de Agroindustria se brindaban las estimaciones finales de la campaña agrícola, y en la Rural de Palermo se celebraba un evento de enorme importancia. El MinAgro está ahora en manos del ex titular de la SRA. Su sucesor, Daniel Pelegrina organizó un seminario donde desfilaron especialistas que marcaron un cuadro de situación y plantaron los ejes del futuro. Hacía demasiado tiempo que la Rural no volvía sobre sus orígenes. La Segunda Revolución de las Pampas no la encontró con el protagonismo de la Primera. Es muy bueno este acople.

La Segunda Revolución, que permitió triplicar la producción agrícola en volumen y quintuplicarla en valor, es de base tecnológica. Solo hay que alinear todos los planetas para repotenciarla.

La infraestructura avanza con pasos sólidos y es el gran mérito de la era Macri. Ferrocarriles, rutas, obras hidráulicas. Dietrich, Iguacel, Bereciartúa, grandes espadas del gobierno, ahora en la fase de las obras “PPP” (Participación Público Privada).

Pero internamente, hay tareas inmediatas. La ley de semillas, para evitar quedar afuera del progreso biotecnológico. Brasil nos sacó ventaja en soja, en algodón y en maíz, con eventos que aquí no están disponibles. La ley de fertilizantes. Fertilizamos en dosis homeopáticas, perdiendo suelos y millones de toneladas de trigo y maíz que se podrían lograr con una simple desgravación de este insumo crítico.

Ojalá las tengamos pronto.

 

 

"Los árboles no llegan hasta el cielo"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de abril de 2018

Por la sequía en la Argentina y la puja comercial entre EE.UU. y China, traer soja de los "farmers" a l país se hizo mucho más barato.

 

La importación de poroto de soja desde los Estados Unidos desató una pequeña tempestad. El tema tomó por sorpresa al mercado, sobre todo a los productores argentinos. Y desató toda clase de reacciones. No faltaron alusiones a la malicia de los crushers, que hacían esta “maniobra” para hacer caer los precios de la materia prima local.

En rigor, no se trata de maniobra alguna, sino de una simple respuesta a la realidad del mercado. Se dieron una serie de hechos que confluyeron en que traer un cargo de soja USA resultara en un menor costo que adquirir la mercadería a un productor local.

En primer lugar, la sequía diezmó la producción argentina, un dato que agrega presión a la ya escasez crónica de liquidez en el mercado de soja pampeana. Los chacareros tuvieron sobradas razones para sentarse sobre los silobolsas y vender con cuentagotas.

El año pasado, esperaban que a partir de enero 2018 se iniciara la rebaja de medio punto mensual en las retenciones. Había también alguna expectativa respecto al dólar. Ambas cosas se cumplieron.

En enero el tipo de cambio dio un sorpresivo respingo del 10%. Pero sobrevino la sequía. De pronto, el valor de la soja argentina se acomodó frente a Chicago y Golfo de México, limando la prima que siempre existe entre ambos orígenes.

Y de pronto, se desató el chisporroteo entre el presidente norteamericano Donald Trump y el líder chino Xi Jinping. En la escalada de amenazas, los chinos anunciaron la aplicación inminente de derechos de importación del 25% para la soja USA. Esto consolidó el encarecimiento de los puertos sudamericanos y provocó una incipiente corrida de precios en el mercado de los Estados Unidos.

Rápidos de reflejos, los operadores de algunas empresas con fuerte posición en el crushing local, como Vicentín, anotaron compras de soja en el Golfo e incluso en Brasil. Traer esa soja desde Estados Unidos cuesta menos de 50 dólares. Y la brecha superior a esa cifra. En un negocio de centavos, era inevitable que esto ocurriera. No tiene nada que ver con la existencia de retenciones en la Argentina, o con sistemas de seguro de precios en los Estados Unidos. Es lógica de manual. Son arbitrajes que siempre están latentes, aunque es inusual que se concreten.

Argentina y Brasil suelen vender barcos de maíz y harina de soja a los EEUU. En particular, a la costa este, entrando por el puerto de Wilmington. Es porque en ciertos momentos los precios en origen, más el costo del flete ferroviario desde el Medio Oeste hasta el este, atravesando los Apalaches, es más caro que llevarla desde Santos o Rosario.

Los EEUU tienen un buen sistema de barcazas vía el rio Mississippi hasta el Golfo. Podrían aprovechar para llevarla hasta allí, cargar un barco y descargarlo en Wilmington. Pero sucede que por una ley de hace cien años, todo el transporte marítimo de cabotaje debe hacerse con barcos y tripulación estadounidense. Este monopolio hace que finalmente a quienes necesitan maíz o harina de soja les resulte más barato traerla de Sudamérica.

Es cierto que la importación le pone freno a la espiral alcista de la soja. Pero conviene recordarlo: los árboles nunca llegan hasta el cielo. Esto era inevitable. La capacidad de molienda del clúster sojero supera las 60 millones de toneladas. La cosecha estará debajo de las 40, y encima con problemas de calidad. Esto agrega presión a la necesidad de contar con mercadería para procesar y sostener el liderazgo argentino en los dos productos de valor agregado de la soja: la harina y el aceite.

En ambos, la Argentina explica la mitad de la oferta mundial. Carecer de materia prima significa parar plantas u operar con costos no competitivos.

 

 

"Oro verde y vaca viva"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 07 de abril de 2018

El etanol que se produce en plantas como la de ACABio en Villa María permitió llegar a un corte del 12% en las naftas.

El centro de gravedad se trasladó al conflicto entre China y Estados Unidos, las amenazas de sanciones comerciales cruzadas pusieron en alerta al mundo agropecuario, con impactos inmediatos en los precios y una incertidumbre inevitable sobre el mediano plazo. De eso nos ocupamos en las páginas centrales de este suplemento.

Pero que el humo no tape algunas cosas que quedaron en segundo plano… Por ejemplo, el nuevo encuentro de la Mesa Forestal, encabezada por el propio presidente Mauricio Macri, esta vez en Misiones.

Más allá de la importancia específica de la mesa (con sólidos avances en el fomento a plantaciones forestales, los bitrenes, la construcción en madera, el impulso a inversiones en nuevas industrias), hubo un mensaje muy fuerte: la reunión se celebró en una recientemente inaugurada planta de generación eléctrica con chips de madera. Una foto que dice más que mil palabras y nos acerca a un nuevo paradigma del desarrollo.

El sábado pasado, en estas mismas páginas, recogíamos el impactante informe “Sky” que acababa de lanzar la Royal Dutch Shell, en la que prácticamente le firmaban el acta de defunción y enterraban al petróleo, con todos los honores. Pero nadie se muere en las vísperas.

El viejo y quizá obsoleto “oro negro” sigue seduciendo por su promesa económica, más allá de que la humanidad ha dado ya signos contundentes de que quiere ir a otra cosa. No vamos a ser más papistas que el Papa: oro negro y Vaca Muerta pueden ser una alternativa económica, pero no van a ser bien vistos a la hora de incluir la ecuación ambiental.

Proponemos Oro Verde y Vaca Viva. Lo bueno es que lo estamos haciendo. Pocos reflexionan sobre un hecho cotidiano: cada vez que llenamos el tanque con nafta, estamos poniendo un 12% de etanol. Esto sucede desde hace apenas dos años. Antes era un 10%, y hace cinco años, cero. 

Cuando cargamos gasoil, un 10% es biodiésel. Con todas las idas y vueltas, lo concreto es que los biocombustibles forman parte de una política de estado, no exenta de controversias, presiones, lobbies cruzados. Pero allí están.

Y se han convertido en la política ambiental más concreta y de mayor impacto hasta el presente. Estamos reduciendo emisiones de CO2. El balance del etanol arroja una reducción del 65%. En el biodiésel de nuestra soja, más todavía.

Desde el punto de vista económico, ha permitido sustituir importaciones de combustibles, que se habían empinado peligrosamente. La Argentina, a pesar de algunas ampliaciones, no cuenta con capacidad de refinación de petróleo suficiente para abastecer su consumo. No hay escala para instalar nuevas refinerías, muy costosas.

Los biocombustibles lo permitieron. Generaron descentralización, inversiones, y una mejora en la economía de los productores. Hoy en la cuenca etanolera de Córdoba (Río Cuarto, Villa María, Alejandro Roca) el precio del maíz se equiparó al FAS Rosario. Es decir, se generó un “puerto seco” en el interior, disolviendo el costo del flete al Paraná.

Y se combina con la “Vaca Viva”. Por cada metro cúbico de etanol que despachan estas plantas, sale una tonelada de burlanda, el co-producto de la fermentación del maíz. Toda la región cuenta con un recurso forrajero muy eficiente y económico, potenciando la producción de leche y carne. Alimento y energía, sin salir de casa.

Podemos ir a más. Subir el corte del etanol del 12 al 18%, para lo cual no hay impedimentos técnicos insalvables, significaría aumentar la demanda de maíz, un cereal en plena expansión. De no incrementar el consumo local, los excedentes se volcarían al mercado mundial, deprimiendo los precios. Sí, oro verde y Vaca Viva.

 

 

"Sky" o cómo la Shell va al petróleo"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 31 de marzo de 2018

Las plantas de etanol en Córdoba -por ejemplo la de Bio 4 en Río Cuarto-, ya procesan el 10% de la producción cordobesa del cereal.

Varias buenas noticias esta semana: alguna ayuda impositiva y financiera para los afectados por el clima, una nueva reunión de la mesa de carnes con el presidente Macri (que arrojó como saldo concreto la reducción paulatina de los derechos de exportación del cuero crudo), una actualización del precio de los biocombustibles. Sin embargo, lo más importante ocurrió afuera.

La Royal Dutch Shell, sin duda la petrolera más emblemática, lanzó esta semana su modelo “Sky”, su visión de cómo será el mundo energético en el 2070.

Sin cortapisas, el escenario remarca que habrá una fuerte reducción de las emisiones de carbono, resultado de la combinación de vehículos eléctricos, generación y almacenaje de energía y otras nuevas tecnologías que cortarán a nivel global el cordón umbilical con la energía fósil. Y no depende de que Trump se haya retirado del Acuerdo de París, porque las empresas de los EE. UU. igual se sumarán al esfuerzo global.

De acuerdo con el documento de Shell, hoy el carbón explica el 27% de la energía, el petróleo el 32% y el gas natural el 23%. En 2070, el escenario Sky le asigna al carbón el 6%, al natural gas otro 6%, y al petróleo el 10%. “Es técnicamente posible, aunque desafiante”, remarca. Ya lo dijo Marcelo Iezzi: “la Edad de Piedra no se terminó por falta de piedras”.

Esto no significa que petróleo y gas quedan completamente afuera de la estampita. Sin embargo, Sky es un enorme paso adelante. Sobre todo, marca un rumbo para la transformación de la economía global.

Para la Argentina es una señal muy fuerte. Hace falta pegar un puñetazo en la mesa y gritar “vengan todos para acá”. Porque a veces estamos mirando otra película. Le ponemos todas las fichas al shale, esperamos mucho del viejo mundo del petróleo, y no hacemos los esfuerzos mínimos por comprender toda la problemática y aprovechar las extraordinarias posibilidades que nos brinda el cambio en marcha. Sí, me estoy refiriendo fundamentalmente a la vapuleada bioenergía.

Conviene recordar que la inclusión de biocombustibles en el gasoil y la nafta fue un enorme salto adelante. Es la mejor noticia ambiental desde que hay conciencia de carbono.Hoy la Argentina corta el gasoil con el 10% y la nafta con el 12%. Una reducción de al menos 3 millones de toneladas de carbono fósil por año.

Es una buena señal que esta semana se hayan actualizado los precios del etanol y el biodiésel. También, que haya ido aumentando el interés por el biogás, combinando en este caso la conversión de efluentes en fuente de energía, o habilitando el uso de biomasa antes sin destino.

Pero está todo demasiado empastado, y los funcionarios más encumbrados del gobierno los miran de reojo. Será que no hemos sabido convencerlos. Quizá Sky nos ayude. Después de todo, el ministro de Energía Juan José Aranguren hizo toda su carrera en la Shell, que además es una de las mayores productoras de etanol en Brasil (Raizem, un JV con Cosam).

Los productores locales también miran para otro lado. Piensan que los biocombustibles son un negocio “de otros”. Pero ahora pueden ver claramente cómo los beneficios difunden por toda la cadena: en Villa María y Río Cuarto, donde están las principales plantas de etanol, ha desaparecido el diferencial histórico del precio del maíz respecto a Rosario. Y hoy solo muelen 1,5 millón de toneladas, el 10% de la producción cordobesa.

Solo la mitad de ese 12% de etanol en la nafta viene del maíz. Es decir, un 6%. Si pasáramos al E18, se triplicaría la demanda del cereal. Y habría nuevas inversiones por más de mil millones de dólares en la región. Nos ahorraríamos importaciones de nafta y petróleo, y nos alinearía mejor al modelo Sky.

 

"El deber del agua"

Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 24 de marzo de 2018

Por el impacto de la sequía, en este ciclo se cosecharán 30 millones de toneladas menos de granos.

El jueves pasado se celebró el Día Mundial del Agua, instituido por las Naciones Unidas. El espacio comunicacional fue atronado por las alusiones al “derecho al agua”, evocando su importancia para la vida y otras obviedades de quienes nunca vieron lo que es capaz de hacer una vaca sedienta para encontrar y llegar al bebedero.

El mismo jueves, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires actualizaba su informe sobre la evolución de la cosecha, proyectando las cifras de pérdidas ocasionadas por la feroz sequía que se abatió este verano sobre estas pampas. Se fueron por el caño 3.400 millones de dólares, lo que significa una caída directa del 0,5% del PBI, además de las consecuencias en cascada. Para los productores y los pueblos del interior, el comercio, desde los corralones de material de construcción, artículos para el hogar y todo lo que se echa encima el chacarero con lo que le sobra.

Treinta millones de toneladas de granos menosque las esperadas significan un millón de viajes que los camiones nunca harán. Cada viaje son, además del salario del camionero, cuatro comidas en parrillas, 18 cubiertas que no se consumen, 500 litros de combustible, estaciones de servicio menos concurridas.

Esto es lo que provocó la sequía. Y veníamos de un ciclo de inundaciones y saturación de napas que dominó toda la escena pampeana durante tres años. El agua, por exceso y por defecto.

Entonces, vamos a invertir la carga de la prueba, con permiso de los funcionarios de las Naciones Unidas y sus acólitos que reproducen, con fluidez e ignorancia, sus muletillas progresistas. En lugar del “derecho al agua”, vamos a hablar del “deber del agua”.

Sabemos desde hace dos siglos que en estas pampas se alternan sequías e inundaciones. “Ya lo decía Ameghino” es la versión criolla del slogan inútil. “Obras de retención, no de desagüe”, mal tradujeron su pensamiento. El gran naturalista argentino decía que había que hacer las dos. El debate fue estéril, porque no hicimos ni unas ni otras, salvo algunos canales que apenas atenuaban los efectos de las correntadas, cuando venían.

Desde no hace tanto tiempo, sabemos que además de esta secuencia rítmica, está el cambio climático. Que las exacerba y dramatiza. Como ahora. ¿Alguien imaginaba que al atraso en la siembra por la saturación de los suelos, el problema de las napas altas, los cientos de miles de hectáreas directamente perdidas para la campaña, iban a derivar en pocas semanas en la mayor sequía en medio siglo?

El evento deja muchas enseñanzas. Revela la eficiencia de nuestro sistema de producción en secano. Con buen manejo, muchos lotes de maíz, soja, sorgo y girasol están entregando rindes inesperadamente altos, a fuerza de napa.

La siembra directa revela todo su valor cuando falta el agua. Y también se subraya la importancia de contar con mejoras genéticas que, precisamente, apuntan a batallar contra el stress hídrico. Los eventos de tolerancia a sequía para soja y trigo, por ejemplo, están a la vuelta de la esquina y forman parte, por defecto, del “deber del agua”.

El gran desafío, que puede convertirse en la gran epopeya que necesita este país, es manejar el agua. La buena noticia es que en esto está el gobierno. El subsecretario de Recursos Hídricos, Pablo Bereciartúa, tiene una visión audaz. Drenaje, pero también riego. Hasta piensa en una hidrovía que conecte Córdoba con el Atlántico. Firmó acuerdos con los ingenieros holandeses, algo que planteamos hace años en estas páginas.

Sabe también que no todo es ingeniería “dura”. Hace falta ponerse de acuerdo entre provincias, municipios, productores y ciudadanos “de a pie”. Son obras, y es cultura. Pero lo que está en juego es dominar el agua. No porque van a venir por ella, sino porque ella va a venir por nosotros. O no va a venir, lo que es peor.

 

"Hay vida inteligente en las pampas"

Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 17 de marzo de 2018"

La expo fue una pequeña Babel, con decenas de expertos, empresarios y hasta funcionarios de alto nivel.

Expoagro 2018, que finalizó anoche en San Nicolás, fue sin duda alguna la mejor de la historia. No solo por tamaño, cantidad de empresas presentes, calidad del predio y organización, que marcaron el hito más alto desde que este tipo de exposiciones dinámicas y a campo arrancaron en el país hace 35 años. En esencia, fue el envase perfecto para una corriente de innovaciones que nos anticipa el futuro.

Y, por sobre todas las cosas, una exhibición de que hay vida inteligente en estas pampas. Porque en la onda de la inteligencia artificial, a veces olvidamos que no hay red neuronal aplicada a las “cosas” que no haya pasado previamente por un proceso de imaginación, de capacidad para leer las necesidades, y actuar en consecuencia. El “internet de las cosas” existe porque alguien creó “las cosas”, que siguen siendo el eje sobre el que el mundo gira.

Tenemos el privilegio de vivir una etapa fenomenal del desarrollo de la agricultura. Y donde la inteligencia local está cumpliendo un papel más que relevante. Expoagro fue una pequeña Babel, con decenas de expertos, empresarios y hasta funcionarios de alto nivel que quisieron ver por qué la agropecuaria argentina es tan competitiva, imbatible, en la gran arena internacional. 150 representantes del área agrícola del G20 desfilaron por los stands donde se exhibían los fundamentos de la Segunda Revolución de las Pampas, la de la conquista tecnológica: las sembradoras directas, las pulverizadoras de 40 metros de ancho de labor, el silobolsa con sus llenadoras y extractoras.

La civilización dio un salto fenomenal con el invento del arado, que fundó la agricultura y nos liberó de la esclavitud de la caza. Descubrimos que removiendo la tierra y colocando una semilla, crecería una planta y cosecharíamos sus frutos. Bueno, en la Argentina, hace tres décadas, firmamos el acta de defunción del arado. Lo enterramos con todos los honores.

En las 90 hectáreas de Expoagro no había un solo arado ni una rastra de discos ni de dientes ni ningún otro instrumento de tortura de los suelos. Aprendimos la siembra directa. El mundo todavía nos mira de reojo, cree que no es “para ellos”, pero aquí nadie vuelve la vista atrás, a pesar de nuevas problemáticas como las malezas resistentes. Evolución. Las sembradoras fabricadas en el país incorporan conceptos del primer mundo, como sustituir mandos mecánicos por motores eléctricos. Pero sin olvidar que aquí manda la eficiencia. Entonces, aparecen cosas que no habíamos visto antes, tan sencillas como necesarias. Por ejemplo, una nodriza para duplicar la capacidad de trabajo de la sembradora reduciendo la necesidad de paradas para recargarlas. Nadie en el mundo había tenido la idea de Víctor Juri.

La siembra directa sustituye labores por tratamientos de control de malezas. Irrumpieron las pulverizadoras automotrices, con varios fabricantes que le dan pelea a las grandes marcas. Adoptaron rápidamente los botalones de carbono, que permitieron que sus máquinas livianas llegaran a anchos de labor impensados. Adoptando transmisión mecánica pero automática, con variación de velocidad sin escalonamiento, poniendo bajo escrutinio a la elegante transmisión hidrostática que facilita la tracción a las cuatro ruedas.

Hace 35 años tampoco existían los carros autodescargables, porque las cosechadoras tenían tolvas chicas. Cuando llegaron las grandes, se les abrió el camino. Los autodescargables se generalizaron y llegan a tamaños enormes. Apareció el problema de la compactación, incompatible con la directa. Apareció la solución: las orugas, que no solo son para cuando llueve.

Sí, hay vida inteligente en esta tierra… Se la vio en Expoagro.

 

 

"Expoagro, en una semana histórica"

Editorial del Ing.Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 14 de marzo de 2018

Cambiamos, y para el campo también cambió la historia

En la muestra, los productores y contratistas se encontrarán con nuevas herramientas que permiten una relación más amigable con el ambiente, mayor eficiencia y un uso más inteligente de los insumos.

Dos acontecimientos coincidentes: mañana se cumplen 10 años del inicio de la epopeya de la 125. El martes se inicia Expoagro, la mayor muestra del potencial del agro en acción. Hay un hilo que las une, en el origen y el destino, bobinando una historia fascinante, aunque como todo lo esencial repta escondido en la hojarasca de nuestras tribulaciones.

Expoagro y sus antecesoras –Expodinámica, Expochacra, Feriagro—formaron parte de la Segunda Revolución de las Pampas, como la bautizamos en estas páginas a principios de los 90. La primera había sido la de la conquista territorial, cuando el país se ordenó para desarrollar su primer negocio histórico: producir alimentos para el mundo de la revolución industrial. El ciclo duró hasta los años 30. Fuimos granero del mundo y nuestras carnes alcanzaron la fama que aún conservan. La Argentina estaba orgullosa de su agro.

Después perdimos la confianza –por así decirlo-- y quisimos hacer otra cosa. Vino una penosa decadencia de 40 años en el agro. Hasta que a partir de los 70 bramadores la historia empezó a cambiar. En esa década pasamos de 20 a 40 millones de toneladas, y se expandió el stock bovino.Tres drivers de este salto: los trigos mejicanos, los híbridos de maíz y el arribo del sorgo granífero. La soja apenas hacía sus pininos.

Una nueva generación se abría paso entre los yuyos sin hacer barullo. Había nacido el INTA, los grupos CREA, las compañías de semillas respiraban nuevos aires y brotaban las primeras agrotécnicas. En 1983 nace la primera Expodinámica, la recordada La Laura en Chacabuco, que se inspiró en el Farm Progress Show del cinturón agrícola de los Estados Unidos. Ese mismo año la visitamos con 150 productores ávidos de novedades.

No ayudó el contexto de los 80, pero el fuego estaba calentando la pava. Permanecimos estancados en las 40 millones de toneladas. Pero la soja metía la cuchara, primero con el treflán, luego con la siembra sin arar que evolucionó hasta la siembra directa, la biotecnología. De la mano de esa generación de oro que nos regaló la nueva agricultura, entre 1995 y el 2000 la producción saltó de aquellas 45 a 70 millones. El proceso siguió hasta el 2008, precisamente el año de la 125, cuando rozamos las 100 millones de toneladas.

Esa fenomenal expansión, de base exclusivamente tecnológica y organizacional, permitió que la sociedad comenzara a percibir que el campo podía ser una palanca para el desarrollo. La sociedad recuperaba su confianza, mellada en los años del languidecimiento. Encima, llegaron los nuevos drivers para los precios: la demanda de proteínas de los asiáticos, en particular China, y la estampida del petróleo a partir del 2003.

Por eso cuando el agro se rebeló, ganó rápidamente empatía. Había calado hondo en el imaginario colectivo que el campo y la agroindustria estaban más del lado de la solución que del problema. Creo que no fue suficientemente expuesto por los analistas el rol de la asonada ruralista del 2008 como principio de la decadencia del ciclo k, que hasta ese momento venía por todo. Explícitamente.

Cambiamos, y para el campo también cambió la historia. Se pudo volver a crecer. La parafernalia de innovaciones que jalonaron esta epopeya atraen el interés de todo el mundo. Desde la siembra directa hasta el silo bolsa, nuestros propios desarrollos biotecnológicos, el carbono en la maquinaria agrícola. Decenas de delegaciones visitarán Expoagro. Se encontrarán con nuevas herramientas, que permiten una agricultura cada vez más amigable con el medio ambiente, más eficiente, más inteligente en términos de dotación de recursos.

Esto une al campo con la ciudad. No pidamos más. Celebremos en San Nicolás, cuya intendencia tiene más claro que nadie que vamos juntos.

 

Información adicional

Copyright © 2013. Todos los derechos reservados www.laindustriaverde.com.ar