"China y la soja"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 27 de abril de 2019
La harina de soja implica embarques por más 10 mil millones de dólares anuales.
Como siempre, atrás de la tormenta de tierra que embadurna el horizonte, suceden cosas que apuntalan el sueño de una Argentina próspera. Esta semana el epicentro fue Beijing, y tuvo que ver, nada menos, con la harina de soja. No es un tema menor en estos momentos, porque se trata del principal producto exportable de un país que pide dólares a los gritos.
La noticia fue que se reunieron las autoridades argentinas con sus pares chinos, para avanzar en protocolos sanitarios y comerciales que permitan destrabar los embarques de harina de alto contenido proteico. Conviene recordar que la República Popular China es el mayor comprador del mundo de poroto de soja, pero siempre fue remiso a adquirir los productos de valor agregado (harina y aceite). Ellos defienden el valor agregado en destino, para darle trabajo a su propia industria de crushing.
La saga de la soja explotó hace veinte años, cuando China aceleró su transición dietética. Es un clásico de la historia económica: las sociedades que se desarrollan incorporan cantidades crecientes de proteínas animales en la alimentación, pari passu con la mejora del ingreso. El fenomenal desarrollo del país más poblado del mundo, llevó a una sustitución de proteínas vegetales por proteínas animales. Las proteínas animales se obtienen alimentando distintas especies (cerdos, aves, vacas lecheras o peces de criadero). El insumo básico para producir todo bicho que camina y va a parar al asador es la harina de soja.
Conviene recordar que la soja es oriunda de China. A mediados de los 90, producían 15 millones de toneladas, destinadas fundamentalmente a consumo humano directo. Pero al despuntar el siglo XXI, las necesidades se expandieron a un ritmo de 4 millones de toneladas por año. Así, el año pasado llegaron casi a las 100 millones de toneladas, por un valor de entre 40 y 50 mil millones de dólares por año.
Esto apuntaló al mercado mundial. Pero la Argentina quedó afuera, porque apostó por desarrollar su propia industria. La capacidad de molienda creció a la par de la producción, que en el mismo período (desde mediados de los 90 hasta ahora) se expandió de 15 a 60 millones de toneladas. El tema es que había que competir con la tendencia de casi todos los países a tener su propia industria de crushing, para lo cual favorecían la importación y castigaban con aranceles a los productos de valor agregado. China era uno de ellos: la harina paga un 5% de derechos, y el aceite un 9%, mientras el poroto paga solo 2%.
Por eso aquí existió durante años un diferencial, que apuntaba a compensar esta situación. El año pasado, la conducción oficial eliminó ese diferencial, poniendo en igualdad de situación a la exportación de poroto con la de harina y aceite.
"Más allá de la polvareda"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 20 de abril de 2019
Desdelsur tiene su base principal en el noreste salteño pero también ha desarrollado una planta de empaque en Zárate.
Más allá de la polvareda urbana, que arreció esta semana, en la Argentina profunda hay potentes signos vitales. Se está gestando un país nuevo, basado en la bioeconomía, cuyo atributo distintivo es la circularidad. Está lleno de casos y cada uno merece un artículo más detallado, pero vale la pena enunciarlos.
En Tartagal, casi en la frontera de Salta con Bolivia, Desdelsur SA creció sin hacer barullo hasta que la semana pasada nos enteramos que el BID había acordado un crédito de 30 millones de dólares para apuntalar su expansión. La empresa, que nació domando campo para producir legumbres, le pone fichas a la ganadería. Con un doble objetivo: darle sustentabilidad a su negocio original, para lo cual necesita incorporar el maíz y las pasturas megatérmicas en la rotación.
El problema es que el maíz viaja mal, y hay 1.500 km hasta los puertos de Rosario. Entonces había que convertirlo en algo de mayor valor. Ya hay 52.000 cabezas en un feedlot donde llegan terneros de destete precoz de alta genética, que provienen de Corrientes. La conexión NEA-NOA. La empresa entrega un acondicionador del rumen a los criadores elegidos, para que desteten a los 90 días. Así, llegan directo al corral, donde se recrían y engordan a un ritmo de un kilo por día y salen al año con 450 kg, cuota 481. El objetivo para el 2021 es llegar a los 80.000 animales por año.
Editorial del 13 de abril de 2019
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 13 de abril de 2019"
Se espera un rendimiento récord de casi 33 quintales por hectárea para la campaña 2019/20.
El trigo viene con un pan abajo del brazo. Es lo que aseguraron el miércoles los principales actores de la cadena, en el lanzamiento de la campaña 2019/20 por parte de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. Allí, los expertos vaticinaron que se sembrarán 6,4 millones de hectáreas. Son 200.000 más que la última campaña, lo que significa un aumento del 3%.
Pero aparte de este incremento del área, se mantendrá el proceso de intensificación tecnológica, generando la posibilidad de mayores rindes. Y dado que se espera un clima favorable para el cultivo, esto determinaría un rendimiento récord de casi 33 quintales por hectárea. La combinación de los dos factores lleva a un volumen de producción estimado en 20,6 millones de toneladas, 8,4% por encima de la última cosecha, que había sido la mayor de la historia.
Es muy buena esta tendencia. La liberación del yugo de las retenciones y las restricciones a la exportación a fines del 2015 desató un nuevo interés por el cultivo de los cereales como el maíz y el trigo, condenados en la era K en nombre de “la mesa de los argentinos”. Al liberarse el cepo cambiario y unificarse el tipo de cambio, y plena apertura al comercio exterior, cambió la relación insumo/producto.
"La venganza de los yuyos"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín del 23 de marzo de 2019
La mayor amenaza tecnológica de la agricultura moderna se concentra en las malezas. Los enormes beneficios productivos y ambientales de la siembra directa parecen chocar contra un enemigo que parecía vencido, con el mecanismo del glifosato y los genes de tolerancia insertados en soja y maíz a través de la transgénesis.
La siembra directa avanzaba desde los 80, motorizada por la necesidad de darle batalla a la erosión de los suelos, originada por el laboreo intensivo. Habíamos dejado primero el arado, sustituyéndolo por la labranza vertical. Pero los pioneros querían abolir los instrumentos de tortura de los suelos.
En Expoagro se celebraron los 30 años de Aapresid, fundada por el indispensable Víctor Trucco, nunca suficientemente homenajeado. En aquel momento existía el glifosato, pero solo se podía usar en los barbechos. Producíamos menos de 10 millones de toneladas de soja y 40 en total. Ni se soñaba con la posibilidad de contar con soja tolerante. Así que era muy complicado y caro batallar contra el Alepo, el gramón y el resto del jardín botánico que acompañaba a la soja. Por supuesto, cuando apareció la RR, brotó un “clamor popular” para contar con ella. La tuvimos en tiempo y forma: en 1996, apenas se liberó en los Estados Unidos, se autorizó su uso en la Argentina.Todo se hizo muy fácil. Glifo en el barbecho, glifo sobre la soja. La expansión fue vertiginosa: pasamos de 10 a 55 millones de toneladas de soja en 30 años. Y creció todo lo demás. Llegamos a las 100 millones de toneladas, a pesar de la era K, y ahora retomamos para avanzar hacia las 150 (140 este año). La agricultura se convirtió en la clara locomotora de la economía y la Argentina se hizo viable. Imaginemos donde estaríamos sin esta fenomenal revolución.
"Expoagro, el campo no se distrae"
Editorial de Héctor Huergo en Clarín Rural del 9 de marzo de 2019
La Argentina abrió hace tiempo la Caja de Pandora y se escaparon todos los vicios. Allí andan, arremolinándose en las ciudades, donde las turbulencias arrecian a medida que avanza el año electoral.
Pero el campo no se distrae.
En las últimas semanas, asistimos a una sucesión de eventos en los que las empresas y las organizaciones mostraron sus avances y novedades. Mucho músculo, mucho interés, dientes apretados porque –como dijimos en el newsletter del martes pasado—los números son muy finitos. Como nunca, se cumple el apotegma de que solo los altos rindes hacen rentable a la agricultura. Pero los altos rindes están: entran las máquinas a trillar el maíz y los monitores cantan con frecuencia las 14 toneladas por hectárea.
Hay productores que se sacaron selfies zambullidos en el colchón de soja. Los precios no acompañan, pero tampoco son un desastre. Las retenciones se llevan la mayor parte de la renta. Todo esto es conocido. Pero aquí nadie baja los brazos. Menos mal.
El martes arranca Expoagro. Será una poderosa manifestación del potencial del agro. Y también una renovación de la Esperanza, que anidaba en el fondo de la mítica Caja de Pandora, para remediar la catástrofe de los vicios. Porque hay muchas quimeras que ojalá cuajen, pero una sola realidad contante y sonante: el único sector competitivo de la economía y la sociedad es el agro. Por eso se sirven de él.
"El maíz, la llave maestra"
Editorial del Ing. Agr. Héctor Huergo en Clarín Rural del 23 de febrero de 2019
Se pasó de 12 millones de toneladas en los 90 a las 45 que vienen ahora.
Las herramientas que mayor impacto tuvieron en la producción ganadera argentina, tanto para carne como para leche, están estrechamente relacionadas con el maíz. En unos casos, con la utilización directa en los sistemas productivos. En otros, el empleo de los subproductos derivados de su industrialización.
Es lo mismo que sucedió en los Estados Unidos y que ya comienza a percibirse en Brasil, donde el maíz se está abriendo paso con ritmo infernal, sentando las bases de un nuevo salto competitivo. Hay que prestar mucha atención a estos procesos.
Nuestro sistema predominantemente pastoril percibió rápidamente los beneficios de agregar granos en el tambo y los engordes. Al principio, con cierta timidez, partiendo de la idea de que el pasto era lo más barato. Se medía la eficiencia lechera en función de los gramos de grano utilizados por litro de leche producida
Pero el maíz rendía cada día más y amagaba una expansión fenomenal. Pasamos de 12 millones de toneladas en los 90 a las 45 que vienen ahora. Más biotecnología que en la soja. Más germoplasma. Más interés de las compañías porque aquí no hay bolsa blanca.
Irrumpió el silo de maíz. También tímidamente, con mucho debate apasionado a principios de los 80. Entraba a jugar en la liga de la “reserva forrajera”, un concepto que atentaba contra su esencia. Reserva tenía (y tiene) la connotación de seguro contra la falta de pasto, fruto de algún evento climático. El silo de maíz era demasiado caro para competir en esa liga, donde jugaban los rollos de corte de limpieza o algún sobrante estacional de pradera en los pastoreos rotativos bien manejados.